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Ante la proliferación de fuentes de desinformación, urge una comunicación clara del Gobierno para retomar las riendas de la cosa pública.

Hay un nuevo tipo de comunicación que sirve sólo para desinformar. Los noticieros ya no dan noticias, sino que sólo atraen audiencias en tanto adaptan sus formatos a los de una red social, generando intercambios de opinión sobre los más diversos asuntos.

Las audiencias son parte integral de los programas con sus tuits inducidos, y generan respuestas a favor y en contra de los panelistas. El consenso nunca atrae al público. Cuanto más airadas sean las disputas, mejor será el rating. La consecuencia es lamentable: las discusiones generan histeria y la desinformación es total. Cualquier tema vale:: un amorío, el problema medioambiental, la suba de las tarifas o el alza del dólar. Se provocan reacciones emocionales, no racionales. Eso atrae rating.

No han escapado a este formato las peripecias económicas que por estos días enfrenta nuestro país. Peripecias que poco tienen que ver con los problemas de fondo que enfrenta, y mucho con su corrección. Los títulos del día están liderados por la depreciación acelerada del peso y por el recurso al FMI, temas sobre los que hemos escuchado opinar a Luciana Salazar o Flor de la V, bajo la tutela de Pamela David o Jorge Rial. El mensaje no puede sino erizar la piel. No porque no tengan derecho a opinar, sino porque en su opinión es más relevante el rating que la información.

Ante semejante auge de la desinformación, el Gobierno no ha sabido cómo traer tranquilidad. Ni con sus acciones ni con sus discursos. Curiosa paradoja para una administración que amén de jactarse de tener “el mejor equipo de la historia”, parecía tener un aún mejor equipo de comunicación, con una maestría en el uso de redes sociales y un manejo de la imagen moderno y sin par entre sus rivales.

El asunto es que acá no se trata de rivales la cosa. Nadie en su sano juicio puede acusar al kirchnerismo, el massismo o el peronismo por la suba del dólar o el recurso al FMI. Por más que haya programas y cuentas de Twitter filo-opositores que alimentan la histeria.

El asunto es que el cuento de hadas de la gradualidad, o, dicho con más crudeza, del ajuste sin dolor, ha sido puesto en duda. El Gobierno se niega a decirlo. Peor: convoca conferencias de prensa para negarlo a través del Presidente, el Ministro de Hacienda y el Jefe de Gabinete. Es un mal presagio: si amerita tres conferencias de prensa, es posible que no se encuentre la explicación o que sea peor de lo que imaginamos y no sabemos cómo resolverlo.

Una explicación escuchada por estos días es que cada conferencia de prensa estuvo dirigida a un público diferente. La realidad es una. Nadie entiende a Dujovne, y aunque Peña sea entendible, carece del carisma necesario para ser creíble.

Es muy difícil vender un proyecto que no se entiende. Los problemas de hoy tornan obsoletas las estrategias comunicacionales de ayer. El ajuste indoloro ya no es posible. La distracción judicial tampoco impacta, y el resurgimientos de las causas por corrupción parece tan inoportuno como las intervenciones del BCRA en el mercado de cambios.

Cuando el Gobierno acude al auxilio del FMI, da a entender que el problema es serio. El FMI sólo es un cuco en la mente de algunos militantes que repiten las mismas cantinelas de tres décadas atrás. Pero a la vez es cierto que ningún país serio necesita del FMI para financiarse. Si Argentina requiere esa ayuda, es porque; a) no es un país serio; b) enfrenta un problema grave; o c) no es serio y enfrenta un problema grave.

En cualquier caso, ni el mercado ni la gente de a pie se calman con la palabra de un ministro. De hecho, hay tantos que cada uno parece irrelevante. Por eso se necesita la voz de un líder que reconozca el problema y exponga su plan para sortearlo y llevarnos a un destino mejor. La “verdad” es mucho más que normalizar el Indec.

La imagen del Gobierno cae porque se empieza a desconfiar de su capacidad para resolver los problemas. Se desconfía del “mejor equipo de la historia”. Ni Peña ni Dujovne ni ningún otro ministro puede torcer esto. El único al que la gente votó es al Presidente. Macri debe demostrar que tiene la madera necesaria para ser líder y convencernos de que sabe cómo capear esta tormenta. Está a tiempo de hacerlo.
Fuente: El Entre Ríos

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