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Una de las mayores dificultades que me plantean las empresas -sean éstas grandes o pequeñas- es cómo conseguir colaboradores con las calificaciones o competencias mínimas requeridas para el buen desempeño de sus tareas.

Pero no solo los conocimientos técnicos aparecen como un problema sino también el actitudinal, el compromiso, la proactividad, el deseo de aprender, de participar, de formar parte de un equipo, de reconocer al trabajo como un medio de realización.

Con frecuencia tanto del sector privado como del público y en particular desde la gestión política nos referimos a esta problemática con la expresión “RECUPERAR LA CULTURA DEL TRABAJO” sin entender claramente qué significa conceptualmente “Cultura” y mucho menos “Cultura del trabajo”.

Después de la segunda Guerra Mundial se han realizado distintos trabajos e investigaciones sociológicas sobre el mundo del trabajo y sus impactos en los trabajadores, tanto en los procesos productivos con mano de obra intensiva como en las actividades rurales.

En ellos no solo se contemplan los factores o elementos de producción, distribución, organización, sino también los relacionados con los significados, subjetividad e identidad, generando así un ámbito de estudio multidisciplinario que no podremos explicitar en esta columna.

Con esta breve introducción me referiré nuevamente al inicio de la columna de hoy, es decir a la dificultad para encontrar trabajadores que deseen trabajar, aprender y desarrollarse.

Hace algunos años comenzamos a utilizar la palabra “Ñoqui” para definir a aquellos “trabajadores” que solo se presentaban en su lugar de trabajo el día 29 de cada mes y que lo hacían porque habitualmente el último día hábil del mes se abonaban los salarios. Para quienes aún no lo saben, el día 29 de cada mes se suele comer la famosa pasta italiana colocando debajo del plato un billete para que durante el mes siguiente no falte dinero.

Esta situación se vio colmada de ejemplos en la Administración Pública, en particular en asesores y asistentes, comenzando por el Parlamento. Lentamente se fue extendiendo a otras dependencias del Estado y “Ñoqui” es hoy sinónimo de vagos o de vagancia.

Traigo este ejemplo a colación porque esta definición que a priori resulta hasta humorística es solo un ejemplo de como a través del tiempo se va construyendo una cultura que por estos tiempos es un grave problema para la sociedad.

El nepotismo es otro elemento nocivo que destruye el valor del trabajo: hace unos días un joven me comentaba que había presentado su CV en una institución pública y recibió como respuesta que las vacantes siempre eran cubiertas por familiares de los empleados actuales.

El rol de los sindicatos reafirmando estos procesos de ingreso, dejando de lado si se tienen las capacidades o competencias necesarias para el buen desempeño, es otro factor que afecta el valor del trabajo.

Ejemplos como los que recientemente experimentamos de funcionarios con niveles salariales que probablemente para un trabajador calificado implique 5 ó 6 meses de trabajo intenso, que además se muestran impunemente y sin embargo hasta con desparpajo es justificado por quienes deberían actuar en el sentido contrario, impacta en el valor del trabajo y el esfuerzo.

Pero no solo la corporación sindical es parte responsable del deteriorado valor del trabajo, también lo es la justicia laboral que suele premiar con sus fallos a quienes no lo merecen y que utilizaron la relación de dependencia para generar el conflicto laboral y la posterior demanda judicial.

Desde el sector empresarial, la precarización laboral también tiene consecuencias negativas que dan lugar a la falta de compromiso de muchos trabajadores, generando así una cultura de desinterés y revanchismo.

Los malos ejemplos de funcionarios que se enriquecen sin poder justificar el cómo, es un factor más de desmotivación y desvalorización del trabajo genuino como medio de realización personal.

Los planes sociales que en algún momento -muy especial- pueden ser un paliativo necesario, cuando se consolidan en el tiempo y se convierten en un derecho cuasi adquirido afectan irremediablemente la cultura del trabajo.

La falta de vinculación real entre las instituciones educativas y empresas es un problema a resolver con urgencia. Este divorcio institucional impregnado de prejuicios requiere de un plan de acción de mediano y largo plazo que integre la formación teórica con la práctica. Es frustrante escuchar argumentos ideológicos que no favorecen este proceso. Ninguna institución educativa se puede actualizar tecnológicamente con la velocidad con que lo hace una organización productiva o de servicio, y la razón es simple: si no lo hacen, desaparecen.

“UN HOMBRE NO ES POBRE POR EL HECHO DE NO TENER NADA; SINO CUANDO NO TRABAJA” (Barón de Montesquieu 1689-1755)

La “Cultura del trabajo” es en la Argentina uno de los mayores desafíos que tienen por delante quienes lideran o gestionan organizaciones, la realidad que hoy transitamos requerirá de un largo tiempo de mejores ejemplos, de perseverancia y de una inagotable capacidad de frustración.
Fuente: El Entre Ríos

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