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Las persianas bajas, todo un símbolo
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Las persianas bajas, todo un símbolo
El cierre de la economía podría acarrear consecuencias calamitosas

Al cierre del miércoles, el valor del índice Merval era inferior al que tuvo en el peor momento de la crisis financiera de 2008. La caída del precio del petróleo y la irrupción de la crisis sanitaria provocada por el Covid-19 han llenado al mundo financiero de dudas. Pero más aún lo ha llenado de dudas la respuesta del gobierno, que al cerrar las fronteras, restringir la socialización y forzar una cuarentena corre el riesgo de provocar una profunda crisis económica.

Los precios de los activos financieros representan el valor presente de los flujos de fondos que esos activos deberían generar en el futuro. Con el cierre de la economía en todo el mundo, incluyendo Argentina, la confianza en que esos flujos se generen es puesta en duda. Por eso, los precios de bonos y acciones no encuentran un piso.

Hace casi tres meses que se detectó el Covid-19 en Wuhan. Las alertas de la OMS y la repercusión mediática de esas alertas han puesto a los gobiernos en guardia y los ha impelido a actuar con medidas draconianas, quizás más en defensa propia que en nombre de la sensatez, a la luz de la escasez de la información disponible. El costo social y económico de las medidas podría ser más letal que la expansión del virus.

Parar el país puede ir mucho más allá de lo necesario y de lo conveniente

Los empleados de las actividades vinculadas con el turismo (transporte aéreo, marítimo y terrestre, hoteles, agencias de viaje, etc.), la recreación (espectáculos, cines y teatros, bares y restaurantes, entre otros) y el comercio minorista verán su actividad cercenada, si no completamente, hasta niveles pondrán en duda la supervivencia de muchas empresas.

La información sectorial del INDEC muestra que la suma de los sectores de comercio, hoteles y restaurantes, transporte, asociaciones y servicios culturales y deportivos representa el 25% del PBI argentino. Si optimistamente suponemos que las restricciones durarán apenas un mes (8,3% del año) y afectarán sólo al 25% de las ventas durante ese lapso, el impacto directo sobre el PBI sería de 0,5% del PBI del año. Pero este ejercicio, ya de por sí lleno de supuestos optimistas, ignora los efectos permanentes (quiebra de empresas por de falta capital de trabajo) y los efectos indirectos sobre otros sectores. E ignora el efecto sobre el empleo: casi un tercio de la población ocupada se desempeña en los rubros más afectados por el frenazo.

Y sin embargo, la lista de paliativos que anunció el Gobierno para paliar los efectos de las medidas sanitarias sobre la economía fue pletórica en dispensas para los beneficiarios de planes sociales. Es decir, para quienes no trabajan y por lo tanto no podrían perder su empleo ni su asignación social. ¿Quién fue el genio que tomó estas medidas? Si el riesgo es de supervivencia, qué sentido tiene incentivar el consumo.

Para las empresas afectadas, el “beneficio” del crédito es una espada de doble filo. Con ese crédito se supone que puedan pagar los sueldos, el alquiler y los impuestos. O no. De todas formas, el Gobierno tiró la toalla con la austeridad fiscal. No sólo por el gasto, sino porque la crisis que se viene augura que la recaudación de impuestos será otra víctima del Covid-19. Además, aunque el ministro Guzmán planee seguir adelante con el plan de restructuración de la deuda, no queda claro que este pueda concretarse.

El riesgo está en que en nombre de satisfacer una preocupación urgente tomemos medidas que causen un daño permanente

Los medios celebran la sensatez del Gobierno y la oposición adhiere. La gente de que trabaja sufre, y hace bien en sospechar si en ese consenso habrá algo que la favorezca.

Hoy, las encuestas muestran a la gente preocupada con el coronavirus. ¿Cómo podría no estarlo, con tantas noticias que le carcomen el cerebro? El riesgo está en que en nombre de satisfacer una preocupación urgente tomemos medidas que causen un daño permanente. La misma gente que hoy parece apoyar la cuarentena clamará por su derogación cuando vea que su trabajo o su changa peligran. Parar el país podría ir más allá de lo necesario y de lo conveniente.

Aumentar las asignaciones para planes sociales, o dar créditos a los sectores afectados, no alcanzará para mitigar el daño que el cierre forzado de la actividad provocará sobre vastos sectores de la economía. Los mercados piensan eso. Como siempre, lo piensan antes de que la economía lo sienta y los gobiernos se enteren.

Los remedios sanitarios y económicos podrían resultar peores que el Covid-19 y el cierre de empresas podría matar a la economía, haciendo cierta, en sentido literal, la sentencia de Fernández sobre que "la Argentina de los vivos se terminó".
Fuente: El Entre Ríos

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