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Soldados lo llevaron a lugar seguro (AFP)
Soldados lo llevaron a lugar seguro (AFP)
Soldados lo llevaron a lugar seguro (AFP)
12 de abril de 2020, martes por la mañana y dos ataques que dejaron, al menos, 37 muertos en Kabul, Afganistán. Uno de estos ocurrió en una maternidad, al oeste de la capital, luego de que tres terroristas con uniforme del Ejército entraran con ametralladoras y granadas. Murieron madres y 18 niños quedaron huérfanos. El conflicto en esta parte del mundo no cesa y el baño de sangre continúa.

El ataque se da en un contexto en el que la tregua entre los talibanes y Estados Unidos avanza lentamente y la impaciencia empieza a manifestarse con violencia. ¿El motivo del retraso? Un intercambio de prisioneros que todavía no se termina de concretar. Mientras tanto, la sangre sigue corriendo.

Y es así como 18 niños, que llevan apenas unos días en este mundo, ya se han quedado sin madre y han vivido, aunque quizás nunca lo recuerden de forma gráfica, el asesinato de ellas. Hoy, gran parte de ellos se ha empezado a reencontrar con sus padres, quienes no estaban en el hospital porque la pandemia del Covid-19 no se los permitía.

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El hospital fue atacado por hombres armados (Crédito: EPA) Agrandar imagen
El hospital fue atacado por hombres armados (Crédito: EPA)
En una situación de crisis como la pérdida de un ser querido, sumado a la situación de vulnerabilidad de otro, parecería que se podrían dejar de lado costumbres arcaicas. Así, en una sociedad conservadora y patriarcal como la afgana, donde los hombres consideran una ofensa que se nombre a sus mujeres, los padres se encontraron identificando a sus hijos con el nombre de sus madres. “El hijo de Suraja”, “el hijo de Gul Makai”, pedían desde la puerta de esta maternidad.

No obstante, este derecho a “no cumplir las reglas tradicionales” es sólo para los hombres. Mientras estos podían llevarse a sus hijos, la hermana de una de las víctimas, que fue a buscar a su sobrino en ausencia del padre que se encuentra en la guerra, no tuvo esa misma suerte. Y vio cómo le cerraban las puertas frente a sus ojos, según cuenta Mujib Mashal, corresponsal para The New York Times en Afganistán en su artículo “Born Into Carnage, 18 Afghan Babies Face an Uncertain Fate” (Nacidos en una Carnicería, 18 bebes afganos enfrentan un incierto destino).

Estas dos reacciones frente a una misma situación nos marcan que, si bien podemos creer que cuando nos encontramos en crisis se deja de lado lo tradicional, como en muchas sociedades el machismo, no es tal el caso. Sino todo el contrario, los lazos estructurales en los que una sociedad se basa suelen reforzarse, y todo cambio que se hubiera podido estar gestando en el pasado queda de lado, puesto en pausa.

Quizás esta tía pueda reencontrarse con su sobrino en breve. Quizás no. Lo que sí parece quedar evidenciado en el caso es que las reglas tradicionales las pueden evitar sólo aquellos que las escribieron, a quienes no se les aplican. Y así, en el medio de un contexto de sangre, sumado a una pandemia global, Afganistán aplica como si nada sus reglas “patriarcales”, que no son más que privadoras de derechos de las mujeres.

Esta respuesta frente a una tragedia nos evidencia de alguna manera la desigualdad entre hombres y mujeres. Hoy, el mundo vive otra crisis, distinta, pero que pone igualmente en jaque el status quo. ¿Retrocederemos en términos de género o avanzaremos? Por ahora, el aumento de casos de violencia hacia las mujeres en América Latina parece inclinarse más hacia lo primero que a lo segundo. Está en nosotros y todos los que formamos parte de esta sociedad evitar que esto suceda.
Fuente: El Entre Ríos

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