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Sigue la cuarentena no para salvarnos, sino para permitir a los políticos ocultar la realidad

La contabilidad caso por caso de los contagios de Covid-19 provoca un pánico que los datos agregados no justifican. Con casi tres meses de información a cuestas, y curvas de infección calcadas de país a país, es claro que no estamos ante una plaga exterminadora. Sólo el tiempo permitirá descubrir cuánto aumentó la tasa de mortalidad en 2020. Para ese entonces, la pandemia será un lejano recuerdo.

Más exterminador será su impacto económico. Los expertos creen que 2020 será peor que 2009; los más agoreros, que será peor que la crisis de 1929. Se estima China no crecerá en 2020, algo inédito desde hace 44 años. En EE.UU. la pérdida de 16 millones de puestos de trabajo en tres semanas es por lejos la peor de la historia. En Francia, el primer trimestre fue el peor desde la Segunda Guerra Mundial. Y así por doquier.

Los países desarrollados han desplegado una gran ofensiva fiscal y monetaria para contener el daño, pero no queda claro que alcance para revertir una parálisis que es en gran medida psicológica, fruto del miedo. A un mes del fin de la cuarentena en casi toda China, los cines y restaurantes permanecen vacíos. La gente evita juntarse.

La negligencia, la incompetencia y el miedo nos llevan en sentido inverso al que imaginaba Fernández cuando asumió en medio de la crisis que causó Macri: hacia 2001

En Argentina, los contagios empezaron más tarde; no así la respuesta. Tendremos al menos 36 días de cuarentena. Muchos recursos productivos están inactivos, augurando que este será un año para los libros de récords. La última encuesta del BCRA, que anticipa una contracción de 4,3% para el PBI, fue realizada cuando recién empezaba la cuarentena. ¿Podrá la política resistir una caída del 10% del producto, o un aumento del desempleo al 15%, como ya empiezan a augurar algunos economistas?

Cabe preguntarse por qué muchos gobiernos, como el nuestro, insisten con cerrar la economía a pesar de saber que el impacto económico será peor que el impacto de la enfermedad. Iniciado ese camino, el retorno a la normalidad parece imposible hasta tanto el pánico infundido en la población no sea mitigado con una vacuna o un tratamiento efectivo. El miedo quedará aunque por decreto se dicte el fin de la cuarentena.

La respuesta obvia a esa pregunta es que lo recomienda la OMS. Menos transparente es cuánto influyó la presión de los medios de comunicación en la decisión. Ellos, más que los contagios, infundieron el miedo hasta hacerlo carne en la gente y expusieron a los gobiernos al falso dilema entre vida y economía.

La evolución de la enfermedad no justifica la decisión: es el miedo a un costo político desconocido el verdadero detonante de la cuarentena global. También en nuestras pampas es éste el principal motivo para la cuarentena y para sus sucesivas extensiones.

Es que aquí el miedo al costo político se justifica mucho más. Décadas de desorden administrativo, incompetencia y corrupción nos han legado un sistema de salud deficiente. Quizás porque la salud nunca estuvo al tope de las preocupaciones de la población los gobiernos nunca se ocuparon de tener buenos hospitales. Por eso no los tenemos.

No será por culpa del virus, sino de una respuesta equivocada: un muy viral mal argentino

El Covid-19 puso la salud al tope de las inquietudes de los argentinos. Y con eso puso al tope de las inquietudes del Gobierno el miedo a que la pandemia se salga de carril y deje expuestas todas esas décadas de mal manejo en materia sanitaria.

Fernández heredó un mal sistema, al que le sumó la incompetencia para gestionar. Suma planes sociales pero no buenos hospitales. Reparte $10.000 pero no compra suficientes reactivos para testear masivamente. Regala alimentos comprados con sobreprecios. Nada como esta pandemia para desnudar la maestría de nuestros gobiernos en materia de negligencia, incompetencia y corrupción. Nada explica mejor el miedo que subyace a sus decisiones en materia de salud.

Estamos encerrados por el miedo al costo político de un desborde sanitario. La cuarentena no es para salvar a la gente, sino una decisión de la política para salvarse a sí misma. El “vamos bien” (¡qué frase con historia!) parece una broma de mal gusto.

Hemos caído en la trampa del miedo a salir de la cuarentena: un virus cuya cuantificación objetiva no justifica el rótulo de pandemia, pero que provoca una devastación económica tangible.

La negligencia, la incompetencia y el miedo nos llevan en sentido inverso al que imaginaba Fernández cuando asumió en medio de la crisis que causó Macri: hacia 2001. No será por culpa del virus, sino de una respuesta equivocada: un muy viral mal argentino.
Fuente: El Entre Ríos

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