Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
Nayib Bukele, millennial con mano dura
Nayib Bukele, millennial con mano dura
Nayib Bukele, millennial con mano dura
El Salvador está a la vuelta de la esquina…

Se trata de una manera de decir, dado que la geografía y los textos que se ocupan de ella, dicen otra cosa. En tanto, de la lectura de estos, viene a quedar en claro que El Salvador, oficialmente República de El Salvador, es un país soberano de América Central ubicado en el litoral del océano Pacífico con una extensión territorial de 21 041 km².

El cual, en el año 2018 contaba con una población estimada en 6 704 121 habitantes, siendo el país más densamente poblado del continente americano, con 300 habitantes por kilómetro cuadrado.

Que limita con Guatemala al oeste y con Honduras al norte y al este, al sureste el golfo de Fonseca lo separa de Nicaragua, y flanqueado al sur por el océano Pacífico. Su territorio está organizado en 14 departamentos, 35 distritos y 262 municipios. La ciudad de San Salvador es la capital del país; su área metropolitana incluye 14 municipalidades cercanas, y concentra la actividad política y económica de la república.

Me rectifico. Porque a la hora de referirse a El Salvador nada está claro. Ni siquiera en apariencia, ya que tanto ella, como sus nacionales, pueden considerarse una suerte de contradicción viviente, la que a pesar de eso, inexplicablemente, en un ir a los tumbos permanentemente, sobrevive. Y no puedo dejar de recordar que en materia de contradicciones vivientes podemos todos nosotros hacer gala de una larga experiencia.

Es que cualquiera comienza por confundirse, si se empieza por atender a las mutaciones, con una ida y vuelta vacilante, que ha tenido su nombre. Salvador, El Salvador, o República de El Salvador. Dudas en apariencia ahora superadas, en las que algún psicoanalista vería algo parecido a una crisis de identidad. Mientas tanto no se puede pasar por alto el hecho que en la década del veinte del siglo XIX, llegó por poco tiempo, federalizándose, a formar parte de una precaria y corta República Federal de Centroamérica, la que luego de esfumarse con más penas que gloria, todavía y seguramente para siempre, sigue ese ahora convertido en un ideal, en veremos.

No le va bien en lo que a su territorio respecta, el que casi en su totalidad (un 85 %) puede considerarse zona de riesgo sísmico, dado lo cual resulta explicable que su ciudad capital, Salvador, se señale que está ubicada en el valle de las hamacas. Como si esto fuera poco, se asiste a la curiosidad que su enemigo histórico, da la impresión que no haya sido España, sino su vecina Guatemala, que respecto a aquel país ha mostrado veleidades imperialistas, explicables. Dado que aun los chicos encuentran uno más chico todavía, a quien se busca sujetar.

Ello sin olvidar a Honduras, con la que no hace de esto muchas décadas mantuvo por casi un día algo que se conoce como la guerra del fútbol, dado que la confrontación afloró luego de un partido de fútbol en el que se enfrentaban las selecciones de ambos países, y duró apenas tanto como un encuentro de ese tipo, con una seguidilla de alargues. Aunque la explicación larvada pasara por la expulsión de salvadoreños afincados en el limítrofe territorio de ese vecino.

Respecto a lo cual, debe tenerse en cuenta que, el hogar de los salvadoreños, a estar a los datos mencionados más arriba, exhibe un grado de hacinamiento comparable al de las cárceles de nuestro país. De allí que El Salvador sea expulsor permanente de nacionales obligados a migrar. Circunstancia que la única trágica ventaja que de ella resultaba, era que hasta la actual era de Trump, los Estados Unidos se constituían en su lugar principalísimo de destino. Algo que permitía que el país al que nos referimos nivelara su balanza internacional de pagos, gracias a los dólares que remitían a sus familias que allí habían quedado, los que se habían marchado…

En cuanto a su estructura social, la misma forma la clásica pirámide de la de nuestros países latinoamericanos, nada más que acentuada. En lo alto un grupo de familias relativamente ricas (no hay que dejar de tener en cuenta el contexto) y en la base una enorme cantidad de personas pobres muy pobres.

Las peleas entre los más ricos, y entre aquellos y los que han movilizado a los pobres, ha llevado a que a lo largo de su historia, la salvadoreña este preñada de golpes de estado, regímenes autoritarios, y hasta una guerra civil que en las últimas décadas del siglo pasado se prolongó durante once años y no es exagerado señalar que produjo casi cien mil muertos.

Hartos de tanto cansancio trágico, en un día comenzaron a institucionalizarse, pero ese proceso concluyó en unas pocas décadas, socavado por la creciente inseguridad provocada por bandas de delincuentes que no respetaban nada, como era habitual que se dijera entre nosotros en tiempos en los que, los que así lo decían, no eran conscientes del significado profundo de esas palabras.
Y es entonces donde aparece Bukele
Estoy refiriéndome a través de un extracto de una crónica aparecida en el diario The New York Times a la reciente entronización en el Salvador, como presidente, de Nayib Bukele, al que en esa crónica en su mismo comienzo se lo califica como un político con poca experiencia, un millenial que dirigió su campaña principalmente en las redes sociales y que ofreció pocos detalles concretos sobre cómo gobernaría.

La elección de Bukele, de 38 años, hizo a un lado a los dos partidos políticos que se habían alternado en el poder desde el final de la brutal guerra civil de El Salvador de la década de 1990. Cuando declaró su victoria, vestido con un pantalón de mezclilla y una chaqueta de cuero, Bukele dijo que el país había "pasado la página" a la era de la posguerra.

Esa era de cualquier manera la esperanza de los votantes, que lo llevaron a la presidencia convencidos de la llegada de un cambio que mejoraría sus vidas. Todo ello, en un país que durante mucho tiempo ha sido afectado por la corrupción y la pobreza y que tiene una de las tasas de asesinatos más altas del mundo.

