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La moda tiene un rezo que asegura que “menos es más” y esa premisa es la guía de las mujeres y hombres que hacen de las revistas y pasarelas, el disfrute de quienes gozan de ese espacio de tendencias. En política, sin embargo, esa ecuación no siempre resulta aplicable y suele ser nada más que un truco para disfrazar de cordero al lobo.

La representación de las minorías es una vieja discusión política, aunque el tema en sí mismo atraviesa todas las organizaciones porque no es un dato menor el ceder un espacio al otro, por más enriquecedora que resulte a la postre, esa experiencia.

El caso que nos ocupa este jueves es el que se trabaja en Entre Ríos, donde la reforma política está en ciernes y donde el desdoblamiento electoral va y viene por los pasillos de la casa gubernamental conforme el humor del peronismo que gobierna en los recintos y que, por sobre todo, debería ser la garantía de Bordet a la hora de los votos.

La idea de que el gobernador tenga la potestad de elegir la fecha de las elecciones ingresará la semana entrante al Senado, pero lo que hace ruido son un par de renglones más sutiles al ojo común.

Habitualmente, las orgánicas de los partidos establecen que la representación de las minorías debe ser del 25 por ciento, lo que para muchos es exagerado porque pone un piso muy alto y frena la participación de terceros. De todos modos, una de las cuestiones más flacas de la iniciativa oficial es justamente esa: Fijar un porcentaje, atribución que compete sólo a los partidos políticos.

Por eso, llama la atención que el peronismo entrerriano haya centrado el debate en la fecha pero guarde un silencio no menos sorprendente por la magra cifra que se le impone a las minorías. El 15 por ciento es lo que propone el gobierno para que las fracciones que pierden la elección tengan una silla de participación en la mesa.

De todos modos, la cosa no es tan sencilla. El 15 por ciento que impulsa el peronismo gubernamental no es un signo de fortaleza respecto de otras fracciones que puedan disputarle la interna. Contrariamente, marca el nivel de acuerdos que impregna hoy la variopinta expresión peronista.

Uno de los problemas que tiene que resolver Bordet es cómo aglutinar a todo el peronismo detrás de su liderazgo. Los más remilgados son los que se esconden tras las espaldas del ex gobernador Sergio Urribarri, que desde la presidencia de la Cámara de Diputados teje y desteje como Penélope, un futuro incierto que se desgrana por un lado, en la Justicia, a partir de numerosas causas penales y, por el otro, por su propia medicina que no fue otra que la de alcanzar el poder y matar, de un solo zarpazo, a su mentor.

La conjugación no es buena. En ambos casos es perdidosa. En cambio, y llamativamente, la oferta del 15 por ciento no parece surgir de un acto de generosidad sino de la urgente necesidad de un acuerdo político que permita que todos sobrevivan dentro de una misma ecuación.

En esa matriz, el 15 por ciento sería el cálculo ideal para que Sergio Urribarri, en representación de Unión Ciudadana, se asegure los votos para seguir en la banca y con ello, los fueros que necesita para seguir escapando de la Justicia que lo espera por varios temas vinculados, en su mayoría, con el uso indebido de los fondos públicos durante sus mandatos como gobernador.

El primer cálculo que arroja el 15 por ciento que propone el oficialismo, son unos 60 mil votos, lo que no es difícil de alcanzar teniendo en cuenta la performance del peronismo en la última elección general.

El piso es bajo, pero los costos políticos son caros. El urribarrismo que depredó todo lo que lo antecedió, incluso al mismo Busti, trata de sobrevivir aún como una mínima expresión dentro de una más amplia que es la que lidera Bordet que tiene en claro que es mejor tener a todos del mismo lado, y más cuando se pone en juego una reelección.

Con este porcentaje, Urribarri se asegura un resultado doble: Una banca y también fueros. Indispensables para que la Justicia no avance con las causas en su contra.

El punto en cuestión será acomodar el resto de los melones en el carro, porque si la cifra es mínima, cierto también que se abre el juego de máxima. Resta saber cómo se salda esta decisión de las minorías con los partidos políticos que son en síntesis los que deben fijar las reglas aunque esta vez se enteraron por los medios de una propuesta hecha casi a medida (de Urribarri).
Fuente: El Entre Ríos

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