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En una nota periodística aparecida en “La Nación” de Buenos Aires, que provocó el interés de sus lectores, al que nos sumamos, es lo que explica que focalicemos en decir un poco, acerca de esa ciudad, de su actual alcalde, y lo que para nosotros importa más, cual son algunas de las medidas que en ese cargo adoptó el último, con beneplácito sorprendentemente alto de la mayor parte del vecindario, a juzgar por los resultados de la elección municipal, que se efectuó en forma coincidente con la de legisladores nacionales.

Para comenzar debemos señalar que hasta ese momento el de Capitán Sarmiento era el nombre de una localidad bonaerense, que da el mismo nombre como su capital, a un partido de la provincia de Buenos Aires. Es en realidad muy poco lo que de allí en más nos hemos enterado, ya que ahora las cifras de su población una década atrás, nos lleva a estimarla en una cantidad que apenas alcanza, si es que lo hace, a los 20 mil habitantes. Que su formación no es el resultado de una fundación formal, sino consecuencia del asentamiento creciente de familias que se produjo luego que entrara a funcionar la línea de ferrocarril que unía a San Antonio de Areco con Pergamino, en el lugar donde se instaló una estación de ese ferrocarril que llevaba el nombre de Capitán Sarmiento, en recuerdo a “Dominguito”, como era conocido Domingo Fidel Sarmiento, hijo adoptivo de Domingo Faustino Sarmiento, cuya vida fuera tronchada cuando tan solo ingresaba a su juventud, en el combate de Curupaity, ocurrido en el marco de la guerra fratricida entre Paraguay y la Triple Alianza, que nuestro país integraba.

A lo que todavía podemos agregar algunos detalles anecdóticos. Como el que esa estación ferroviaria, ahora transformada en museo, se encuentra emplazada en la intersección del Boulevard Bartolomé Mitre y la Avenida Juan Manuel de Rosas, en una loable muestra del respeto que merecen todos nuestros muertos ilustres. También, que esa obsesiva inclinación a darle a toda cosa inmueble que tiene nombre, un escudo y una bandera -y porque no, hasta un himno- hace que se recuerde que la bandera de la provincia de Buenos Aires, fue el resultado de un concurso público dispuesto por Eduardo Duhalde cuando era gobernador de Buenos Aires, en el que resultó triunfador el diseño concebido por cinco estudiantes sarmientenses, tal como es el gentilicio de los habitantes de esa ciudad.

Es este el momento en que pasemos a ocuparnos de Javier Iguacel, como dijimos el actual intendente de esa ciudad, de profesión ingeniero en petróleo, y que ocupara altos cargos -fue Ministro de Energía de la Nación y Administrador Nacional de Vialidad, entre otros cargos- durante la presidencia de Mauricio Macri. Un paso, su paso por la función pública, que tuvo para él un costo muy grande de índole personal, ya que fue acribillado por un gran número de denuncias penales, en apariencia como un “ajustes de cuentas”, entre otros motivos para haber sacado a la luz los escandalosos vínculos entre Lázaro Báez y la obra pública, especialmente la vial. Iguacel llegó a la Intendencia de su ciudad, en su segundo intento, y en los recientes comicios ha revalidado sus títulos con una aplastante victoria de la boleta de Juntos (61,34%) sobre la del Frente de Todos (14,99 %) o sea por una diferencia de más de cuarenta puntos.

En la nota a la que al principio hemos hecho mención, se atribuye la magnitud de ese triunfo, a una serie de medidas adoptadas en estos dos últimos años a requerimiento de los propios vecinos, entre las que se encuentran la reducción en una cuarta parte del personal municipal de planta y la de los cargos políticos de 22 a 16. A lo que se suma la eliminación de 109 tasas municipales, entre las que se encontraban el “derecho de publicidad y propaganda” en la vía pública; las “guía de hacienda”, las que incompresiblemente tributarían vecinos sin marca ni animales; tasa a las estaciones de servicio por surtidor y por litro de combustible vendido; sin olvidar a 48 tasas por derecho de oficina y 25 por derechos sanitarios.

No está demás acotar que como consecuencia de esas medidas se produjo un aumento del 40% en la recaudación tributaria, y el número de negocios habilitados trepó de 500 a 660. Por nuestra parte frente a eses medidas debemos señalar que en nuestra opinión el número de cargos políticos sigue siendo excesivo, y que en lugar de pensar en una reducción en el número de empleados de planta, dada la actual situación, en lugar de una reducción lo que se hace necesario es emplear esa superabundancia de personal en forma productiva; no “ inventarles” un trabajo que no hacen, sino canalizar la actividad que efectúan y que en muchos caso es de baja productividad o ninguna, de la manera que se convierta en provecho comunitario palpable.

En tanto algo que se nos ocurre de máximo interés es la referencia a la utilización en esa ciudad de un sistema de “asfaltado de diseño ecológico”. El cual consistiría en la utilización de una variedad de polímeros que se mezclan con el suelo para darle estructura y capacidad de carga, a un costo que sería increíble, ya que lo cuantifica en 20 veces menos que el asfaltado habitual. Un tema del que sería útil interiorizarse.

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