Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
El apasionado debate tarifario de este miércoles obligó a muchos a agudizar el ingenio para encontrar argumentos a favor, porque para estar en contra, hubo un común denominador, que sintetizó cierta comodidad intelectual, y que simplificó la compleja trama energética en una ecuación puesta de cara a la posibilidad o no de la gente de pagar costos más caros en sus servicios.

Sin dudas que la medida antipática de poner las tarifas por las nubes o al menos bastante lejos del bolsillo tiene un alto costo político, no sólo por lo dura de la medida, sino porque la discusión no termina acá porque la conversación sobre las tarifas no puede agotarse en un simplismo que nos ponga, en una fórmula binaria, a favor o en contra.

Exigen los tiempos actuales, alguna mirada un poco más profunda y de largo plazo sobre la matriz energética del país, el recurso, su costo real pero también sobre la situación particular de la provincia, la cantidad de vecinos que tienen el servicio y que capacidad real y operativa hay en Entre Ríos para garantizar que los barrios que aun están postergados de los servicios esenciales, puedan acceder a ellos, como lo merecen.

Atada a la discusión del servicio del que aún no gozan muchos entrerrianos y que es una gran deuda en el área rural, está también la capacidad de garantizarle a los inversores privados ciertas condiciones de competitividad para que los parques industriales puedan crecer a la luz de óptimos servicios que le den a las empresas condiciones de trabajo y desarrollo para abonar el círculo virtuoso de la generación de empleo y las inversiones que se esperan para que crezca de una buena vez la matriz privada y deje de ser el Estado la gran boca de empleo.

La ilusión de las palabras, en el increíble oficio de la oratoria que se luce afortunadamente en el Congreso, pinta en términos y vocablos un debate que no quedó saldado con la sanción de anoche y tampoco acabado con el veto.

La posibilidad de disentir es una fórmula increíble y poderosa que es bienvenida, como el veto es una atribución del Ejecutivo que tuvo experiencias anteriores como el que se aplicó al 82% móvil en años del kirchnerismo, pero de ahí a entender que el veto pone fin a una discusión de Estado y de fondo, es un absurdo.

Lo que queda de acá para adelante es resolver un problema de fondo que es el de la matriz energética del país, no sólo para que los vecinos sigan contando con el servicio, sino también para garantizar que cada vez sean más los que accedan a un bien que aún falta en numeroso barrios entrerrianos.

Para revisar el dato bastaría calcular sobre la base de la población que existe en Entre Ríos, cuántos abonados hay o, en su defecto, cuántos son los usuarios de la prestación, dato que hasta ahora falta contrastar en la provincia ese número, ya que la discusión está centrada en el costo pero no en el servicio y menos en la accesibilidad a futuro teniendo en cuenta el crecimiento demográfico.

Dentro de esa conversación hay que incluir también la situación de privilegio de los porteños respecto del interior, porque en las provincias pagamos más caro lo mismo que generamos pero también tenemos la generosidad de permitir el paso de otras energías, sin ver un guiño al favor en las boletas.

El asombro de algunos legisladores oficialistas sobre las cuentas públicas y el profundo deterioro del Estado llama la atención. En algunos casos, se trata de personas públicas que desde al menos más de una década ocupan una banca o un lugar de decisión en el Estado, por lo que las falencias, como los aciertos en lo público no pueden ser desconocidos y menos cuando algunos fueron férreos defensores de políticas que siempre tuvieron un costo a cargo del bolsillo del contribuyente, porque no podemos creer, a esta altura de las cosas, que los nadie paga el pato de la boda.

La alta presión impositiva nacional ha sido hasta ahora el único y poco creativo botón que se apretó toda vez que hubo que buscar más recursos pagar más gastos. En casa, funciona al revés, achicamos los gastos para que alcancen los ingresos. A lo que podríamos sumar, para el caso del Estado, que al incremento de la tarifa se sume una disminución en los impuestos.

La benevolencia energética de los años kirchneristas no estuvo destinada a la vida hogareña y tampoco al desarrollo industrial. Durante esos años, fueron muchos los sectores que sufrieron los cortes de servicios para que la gente pudiera tener gas en invierno o electricidad en verano, cualquiera fuera el caso y aún a pesar de parar las industrias para repartir lo poco que había.

El debilitamiento de la matriz energética no es un problema que haya quedado saldado anoche. Y tampoco esta mañana porque es una tarea mucho más grande y larga la que nos espera a la hora de recuperar el recurso y crecer también en el impulso de las energías renovables.

Los desafíos están planteados y las estrategias de cada uno también. La discusión excede al reagrupamiento del peronismo o a las políticas del gobierno: Queda en medio de los dos la definición del país que pensamos a futuro que puede tener tarifas bajas para muy pocos o una inversión sostenida para que en el corto y mediano plazo haya muchos conectados al servicio. Cualquiera de las dos definiciones habla del país que queremos y de la clase de ciudadnos que somos. La deuda de fondo es el debate por el recurso y ese sí es un tema de todos, más allá de la magia y de los costos.
Fuente: El Entre Ríos

Enviá tu comentario