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Todos nuestros males son por culpa del pueblo que vota y vota mal, la culpa siempre es del otro, menos de nuestros dirigentes. Debemos seducir a los mercados, porque son ellos los que nos tienen que elegir, no la mayoría de los argentinos, sólo importa hablarle a los mercados, pedirles perdón por la deficiente performance electoral.

El párrafo anterior resume el análisis que muchos del oficialismo están haciendo, o al menos es lo que dejan traslucir, prácticamente sin autocrítica, sin un análisis retrospectivo, lo que es más preocupante, porque las urnas no se equivocan, no lo hacen nunca, porque el pueblo vota en base a su situación actual y la expectativa que le ofrecen los nuevos. No creo que quienes votaron el cambio en 2015 hayan votado esta realidad, sino el cúmulo de promesas electoral, las que se fueron diluyendo una y otra vez.

Existe un exceso de política internacional entreguista, en pos de agradar a un grupo selecto de poder, que siempre han especulado con nuestro país, viniendo única y exclusivamente cuando le es rentable, y son los primeros en partir ante el primer temblor.

El voto útil al que se apela puede pegar un salto no previsto, como es la opción de Gómez Centurión quien basa su eje de campaña en los pañuelos celestes, muchos de los electores del macrismo al ver que no lograrían la presidencia, posiblemente se sientan más representados con quienes son fieles al voto pro vida, en contra de la despenalización del aborto. Es decir que en vez de Macri sacarle votos a Gómez Centurión, este posiblemente capitalice estos votos celestes que no tienen la certeza que los legisladores defensores del cambio no se tiñen de verde, atento que quien instaló la despenalización en la agenda parlamentaria fue el propio oficialismo.

El gran desafío de la clase política es domar la soberbia, de unos y de otros. El Frente de Todos está en el momento donde debe demostrar a la totalidad de los argentinos que es una opción superadora de lo que fue hace cuatro años atrás. Domar su soberbia implica en estos momento profundizar su trabajo en captar no sólo votos, sino básicamente generar respuestas reales ante los problemas reales de los ciudadanos de a pie. Y el oficialismo entender que perdió gran parte del apoyo popular, y esto, es por única responsabilidad suya ante los magros números que padecen los vecinos de cada ciudad.

La gente, esa entelequia de la cual todos hablamos pero es difícil concretar fácticamente, no está bien, y no podemos negar esa realidad, como no fuimos Alemania en 2015 no fuimos Suiza el viernes pasado. Cuando un líder empieza a negar la realidad y no hacerse cargo entra en un espiral de fracaso, que es la previa a una derrota definitiva.

No todos están mal; muchos están mejor que antes y es razonable que quieren seguir así. Otros la están pasando mal pero prefieren seguir así con tal que no vuelvan aquellos que estuvieron antes, incluso habiendo estado mejor, básicamente por un odio generado por la grieta esa que abonaron desde las antípodas ideológicas que hoy se disputan al poder.

Muchos de los que están mal votan al Frente de Todos por descarte, pero muchos convencidos de ese modelo de país mejorado, tal como se le ofrece al electorado al decir que vuelven pero mejorado.

Aún quedan las elecciones de octubre. El mundo no se termina ese día. Madurar implica que en diciembre pueda haber alternancia en forma ordenada, y se mantengan las cosas que este gobierno hizo, bien, y comenzar la transformación que muchos reclaman.
Fuente: El Entre Ríos

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