Distinta fue la suerte de las lanchas que en forma sucesiva llevaban de Colón al puerto de la planta de Liebig, a los colonenses que en ella trabajaban en épocas pretéritas, y de las embarcaciones de la misma empresa de lanchas que servían para vincular diariamente a colonenses y sanduceros. Empresa en la que en su etapa final se lo vio a Pancho del Río, además de ser el dueño de la empresa, encargarse de cumplir en lo que a la prestación del servicio respecta todo tipo de funciones. Lanchas que pasaron silenciosamente al olvido, luego de cesar el servicio, como consecuencia de la habilitación del puente internacional que vincula a Colón con Paysandú.
En tanto, ignoramos hasta qué punto influyó en Concordia, el cese de la prestación de ese servicio de lanchas en la interacción de tipo personal de sus habitantes con los de Salto. Aunque en el caso de Colón, todo lleva a pensar que esa interacción de sus vecinos, con los de su vecina Paysandú, se ha hecho menos estrecha, involucrando en menor medida a la relación entre las familias de ambas costas, circunstancia, esta sí en la que se hace presente la nostalgia para muchos colonenses. Es que inclusive podrá haberse incrementado los contactos impersonales de naturaleza comercial, pero ello es otra cosa.
De allí que habría que buscar la manera de convertir en realidad esa “hermandad” que tanto se pregona y tan poco se practica, y que sería realmente enriquecedor para las poblaciones ribereñas de ambas costas de nuestro río.