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Lealtad y traición son clásicos temas del drama, las novelas de la tarde, y los unitarios que se emiten por televisión, la conceptualización de la lealtad, como el juzgamiento de las traiciones es un tema apasionante, causa de muchos disgustos y sorpresas.

En política la mención a la lealtad es una constante, todos los partidos hacen causa común en este sentido, todos tienen en su haber una larga lista de traidores, oportunistas, protagonistas de alianzas circunstanciales y contradicciones inexplicables.

Frases como “sacar los pies del plato”, “la traidores son los mejores pagos”, “nadie resiste un archivo”, entre otras han servido históricamente para ejemplificar las traiciones surgidas a lo largo de la historia.

Los socios del ayer, son los adversarios del hoy y tal vez los amigos del mañana, porque pareciera que bajo el manto de “la política”, se podría justificar cualquier medio en honor al fin deseado.

Entonces cuando se habla de lealtad, la pregunta inmediata que nos deberíamos hacer es ¿lealtad a quien?, porque las lealtades parecieran ser devolución de favores personales, entonces la referencia es al personalismo exacerbado, en cambio existen lealtades a las ideas y valores, las cuales necesariamente se van adaptando a las circunstancias de la realidad.

Dentro de los dilemas éticos, está cuando son los dirigentes los que mutan, cambian de objetivos o directamente toman el camino contrario al que venían transitando, mareando a sus seguidores, quienes deben aprenderse de memoria un discurso del cual ya no se encuentran convencidos, pero no desean caer en el mote de traidores.

En este aspecto las alianzas con diferentes partidos, provocan un efecto similar, seguramente por la falta de cultura frentista, y un bipartidismo histórico que falleció cuando se dejo de aceptar la clásica regla “quien gana conduce, quien pierde acompaña”, la dirigencia actual en un importante porcentaje no desea ser conducida, se corta sola, y en síntesis se auto dirige, así vemos como el tablero político cambia rápido como el clima.

La realidad de mucho políticos que rememorando a Weber no solo viven para la política sino de la política los lleva a la desesperación de no quedarse afuera, entonces mientras están en un sector, van calculando los tiempo para pegar el salto y sumarse al que lidere las encuestas, total motivos para enojarse y justificar un pase siempre sobran, y de última se apela a la memoria selectiva de la sociedad.

Los sincericidios en política abundan como el egocentrismo y la soberbia, claros reflejos de una sociedad que aún rehúye de mirarse al espejo y esperar cambios culturales profundos, a simple retoques de maquillaje.

La lealtad, y la traición parecieran ser conceptos antitéticos con la gerencia, un nuevo concepto de dirigentes, quienes en sí responden al modelo de la actividad privada, con marcada idea neoliberales, quienes basados en la transparencia, eficiencia y eficacia, declinan el rol social de la política.
Muchos en su carrera hacen un culto a la lealtad a la traición, que no es más que poner sobre todas las cosas, el interés personal sobre el interés general.

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