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La pregunta “resulta pertinente”; así lo digo valiéndome de una expresión que he escuchado en boca de algún abogado, de esos a los que les gusta volver complicadas las cosas hablando en difícil.

Y tiene que ver con lo que escuché que había dicho mister Trump (oso), desde la tribuna de las Naciones Unidas, luego de exhibir su egomanía paranoica que lo hace sentir como un “Dios desde una máquina”.

Fue allí donde después de embestir contra eso que llaman “globalización” y decirse defensor de “las naciones”, terminó hablando de que “América (la suya) primero”; lo que no es de extrañar ya que es de esos yanquis que creen que todo el mundo es suyo y empiezan con América, donde vienen a mostrar la hilacha. Mientras lo de defender las demás naciones, puro cuento; sí señor.

Es por eso que me pareció de una caradurez mayúscula acusar a China de estar interviniendo en forma solapada en la campaña para las próximas elecciones en su país, para que ganen los demócratas, y que de esa manera sean derrotados los republicanos, a cuyo partido inexplicablemente se lo ha dejado encaramar, y volver a tener un presidente demócrata.

De caradura lo trataría, si eso no fuera una ofensa que puede llegar a ser delito, contra un primer magistrado de un “país amigo”. Una metida de pata explicable, ya que ese mister parece olvidar que está siendo investigado por un fiscal independiente en su país, por sospechárselo, ayudado por los rusos, por sus acciones para poder ganarle la elección de presidente a doña Hillary, dejando a la pobre desencantada.

Como yo digo, ¡las cosas que hay que ver! Es como si ahora lo viéramos a don Julio de Vido escandalizarse por los bolsos de José López. Bien dicen, eso que mejor es mantener la boca cerrada para que no entren moscas…

La verdad que lo que denunció Trump, y de lo que a él se lo investiga, me dejó pensando. Y de tanto pensar, llegué a la conclusión de que desde que el hombre es hombre se ha pasado haciendo trampas.

Lo hacían las mujeres -en esos tiempos había solo hombres y mujeres- que ejercían la “profesión más antigua del mundo”, y que no hacían otra cosa que mostrarse falsamente ardientes y cariñosas, a cambio de un precio. Una trampa que al varón le servía para descubrir lo que era sentirse un gran macho.

Trampa que se hace desde siempre, cuando se trata de hacer una elección. ¿No cuenta acaso la Biblia de una madre que se valió de una estratagema para que su hijo preferido adquiriera los beneficios de la primogenitura, mientras a quien realmente le correspondía se lo veía entretenido comiendo un plato de lentejas? ¡Con lo poco que me gustan las lentejas!

No hay que extrañarse, si entre nosotros se haya podido hablar de “voto cantado”, de los que salían los “ciudadanos ya empaquetados con la boleta desde los llamados corralones” en los que se entretenían de diversas formas hasta que llegara la hora de ser arriados hasta “la mesa” donde debían cumplir con su deber cívico.

Sobre todo si se tiene en cuenta que incluso en el día de las elecciones todo puede presentarse correcto al máximo, y al mismo tiempo los resultados impecables que arrojan las urnas ser consecuencia de diversas estrategias que van desde pequeñas triquiñuelas, hasta formas de moverse “grosas” a lo largo de la campaña que desemboca en el día fijado.

¿Qué necesidad hay de despanzurrar urnas y reensobrar boletas, cuando desde el vamos las elecciones estaban ganadas? Asfixiando a los votantes con la plata que el partido del gobierno desparrama y la propaganda abrumadora con que la remata, ¡cómo si con aquélla no bastara!

Transparencia sí, la mayor posible. Pero también acabar con tanta hipocresía (¡!).
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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