Pero las medidas que Bukele ha tomado en los últimos meses han hecho que muchos salvadoreños -abogados, líderes empresariales, defensores de derechos humanos, periodistas y otros- sientan temor ante la posibilidad de que su gobierno sea un retroceso hacia el tipo de liderazgo autoritario que el país derrocó luego de librar una guerra civil.

Así se señala que el último febrero, Bukele llevó soldados al Congreso para intimidar a los legisladores con el fin de que aprobaran un proyecto de ley. Al mes siguiente, no acató las órdenes de la Corte Suprema de que dejara de usar al ejército en los operativos de detención de los infractores de la cuarentena. Más tarde, abogó por el uso de la fuerza letal en una ofensiva contra las pandillas criminales que aumentan la tasa de homicidios en el país.

En marzo, desplegó al Ejército en las calles para hacer cumplir una de las cuarentenas más estrictas de la región con el fin de evitar la propagación del coronavirus, a sablazo redoblado. Soldados y policías han encerrado a miles de personas en centros de contención por no cumplir con la cuarentena, y los mantienen confinados en esas instalaciones durante semanas, algo que llevó al pronunciamiento de la Corte Suprema, el cual Bukele se negó a acatar.

Cuando en abril, una oleada de asesinatos destrozó la relativa paz que había prevalecido en el país desde el inicio de la pandemia y puso en duda uno de los logros más importantes de Bukele: reducir la violencia.

En respuesta, autorizó a la policía y al ejército a matar a miembros de pandillas si fuera necesario, con un tuit en el que decía: "El uso de la fuerza letal está autorizado para defensa propia o para la defensa de la vida de los salvadoreños".

El gobierno también publicitó una serie de medidas destinadas a castigar a los miembros de las pandillas que se encuentran encarcelados, al publicar fotos que muestran el duro trato que reciben por parte de las fuerzas de seguridad.

Es así como recorrió el mundo una imagen que mostraba a cientos de prisioneros amontonados en el suelo, con las cabezas afeitadas presionadas una contra la otra, mientras los guardias los vigilaban con armas semiautomáticas. La escena no respetaba las reglas de distanciamiento social que el Estado está aplicando de manera estricta en otros lugares.

Bukele también anunció que se ubicará a pandilleros rivales en la misma celda y que sellará las celdas con láminas de metal soldado. "Estarán adentro, en lo oscuro, con sus amigos de la otra pandilla", tuiteó; en lo que en el mismo El Salvador se ha tenido por una invitación para que se maten entre sí.

Sin embargo, y nada que pueda extrañar, las encuestas muestran que más del 85% de la población apoya al presidente, cuya postura de mano dura contra el crimen es popular entre los salvadoreños que sufren a causa de las pandillas.
... pero sigue presente la amenaza de retorno a una versión actualizada a lo que se conoció como el estado de naturaleza
Con este nombre se conoce una hipótesis metodológica que en su momento pusieron de moda dos pensadores filosóficos (es el caso de Tomas Hobbes y Juan Jacobo Rousseau), la que consiste en remontarse a la hipotética situación del hombre antes de la instauración del Estado y del Derecho, mediante la imaginaria celebración de un contrato social.

Antes se seguir adelante, resulta de utilidad destacar, que si bien Hobbes y Rousseau coinciden en la existencia del contrato, como momento de salida del estado de naturaleza, por parte del hombre; discrepan radicalmente en relación a su situación anterior. Es que así como Hobbes tiene al hombre por lobo del hombre, según Rousseau, el hombre naturalmente bueno, es corrompido por la sociedad. Cuando ingresamos en el terreno de las controversias que giran acerca de si el salvaje es bueno o malo.

En tanto, en los ámbitos intelectuales se asiste en la actualidad a un renovado interés por la persona de Hobbes y su mayor obra Leviatán, que contrasta con la ausencia de modificación alguna de la estrella de Rousseau, permanentemente encendida, más allá de la aplicación distorsionada que muchos confundidos acerca de su concepto de la voluntad general, que los lleva incurrir en el grave error de que la voluntad de la mayoría de una población, es suficiente para lavar las culpas en que han incurrido quienes gobiernan, transformando el vicio en virtud.

Atendiendo al pensamiento de Hobbes he podido aprender que éste concibe al estado de naturaleza, como aquel por el cual cada persona tiene derecho natural o libertad para hacer cualquier cosa necesaria para preservar la vida de cada uno; no hay propiedad privada ni injusticia, ya que no hay ley. De donde en ese estado cada cual lleva una vida solitaria, pobre, asquerosa, bruta, y corta, a la vez que se asiste a una guerra de todos contra todos. En suma, un estado de cosas en el que vale todo, pero en el que al final todos salen perdiendo. De allí que Hobbes desarrolla la manera de salir del estado de naturaleza hacia la sociedad, política y gobierno en el Contrato de mutuo.

En tanto, la salida con la celebración de ese contrato vendría a significar que los hombres deciden ceder su independencia en favor de uno de ellos, el monarca absoluto, quien garantiza que solo él y sus secuaces tendrán derecho a agredir a todos los demás, garantizando así la paz social.

Desconfío acerca del acierto de mi interpretación del pensamiento de Hobbes. Aunque no puedo dejar de considerar que la descripción del estado de naturaleza esbozada, está presente entre nosotros como una amenaza. Aunque claro está, se trataría de un estado de naturaleza de segunda generación. A la vez, me inquieta y me disgusta, tanto que pueda llegarse a seguir a Hobbes, como que un Bekele pueda llegar a pasar por ser la solución.
Fuente: El Entre Ríos

Enviá tu comentario