Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
La enorme mayoría de los “nacidos y criados” en Colón saben del lugar de privilegio que Quirós ocupa en la historia de la ciudad. Y sería harto bueno hablarles de él y su trayectoria a los tantos que han arribado hasta aquí para incorporarse a nuestra comunidad, como parte de una campaña permanente que les ayude a poder echar otra clase de raíces, que como la palabra lo dice, hacen al saludable arraigo.

No es ésta la ocasión de enfrascarnos en el repaso de sus días, ni de establecer prelaciones, pero es indudable que solo con hablar de nuestra costanera y del parque que lleva justicieramente su nombre, es suficiente para poner de relieve que esas dos obras suyas son como una suerte de fundamento estructural, que ha servido para dar a Colón su tan especial fisonomía.

Y al decir, como lo hemos hecho, de que por momentos parecemos no quererlo, reconocemos que estamos yendo más acá y a la vez más allá de lo que queremos significar. Es que lo que en realidad intentamos señalar es que -la ausencia de mala intención la damos por descontada- tratamos de mala manera los monumentos que aquí se han dedicado para preservar y enaltecer su recuerdo.

Hemos tenido varias veces la ocasión de hacer referencia crítica -con la consabida falta de reacción- al monolito que se levanta en nuestra costanera en homenaje a Quirós, el que fue desvirtuado al dejar de ser un elemento arquitectónico compuesto de un solo elemento, para pasar a ser un pedestal que se completó con un busto, representación artística de la parte superior del cuerpo humano.

El conjunto escultórico así travestido, se encuentra flanqueado con dos plantas ornamentales, a las que, una poda no precisamente cuidadosa y regular, hace que en más de una ocasión se las haya visto crecer dejando abajo y más pequeño el busto y su conjunto. Todo lo cual se remató, habilitando el estacionamiento a uno de sus costados de un prolijo vehículo destinado a la venta de gaseosas y de panchos, entre otras delicadezas.

Algo que nos ha sorprendido ahora es la forma multicolor en que se ha pintarrajeado el pedestal del busto, que también en su homenaje se levanta en la entrada del parque que lleva su nombre. No es que puedan contentar a nadie las líneas inapropiadas que lo definen -a diferencia de lo que sucedía con la sobria distinción del monolito de marras- pero aparte de encontrarnos ante un trabajo de cuestionable factura que habla de la ausencia de un rumbo claro en el ámbito municipal de arquitectura, viene a acentuar una tendencia, que de una manera tímida pero persistente se hace presente entre nosotros y que se traduce en lo que se puede ver el incluso inconsciente intento de “brasilizar” nuestro entorno. Del que son ejemplos claros la predilección que algunos muestran por las palmas a la hora de vestir las veredas de sus casas, y los colores fuertes y chillones que se utilizan para pintar frentes de edificios, algunos de ellos con un revoque de valor, que no lo hacía merecedor de ese tratamiento.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

Enviá tu comentario