Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
La caída en la producción de hidrocarburos de YPF ha hecho aflorar rumores de que el Gobierno está incómodo con el management.

El pasado lunes 5 de febrero, YPF dio a conocer los resultados que obtuvo durante el año 2017. En el año, sus ventas crecieron más de 20%, sus ganancias antes de impuestos e intereses (EBITDA) casi 15%, generó flujo de caja positivo y redujo su razón de endeudamiento a EBITDA. Lo llamativo es que todo esto lo consiguió en un contexto en que su producción de hidrocarburos cayó 3,9% y sus reservas probadas de petróleo y gas disminuyeron 16% respecto de 2016.

Este último punto ha generado bastante ruido a partir de que fuera conocido. Resulta que la producción de YPF ha caído por primera vez en cinco años, a causa de una combinación del declino natural de los campos maduros, de un clima desfavorable en Chubut y Santa Cruz y de una prolongada huelga de sus trabajadores. Pero también porque sus autoridades decidieron dejar de invertir en los pozos que no fueran rentables.

Lo interesante del caso es que la rentabilidad de la empresa no haya sufrido (se mantuvo estable en términos de dólares) a pesar de la caída en la producción y a pesar de que los precios del crudo cayeron casi 9% en el año.

¿Cómo se explica esta rareza? Como YPF es una petrolera integrada, que vende casi todo el crudo que extrae a sus plantas de refinación, cuyos productos luego vende en sus estaciones de servicio, pudo morigerar la caída en el precio en boca de pozo con subas en el precio del surtidor.

Pero quizás más relevante sea el nuevo foco estratégico de la empresa, que ha dado prioridad a la rentabilidad por sobre la producción. El caso es que durante los últimos años de la gestión de Galluccio al frente de YPF, el foco fue el inverso: producir lo máximo posible. Esa era la orden política a partir de la re-nacionalización de 2012. Esto sólo fue posible invirtiendo en varios pozos que resultaron poco o nada rentables.

El 49% del capital de YPF sigue en manos privadas y cotiza en las Bolsas de Buenos Aires y Nueva York. La ley de sociedades anónimas es clara respecto de los deberes de los miembros del directorio: deben obrar en función de los intereses de todos los accionistas, no sólo del controlante. Durante bastante tiempo, esta buena práctica no pareció ser aplicada. La evolución del precio de la acción de YPF en Nueva York mostró entre la nacionalización en 2012 y diciembre de 2016 una caída de más de 50%.

Esto apenas comenzó a revertirse hacia fines de 2016, con el anuncio del nuevo plan estratégico y el cambio de timón en la empresa, que hicieron que YPF volviera a operar como una empresa y no como un brazo del Estado cuya estrategia la fijaba el interés político del socio mayoritario.

El resultado es que desde diciembre de 2016, la acción de YPF trepó 50%, y por buenos motivos. En los últimos meses, YPF se benefició de un cambio en la regulación, que mejoró los precios en el surtidor. Anunció un plan para vender su 70% en Metrogas, cuyo precio en Bolsa supone casi el 25% del valor de mercado de YPF. Vendió a General Electric el 50% de YPF Energía Eléctrica a un precio que suma otro 15% del valor de mercado de la empresa. E hizo múltiples anuncios de asociación en áreas selectas de Vaca Muerta, con precios que extrapolados a toda el área hablarían de un enorme potencial de suba en el precio de la acción.

El asunto es que ahora que las cosas parecen encaminarse, regresan los rumores de que el Gobierno quiere volver a meterse en sus asuntos. El motivo es la caída de la producción (como si no hubiéramos pasado ya por eso). Como accionista mayoritario, sería pegarse un tiro en el pie. YPF está invirtiendo, y planea aumentar la producción 5% por año a partir de 2019, y su ganancia operativa un 10% por año. Acelerar los tiempos por necesidades políticas volvería a poner el plan en riesgo, e importaría riesgos contingentes para el Estado.

YPF es, según los analistas de los grandes bancos de inversión, la acción petrolera más barata de América Latina. Pero, a la vez, carga sobre su espalda con un pasado reciente de intervención gubernamental, que en los rumores vuelve a reflotar. La historia se ha ocupado de demostrar que muchas veces, “la empresa de todos los argentinos” tiene demasiados funcionarios que se creen suficientemente iluminados como para poder decidir sobre sus asuntos. Aunque los resultados hayan sido siempre magros.
Fuente: El Entre Ríos (Edición Impresa)

Enviá tu comentario