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El “itinerario” es, según alguna enciclopedia, un mapa de carreteras. Ocurre que, con ese nombre era conocido un tipo de mapas de muchas “vías” que llegó a construir el Imperio Romano en muchos de sus territorios, con el objeto de facilitar los movimientos de las legiones que aseguraban la conocida como “pax romana” dentro de sus límites.

A la vez, se afirma que el único mapa de carreteras de esa época que ha sobrevivido es la Tabula Peutingeriana. Mientras que, en cambio, lo que se conservan son muchas “listas”-no mapas- de ciudades y distancias en una determinada vía o calzada.

En la actualidad no parece haber cambiado el significado del término, por cuanto los actuales diccionarios aluden al itinerario como “dirección y descripción de un camino con expresión de los lugares, accidentes, paradas, etc., que existen a lo largo de él”. Itinerario que, a su vez, se vuelca en un mapa, conocido también como “hoja de ruta”.

De donde, al mencionarlo de esta manera, se hace alusión al itinerario, no como un recorrido concreto sino al documento utilizado por viajeros, para mantenerse “orientados” en la marcha hacia su destino.

Mientras tanto, al vincular ese término con nuestro actual Presidente, resulta oportuno destacar que no está el mismo destinado a utilizarlo en forma simbólica, sino aludiendo a la “desorientación” que se observa en la marcha de su gestión en el cargo. Un quehacer lleno de marchas y contramarchas, “detenciones” o paradas incomprensibles; que vendrían a explicarse, en parte, por no contar con “una hoja de ruta”, o sea, con un mapa de metas y acciones que le sirvan para marchar hacia adelante.

Una circunstancia que lo obliga a esos cambios de rumbo repetidos y contradictorios en el quehacer presidencial, impuestos por la necesidad de no chocar con dirigentes afines; los cuales, aunque sea tan sólo en lo estrictamente personal y no en su quehacer como funcionarios, cuentan con un itinerario previo y meticulosamente trazado.

Mientras tanto esa desorientación y ausencia de un rumbo claro explica que, en lugar de una hoja de ruta, cuente sólo con una “agenda” en la que aparecen juntos fechas, lugares, y actos programados, registrados invariablemente con la convicción que en cualquier momento pueden ser ya eliminados, ya modificados. De esa manera, a decir verdad, viene a dejar en manos ajenas –algo que es explicable y válido- el ocuparse de los itinerarios.

Por otra parte, esa situación vino a cambiarse de una manera importantísima, cuando la renuncia de Guzmán al Ministerio de Economía, luego del corto transitar de su sucesora. Batakis llevó a que se produjera lo que significó para él un drástico recorte de su poder formal.

Una circunstancia que no se puede calificar en sentido estricto como un “vaciamiento de poder”, pero que de cualquier manera obligó a efectuar un montaje, con el que se intentó llenar una caída significativa en lo que era su agenda habitual.

Es así como se vio obligado, para disimular esas caídas, y también como una manera de alejarse de esa atmósfera trágicamente conflictiva que se vive en las esferas del poder central y buscar mantenerse en la escena pública pergeñando itinerarios que lo llevaran a distintas partes del país, para encabezar actos que muchas veces no podían servir para justificar su intervención en ellos.

De un cariz distinto, son los itinerarios que lo llevaron al exterior del país. Uno de características muy peculiares, fue esa suerte de “atropellada” que llevó en cabo a Brasil en ocasión de la victoria de Lula en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, que, “efusiones” aparte con el personaje victorioso, dejó sentado por ser el primer mandatario presidencial o líder político latinoamericanos en hacerlo, que existen ocasiones en las que aparentemente el “mucho madrugar” puede llegar a pesar, más allá de que resulte o no beneficioso.

De los otros itinerarios que tenían otros destinos también en el exterior –todos ellos en compañía de una numerosa comitiva- aparte del caso que cabe considerar previsible y hasta formalmente necesario, cual es su presencia en la Asamblea General de las Naciones Unidas para pronunciar un mensaje en representación de nuestro país, el que resulta verdaderamente destacable ya que es el itinerario que lo acaba de llevar a París.

Es que por esta vez siquiera, su diplomacia de “disparar abrazos repetidos y hasta apabullantes” a su anfitrión, parecen haber dado resultado. Fue, según se ha señalado lo que ocurrió en el tramo de su conversación en el que se tocó la situación insoportable que se vive en Venezuela.

En la que se pudo ver a un Emmanuel Macron sorpresivamente más amigable con Maduro –no está demás señalar que ello ocurre en circunstancias en que el mundo vive una crisis energética y que Venezuela está asentada sobre un mar de petróleo sin explotar, al menos de una manera eficiente-, a quien -según se dice- nuestro presidente puso en situación de alerta, y luego lo hizo meditar, con una corta frase que pronunció casi al pasar.

Fue cuando, mirando seriamente a Macron, le recomendó que los países de occidente con medidas y sanciones cada vez mayores “no terminen haciendo de Venezuela otra Cuba”.

De allí a que Macron lo invistiera informalmente del carácter de “un facilitador de la paz” en ese país, en el que pasó por un instante. De donde, se trata de esperar que la contribución a lograr el restablecimiento de una república, resulte exitosa. No solo por lo que ello significaría para Venezuela, sino porque llevaría a la circunstancia afortunada, en que una mayoría de nuestra población estaría en condiciones de mirar con otros ojos a la persona de nuestro presidente.

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