No es necesaria una enfermedad terminal física, simplemente alcanza con tener el corazón estrujado y la razón enrarecida, y todo parece ser sin sentido, los sueños rotos, perdidos, en cuestión de segundos, o tal vez menos.
Donde el egoísmo de huir es más fuerte, y por la mente la secuencia de imágenes son interminables, como las dudas, el desconcierto del día después, el miedo a morir y el deseo de hacerlo, desaparecer de la faz de la tierra, como si nunca hubiese existido.
Sin dejar siquiera una foto, un recuerdo, borrar todo rastro de nuestros pasos, la incomprensión de alguien, de no sentirse entendido, de no contar con alguien de la mano para caminar por ese sinuoso laberinto de la vida, donde nos encontramos como pocos atajos pero muchos obstáculos. Y la energía se consume como una vela en una noche cerrada.
Es ese océano oscuro, donde vemos un salvavidas cerca pero lejos, y en cada instante nos hundimos un poco más, sabiendo que tocaremos fondo, y no hay vuelta atrás, solo el desconcierto del más allá.
Y el amor que pareciera superarlo todo, se viste de utopía, y todo lo que uno haga es una catarata de errores, y las buenas intenciones no alcanzan, son insuficientes, apenas unas gotas en el mar de lagrimas, que pasas desapercibidas en el tiempo.
¿Es valiente quien se suicida? O ¿es un cobarde?, seguramente son de esas preguntas que pocos pueden responder, porque es un instante, entre el pedido de auxilio, y el desenlace final. Y todo ya es nada, pues la nada lo cubre todo con su manto de duelo.
Catarsis en el lugar equivocado, o un atragantamiento de problemas que no sabemos canalizar, o personas que no se dan cuenta de la necesidad de esos que sufren en silencio, que prefieren desaparecer, amputar el dolor, extirparlo de cuajo, saltar al abismo sin red.
Muchos jóvenes deciden este trágico final, y la búsqueda de culpables termina siendo un masoquismo que no vuelve el tiempo atrás, simplemente sirve para evitar otros jóvenes que terminar con sus vidas.
Será que estamos muy solos, y a pesar de parecer que hoy tenemos muchos amigos, y redes sociales, y una hiperconectividad nos seguimos encontrando solos.
Y ver el milagro de la vida en el vientre de la mujer, donde late una vida, que crece a diario, esperando su momento, esperando ver la luz, tener su chace, su oportunidad de vivir, en un mundo raro, complejo lleno de ambigüedades, individualidades y egoísmos.
Entender al que desea morir, pareciera una misión imposible, máxime para quien nunca experimentó la depresión, ese mal que aqueja a muchos, más de los que pensamos.
Lograr un sentido religioso en el medio del laberinto es difícil, tan solo la ayuda de amigos, que tengan una pertenencia fuerte, puede ser el remedio adecuado, y el apoyo de quienes quieren a aquel que está mal. A veces puede ser demasiado tarde.