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Las recurrentes crisis económicas y coyunturas políticas de nuestro país fueron motivo más que suficiente para que varios argentinos decidiesen dejar el país y probar suerte en otro lado. Pareciera que hoy, nuevamente, mucha gente analiza emigrar ¿Por qué?

El panorama es, desde hace ya varios años, desolador, tanto en lo social, en lo político como en lo económico: gasto público desconsiderado, inflación constante y creciente, aumento de la pobreza, de la miseria y del crimen, corrupción política casi institucionalizada, deudas insostenibles en casi todos los niveles y más.

El temor a que los caminos que elija el gobierno nacional para salir de las múltiples crisis frente a las cuales nos enfrentamos sean errados, o demasiado “estatizantes”, alientan a muchos ciudadanos a querer continuar con sus vidas en otro país. Desde ahorrarse el disgusto de tener que vivir en carne propia otra catástrofe socioeconómica, peor que muchas de las anteriores, a tener que vivir en un país que por ahora no da señales de que pueda levantarse y ser lo que alguna vez supo ser: hay razones para que algunos opten por el destierro.

El mundo es muy grande y en casi todos lados hay algún argentino. Así como uno ve que buena parte de los inmigrantes venezolanos radicados en nuestro país cuentan con educación de calidad y trabajan de lo que sea, lo mismo ocurre con varios de nuestros compatriotas que hoy ya no están en Argentina ¿Por qué decidirse por ir a un país en donde tal vez no existan las mismas facilidades y ventajas que, en un principio, si tienen acá?

Bautista, estudiante universitario, estuvo de diciembre a marzo viviendo en Sidney, Australia, junto a 4 amigos. Decía “si bien yo fui sin visa de trabajo y solía ganar un poco más que el salario mínimo haciendo changas, me alcanzaba para vivir bien. Es un país donde todo funciona: los australianos saben que trabajando con dedicación pueden tener una buena vida, con tiempo para el ocio y para planificar su futuro”. Considera que volvería a vivir allá una vez que termine de estudiar.

Tomás, un joven argentino que estudió durante 6 meses en París, Francia, contaba lo siguiente: “Lo que más me sorprendió fueron las diferencias en la vida diaria. Los servicios en general, el transporte, la seguridad…todo funcionaba bien. Tal vez lo más increíble fue ver que el precio de las compras eran los mismos en enero y en julio, mientras veía como en Argentina día a día el peso se devaluaba”.

Año a año se agranda la brecha entre la Argentina y los países del primer mundo, o mismo algunos países más estables de América Latina, lo que estimula a muchos a querer vivir en donde haya una mejor calidad de vida, con menos histeria.

Argentina tiene más de un millón de emigrantes. España encabeza la lista de la diáspora, casi lógicamente, debido a la proximidad cultural y a su geolocalización. Pero los Estados Unidos, Italia y muchos otros países también cuentan con decenas de miles de argentinos. Si bien todos aspiran a tener un trabajo acorde a su preparación, muchos se encuentran con que primero deben tomar empleos menos estables o menos redituables que los que podrían tener, mientras esperan una mejor oportunidad que tarde o temprano puede llegarles. Lo que se observa, analizando la situación de los destinos más tentadores y los testimonios de quienes trabajan o trabajaron en el exterior, es que es más fácil vivir bien allí. Con vivir bien me refiero a tener un sueldo digno, a tener libertad económica, a tener poder de planificación y previsibilidad y un estado más eficiente. Pero sobre todo porque sienten que en otros lares hay más posibilidades de progresar, sensación que día a día pierden muchos de nuestros conciudadanos al ver que dejamos pasar muchas oportunidades.

Ya son innumerables las recomendaciones de quienes se fueron o de quienes no se animaron a irse y se arrepienten. Así como muchos países aprovecharon la edad de oro del capitalismo o la globalización financiera, Argentina pareció seguir un ritmo más lento, a veces incluso a contramano. Cada diez años hay una crisis, de una índole u otra, y eso se mantiene. Pero además persisten los hechos inéditos, la histeria y la locura, que hacen de éste el país más divertido del mundo para algunos y, a su vez, el más cansador para otros, que se ven motivados por irse a algún lugar más tranquilo.

Muchedumbres acercándose, previo a la pandemia, a diferentes consulados demandando una ciudadanía de otro país; Lacalle Pou intentando tomar medidas para atraer a los argentinos a Uruguay; la opinión pública que se muestra cada vez menos entusiasmada con lo que pueda llegar a pasar; etc. Los hechos hablan por sí solos. Dado el contexto actual y un posible estallido, podría haber una fuga de argentinos como nunca antes se vio.
Fuente: El Entre Ríos

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