Amante de la iniciativa, Cristina Kirchner decidió este martes mandar a guardar su embestida antiterrorista contra la imprenta Donnelley, haciéndole dar la cara a un funcionario de tercera, para concentrarse en su pelea con los fondos buitres, pelea que hasta ahora parece ser la única que le está dando cierto rédito político. Ayer se complació en doblarle la apuesta al juez neoyorquino que fallara en contra de Argentina, al invitar a todos los bonistas a cambiarse de jurisdicción y venir a cobrar a la Argentina.
Una mezcla de inoperancia y soberbia por parte de este gobierno es lo que nos trajo hasta este lugar. Con sus declaraciones de anoche, la presidenta trató de ocultar una vez más- una pobrísima gestión de su gobierno, el que ahora se apresta a dinamitar uno de los grandes logros de Néstor Kirchner, la exitosa reestructuración de la deuda externa del 2005.
Aprovechándose de la complejidad del tema y de la generalizada desinformación de la opinión pública, una vez más aprovechó para plantear una falsa antinomia, patria o buitres, en una muestra más del nacionalismo trucho al que nos ha acostumbrado este gobierno.
Cuando más falta hace una conducta equilibrada y seria que permita resolver de manera inteligente y racional esta compleja cuestión, de la que no se ocuparon de solucionar nunca desde su origen en el 2005, más han optado por mostrar otra de irresponsabilidad, más propia de algún adolescente trasnochado que de una mandataria de estado que vela por el bienestar de todos sus conciudadanos.
Igual o mayor energía debería mostrar en solucionar una coyuntura que ahora se les ha vuelto en contra con una fuerza descomunal. Inflación galopante, como ya aprendimos todo, nuestros funcionarios no van al supermercado, recesión, este año la economía no va a crecer sino todo lo contrario, suspensiones masivas y desocupación creciente, todo en un medioambiente que es caldo de cultivo para la inseguridad y donde el narcotráfico se ha vuelto un problema insoluble, pregúntenle sino al Gobernador Urribarri.
Con el accionar de estos días, el gobierno ha prácticamente sepultado cualquier chance de que el problema se arregle durante esta administración. Aunque digan todo lo contrario, acá lo difícil es precisamente arreglar el problema, no dejárselo al próximo gobierno. No solo lo van a dejar bailando con la más fea, la falta de una pronta solución complejizará cualquier posibilidad de arreglo a futuro, sino que también acaba de terminar con cualquier chance de hacerse de los tan necesarios dólares. Nadie en el mundo, ni tampoco por aquí, quieren entregarle un dólar a este gobierno. Por ende tendrá que hacérselos sin ellos, aunque hoy sobren en todo el resto del mundo salvo aquí y en Venezuela. Y es sabido, cada vez que un gobierno argentino se quedó sin dólares pasó las de Caín. Y con ellos todos nosotros. Tal vez los más jóvenes no se acuerden, pero los que tienen algunos abriles más seguro registran todas las crisis anteriores, cuando sistemáticamente las arcas del Banco Central se quedaban vacías. Es en este escenario donde el peronismo seguramente se está empezando a preguntar si no están ya a punto de trasponer la puerta del cementerio adonde los está llevando el descontrolado ímpetu de su jefa política.
Finalmente, cabe un reflexión respecto de la pobrísima habilidad que nuestra mandataria parece tener para elegir colaboradores. Su última elección, Axel Kiciloff, parece haber sido fundamental en esta nueva posición presidencial de dejarnos encerrados en Roma mientras se quema. Este no es sino un eslabón más de una cadena de colaboradores mal elegidos, donde hasta ahora se destacaba la figura de otro joven, Amado Boudou. Práctica que por otra parte parece ser propia de este gobierno peronista, si nos remitimos también a la falta de juicio que ha evidenciado nuestro gobernador para elegir los suyos.
Claro que esta última es una novela aparte, pero la interpretación más benévola de la misma sí nos permite aunar a Cristina y a Urribarri en una llamativa falta de criterio para rodearse de gente, convirtiéndolo en una faceta distintiva de un gobierno que empieza a extinguirse, rodeado de un sinnúmero de problemas mientras parece incapacitado para ofrecer soluciones racionales y desde el sentido común.