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¿Y si en estos días de mayo, que en una época eran de heladas mañanas llenas de banderas, nos acordamos un poco de Baltasar? ¿Adivinó cuando venía a gobernar estas tierras, que sería el último de una lista no muy larga? Cierto que siempre lo recordamos en tercer lugar: Gaspar, Melchor y Baltasar. Vino para ser el número once de la fila que se iniciaba en 1777 y fue el último virrey del Río de la Plata con residencia en Buenos Aires. En Montevideo pretendieron sucederle Javier de Elío y Gaspar de Vigo y, al final, Fernando VII pudo nombrar a Pedro de Olaneta, sin saber que ya había muerto. Así hacía las cosas Fernando, “el deseado”.

Ya en el nombramiento de Baltasar Hidalgo de Cisneros hubo una declinación, un venir a menos. No fue nombrado por el rey sino por la “Junta Suprema Central y Consejo de Regencia de España e Indias” (1808-1813), a su antecesor Santiago de Liniers lo había nombrado un rey Borbón. A Baltasar esto lo mortificaba un poco, o un tanto.

Baltasar Hidalgo de Cisneros (1755-1825) nació y murió en Cartagena, sobre el Mediterráneo, lugar privilegiado en cualquier época. A los 16 años inició su carrera militar y en 1780 luchaba en Cádiz contra los ingleses. Y continuó la lucha contra ellos en Trafalgar, como uno de los marinos más destacados, enarbolando su insignia en el navío de la “Santísima Trinidad” el mayor barco español de la flota. Fue una coalición entre Napoleón y los borbones españoles los que se enfrentaron en las aguas cercanas a Cádiz (Trafalgar), contra la armada inglesa que logró el triunfo y sorprendió la muerte al almirante Lord Nelson. Fue una batalla decisiva para Inglaterra, hacía ya menos posible la invasión napoleónica a sus tierras, y el corso dirigió sus miradas a la Europa central. Austerlitz lo aguardaba.

En Trafalgar, Baltasar quedó sordo, al menos parcialmente. Esa fue su última acción naval contra los ingleses y cambia ahora de enemigo: son ahora los franceses quienes invaden España, despertando una terrible resistencia. Guerra que se libraría entre 1808-1813.

Y así en 1809 deciden reemplazar a Liniers de su cargo de Virrey. Al fin y al cabo era un noble francés, despertaba suspicacias, cosas que Liniers comprendió. Es probable que los dos virreyes: el saliente y el entrante pudieran haber confraternizado. Ambos habían luchado contra los ingleses con desigual fortuna. Liniers se había cobrado cierta revancha al vencerlos en Buenos Aires. Descendía de Guillaume de Liniers, quien muriera en la famosa Batalla de Poitiers (Francia 1536) vencido por el Príncipe Negro. ¿Batallas desiguales que se suceden a largo de los siglos, o una sola batalla?

Ya en Buenos Aires, Baltasar enfrenta múltiples problemas: intrigas con los españoles residentes, criollos disconformes. Estallan las revoluciones en el Alto Perú, que son reprimidas por orden de Cisneros. La represión fue feroz: “cosas de los tiempos, no de España”, diría el poeta Quintana. Decretó el libre comercio para el enojo de los españoles y contrabandistas y soportó el Cabildo Abierto del 22 de mayo, queriendo luego persistir como presidente de la Junta, en vano. Da aviso a Liniers en Córdoba y en un buque inglés es despachado a las Canarias.

En España trató de organizar expediciones para recuperar el virreinato, sufre el juicio de residencia, es encerrado en el Arsenal, cerca de Cádiz, y finalmente es nombrado Capitán General de Cartagena, donde muere en 1823.

¿Habrá recordado algo con ternura o tristeza en su viaje de regreso? Tuvo aquí la oportunidad de un triunfo, pero solo participó en derrotas? ¿Recordaría el ancho río barroso, la pampa esbozada, los cantos de calandrias y teros? Una biografía quizá no termine por completo con la muerte de su héroe. Es que nos prolongamos en muchas formas -aunque no seamos héroes, lejos de ello-. Su tataranieto Ignacio Hidalgo de Cisneros fue jefe de la Fuerza Aérea Republicana durante la guerra civil española 1936-1939.Y va aquí otra derrota más.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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