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El temido Primer Comando de la Capital en Brasil
El temido Primer Comando de la Capital en Brasil
El temido Primer Comando de la Capital en Brasil
Primeiro Comando da Capital

En Brasil y con ese nombre, el cual se traduce habitualmente al castellano como Primer Comando de la Capital, o por la sigla PCC, es una organización criminal brasileña. En textos de diarios de ese país, puede leerse que en los comienzos de su accionar visible se conoció como Partido del Crimen. Conformado en 1992, con el aparente y loable objeto de combatir la opresión del sistema penitenciario paulista.

Por Rocinante

Más concretamente, según se afirma, surgió como una manera de vengar en el año 1992 la muerte de los 111 presos, ocurrida el 2 de octubre de 1992, en la "masacre de Carandiru", cuando la Policía Militar mató a reclusos en el pabellón 9 de la desaparecida “Casa de Detención de São Paulo”, pero dejó rápidamente de lado ese objetivo y se mostró como lo que realmente era; es decir, una organización de delincuentes, dispuestos, como lo hicieron, a seguir siéndolo desde la cárcel. Como detalle anecdótico cabría señalar que el grupo usaba como identificación el símbolo chino del equilibrio 'yin-yang', a negro y blanco, que fue adoptado como emblema de la facción, considerando que era ´una manera de equilibrar el bien y el mal con sabiduría´.

La referencia precedente, en mi caso se explica por la inquietud provocada por la posibilidad de que esa agrupación criminal en un momento dado se instale entre nosotros, como ya lo está, de una manera consolidada, enraizada en el Paraguay, mientras que además sigue extendiendo sus redes tanto en Bolivia como en el Uruguay.

Esa inquietud, que la veo preñada de temor se agudiza, a estar a una información periodística nacional, que habla de contactos entre ella y la banda rosarina de Los Monos, actualmente teledirigida desde la misma cárcel donde se alojan sus principales cabecillas, los que según se sabe están condenados judicialmente a cumplir penas de prisión. Penas que en algunos casos significan la acumulación de más de una centena de años. Es así como se habla de intercambio de armas sofisticadas, atento a su poder de fuego, las que son enviadas desde Rosario al Paraguay, a cambio de drogas que reciben sus destinatarios de aquel país. A la vez, existen quienes, más alarmistas o con mayores conocimientos, afirman que ya el PPC ha desembarcado en nuestro país.
La naturaleza de estas organizaciones criminales: ¿sindicatos, empresas o partidos políticos?
Acabo de señalar que hubo un momento en el cual al PPC se lo mentaba como el Partido del Crimen. Frente a lo cual, cabe señalar que el hecho que se lo mencionara de ese modo, no significa que necesariamente lo fuera. Sobre todo, si se tiene en cuenta que un partido político tiene como objeto acceder al poder para gobernar, cosa que no es de interés para estos grupos; a los cuales sí les interesa incidir o influir sobre quienes detentan el poder en sus diversos niveles, pero no ejercerlo directamente, dado que por lo que debería tenerse como principio, es que cuando esas organizaciones adquieren una determinada dimensión, pueden llegar a considerarse como auténticos factores de poder.

Ello no significa una atenuación en la gravedad del problema, ya que cabe la posibilidad, la que por otra parte es más que eso dado de que existe un gran número de casos en que se ha visto y se ve convertida en hechos concretos que a esa posibilidad, conservando su condición primigenia de factor de poder, se infiltren dentro del mismo, ocupando en él cargos estratégicos.

El planteo precedente viene a chocar, con la postura de quienes consideran que puede darse un partido de delincuentes (por ejemplo, de ladrones), algo que de ser posible no es probable, ya que ello significa que la corrupción alcanza no solo a la totalidad de la dirigencia, sino al conjunto de afiliados y simpatizantes.

No existiría en mi concepto, objeción alguna a la formación de sindicatos por parte de presidiarios, si entendiéramos por éstos organizaciones en menor o mayor medida institucionalizadas, cuyo objeto fuera el encausar los legítimos reclamos de los reclusos (no hay que olvidar que el ser un condenado no le quita a nadie su condición de persona), lo que implica el brindar protección a los mismos contra las agresiones de otros reclusos o por parte del personal carcelario. Máxime en circunstancias como las que se viven en tantos lugares de todas partes, donde un pésimo sistema carcelario convierte a los establecimientos de este tipo, por si solos y sin necesidad del agregado de otro tipo de acciones, en verdaderos mecanismos de funcionamiento permanente de tormentos.

Algo que es indudable es, en cambio, el hecho de que una banda criminal, alcanzada determinada dimensión, exige una organización de naturaleza empresarial si quiere no solo perdurar y tener éxito en sus perversos objetivos. Una organización que en principio es de carácter informal, pero que alcanzada una gran dimensión se las viste con el ropaje de sociedades comerciales legalmente constituidas; algo que se da sobre todo en el caso de los criminales de guante blanco.
El estado de cosas que se observa en nuestro país
Partiendo de una visión absolutamente profana en la materia, tengo la impresión que todavía nuestra sociedad se encuentra en lo que cabe considerar como un punto de inflexión, en relación a la instalación consolidada del crimen organizado.

Queriendo decir con ello que estamos todavía a tiempo de reaccionar, de manera de evitar que la situación en materia de seguridad no se desmadre, de manera de volverse irreversible.

No hay que olvidar que al crimen organizado se lo ha visto penetrar, con éxito diverso, en determinados escalones de la justicia, las fuerzas de seguridad, y en áreas sensibles, aunque en niveles bajos, pero de importancia estratégica de la administración pública. No se puede sino recordar el caso de la localidad correntina de Itatí, donde ni la presencia simbólica de la Virgen pudo impedir que allí la delincuencia organizada llegara a resultar el poder efectivo, mediante la connivencia de funcionarios que ocuparan posiciones claves.

Nada que pueda extrañar a nadie, ya que la problemática de la que he efectuado un ligero repaso, se inserta en un contexto mayor, en el que la sociedad toda se encuentra en un punto de inflexión. Frente al cual lo único que se puede afirmar es que todavía estamos a tiempo de reaccionar, aunque al mismo tiempo deberíamos ser conscientes que ese tiempo se está agotando de una manera cada vez más acelerada. Y que la cuestión no pasa por si se puede o no se puede, sino por si se quiere.
Fuente: El Entre Ríos

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