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Seguramente son pocos los que recuerdan, y muchos más quienes lo ignoran, que casi cinco décadas atrás en Hernández, un pueblo de nuestra provincia ubicado en el Departamento Nogoyá, la municipalidad local explotaba hornos de ladrillos en los que empleaba personal municipal, seleccionado entre los lugareños sin trabajo.

Ahora nos terminamos de enterar que en Gualeguaychú, su municipalidad cuenta con un centro de producción de alimentos. Se trata de no solo eso sino que, sumándose a la conocida preocupación de los vecinos por el medio ambiente y todo lo que pueda llegar a ser contaminante (con excepción de la planta de tratamientos de efluentes del parque industrial de la misma localidad, según noticias que en alguna ocasión llegaron hasta nosotros). Volviendo al centro de producción, cuenta con una finca en la cual se cultivan toda clase de verduras y se obtienen algunas variedades de frutas, respetando las reglas de la producción conocida como orgánica, es decir sin una gota de agrotóxicos y, a la vez, sin utilizar para enriquecer la tierra ningún otro fertilizante que no sea natural. De esa manera, según se ha dado a conocer, ese centro municipal ha cosechado esta temporada 25 mil kilos de verduras, las que ha destinado al abastecimiento de jardines o salitas infantiles, comedores escolares e instituciones diversas.

Es de destacar que la producción se efectúa de manera artesanal y que la recolección se la lleva a cabo en forma manual.

Leída la experiencia de esta última ciudad, y teniendo en cuenta también la otra de Hernández, es posible que a alguien se le ocurra preguntarse acerca de por qué no se utilizan en todas nuestras localidades sino todos, al menos algunos de los terrenos baldíos de su planta urbana con el mismo destino, decisión previa de las áreas municipales correspondientes.

Una ocurrencia que no es nuestra, aunque como en seguida se verá, puede considerarse que avanza en la misma dirección. Y a la que haremos referencia, dejando previamente planteado el interrogante, del que ignoro si en realidad se tiene respuesta en el caso de Hernández ¿cuál era el costo de cada ladrillo, comparado con el precio de venta en esa plaza por parte de los fabricados por los ladrilleros locales? Al mismo tiempo de hacerlo también con el costo de cada kilo de zanahorias, cebollas, acelgas, lechugas o toda otra verdura de la huerta municipal gualeguaychense, comparado con los valores de venta en plaza, ya libres de todo tributo.

Se trata nuestra curiosidad al respecto de una cuestión no menor, pero que en la ocasión de cualquier forma dejamos de lado. De lo que se trata es que en base a esas experiencias, se avance en el análisis de tema que consideramos de mayor vuelo. Ya que, primero, el personal municipal en la mayoría de nuestras comunas, y con distinto encuadre jurídico, está “subempleado”, por no referirnos a ejemplos de lo que se conoce como “desocupación disfrazada”. Dicho esto no con la intención de que en todos ellos se efectúe un necesario reordenamiento administrativo que signifique dar de baja personal alguno, sino una vez efectuado ese reordenamiento, utilizar el subempleado restante, reubicándolo, en la prestación de servicios o en la concreción de obras que resulten cuando no necesarias por lo menos útiles a cada una de nuestras comunidades locales. Todo ello, sin descontar la necesidad de que cada municipalidad se haga cargo de la capacitación del personal destinado a la realización de las tareas mencionadas, por supuesto dejando a la libre elección de cada “reubicable” el tipo de capacitación que resulte de su interés.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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