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Aunque la magnitud de los daños causados por el coronavirus es impresionante, la pandemia también nos ofrece una oportunidad sin precedentes.

Por Muhammad Yunus, economista y Premio Nobel de la Paz 2006


Es el momento de abordar una cuestión de extrema importancia, y no se trata solo de cómo poner de nuevo la economía en marcha. Por suerte, hemos ido acumulando experiencia gestionando procesos de recuperación, y para esta pregunta ya tenemos respuesta. La gran pregunta que nos tenemos que hacer ahora es: ¿Llevamos al mundo de vuelta al punto en el que estaba antes de que apareciera el coronavirus, o lo rediseñamos? La decisión es nuestra.

No hace falta decir que el mundo pre coronavirus no era lo suficientemente bueno. Hasta que el coronavirus se convirtió en la noticia, el mundo entero estaba conmovido por las cosas horribles que estaban a punto de sucederle. Hace no tanto, temíamos que, por la catástrofe climática, nuestro planeta dejara de ser un lugar apto para la vida humana; nos sentíamos amenazados por la destrucción masiva de empleo como consecuencia del desarrollo e implantación de la inteligencia artificial; veíamos cómo la concentración de la riqueza estaba alcanzando niveles explosivos. Nos recordábamos los unos a los otros que esta década es nuestra última oportunidad y que los esfuerzos que hagamos después solo tendrán resultados marginales y serán insuficientes para salvar nuestro planeta. ¿Deberíamos volver a ese mundo? La elección es nuestra.

El coronavirus ha cambiado repentinamente el contexto, permitiendo que nos planteemos posibilidades más audaces, antes inexistentes. De repente, nos encontramos ante una tabula rasa, y podemos tomar la dirección que queramos. ¡Qué gran libertad de elección!

Antes de ponernos a reconstruir la economía, debemos acordar qué tipo de economía queremos. En primer lugar y, antes de nada, debemos estar de acuerdo en que la economía es solo un medio para alcanzar unos objetivos, y en ningún caso puede convertirse en una suerte de trampa mortal que parezca diseñada por un poder superior para castigarnos. Bajo ninguna circunstancia debemos olvidar que se trata de una herramienta creada por nosotros, que debe ser continuamente diseñada y rediseñada para llevarnos a la mayor felicidad colectiva posible.

Así, si sentimos que no nos está llevando a donde queremos ir, quiere decir que algo va mal en el hardware o software que estamos utilizando y lo único que tenemos que hacer es arreglarlo. No podemos excusarnos diciendo que lo sentimos, que no hemos podido lograr nuestros objetivos porque nuestro software o hardware no nos ha permitido hacerlo: esa sería una excusa tremendamente pobre.

Si queremos un mundo con cero emisiones de carbono, sin desempleo o concentración de riqueza, tenemos que crear el hardware y el software necesario para ello. Se trata de diseñar y construir el hardware y el software correctos. El poder lo tenemos nosotros. Cuando el ser humano se propone conseguir algo, simplemente lo hace. Nada es imposible para el ser humano.

Lo más emocionante de todo esto es que la crisis del coronavirus nos ofrece un abanico de oportunidades casi ilimitadas para empezar de nuevo. Podemos empezar a diseñar nuestro propio hardware y software en una pantalla prácticamente limpia.
La recuperación post coronavirus debe estar impulsada por la conciencia social
Hay una primera y sencilla decisión que, si fuera global y unánime, nos ayudaría enormemente y es la idea de que no queremos volver al lugar de donde venimos. No podemos saltar a la misma sartén caliente en la que estábamos antes en nombre de la recuperación. Ni siquiera deberíamos llamarlo “programa de recuperación”, sino “programa de reconstrucción", para dejar claro cuál es nuestro objetivo.

Para que la reconstrucción sea posible, el papel del sector privado, de las empresas, es clave. La conciencia social y medioambiental debe ocupar un lugar protagonista en cualquier toma de decisiones. Los gobiernos deben garantizar que no se entregará ni un solo dólar mientras no haya certeza de que el que lo reciba traerá el máximo beneficio social y medioambiental, en comparación con el resto de las opciones. Todas las acciones de reconstrucción deben encaminarse a la creación de una economía consciente social, económica y medioambientalmente para el país y también para el resto del mundo.
El momento es ahora
Debemos aprovechar el momento álgido de la crisis para, impulsados por la conciencia social, diseñar nuevos planes y acciones. Cuando la crisis remita, aparecerá un torrente de viejas ideas, viejos planes de rescate y argumentos que tratarán de monopolizar el plan de acción y de desacreditar las nuevas iniciativas, basándose en que nunca han sido probadas. Cuando propusimos que los Juegos Olímpicos podían diseñarse como si fueran empresas sociales, los que se oponían usaron ese mismo argumento. Ahora París Olympic 2024 se está organizando siguiendo ese modelo, generando un creciente entusiasmo en el proceso. Tenemos que estar listos antes de que llegue ese torrente. El momento es ahora.
Empresas sociales
Mi propuesta para este plan integral de reconstrucción es que otorguemos el rol principal a una nueva forma de negocio, las llamadas empresas sociales. Negocios creados únicamente para resolver los problemas de las personas, y de los que, una vez recuperada la inversión inicial, no se reparten dividendos, sino que los beneficios se reinvierten en el negocio.

Los gobiernos tienen una gran oportunidad de fomentar, priorizar y abrir el espacio para que las empresas sociales se encarguen de gran parte de la reconstrucción, aunque no pueden esperar tampoco que las empresas sociales sencillamente aparezcan cuando y allá donde sean necesarias. Los gobiernos deberán seguir poniendo en marcha sus propios programas para cuidar de los más vulnerables y los desempleados allá donde la empresa social tarde en aparecer, ofreciendo atención sanitaria, asegurando la reactivación de los servicios esenciales y apoyando a todo tipo de empresas.

Para acelerar la aparición de negocios sociales, los gobiernos pueden crear fondos de capital de riesgo sociales a nivel local y nacional pero también fomentar que el sector privado, las fundaciones, las instituciones financieras y los fondos de inversión creen a su vez fondos de este tipo y que las empresas tradicionales se transformen en empresas sociales o se asocien con otros negocios sociales, en lo que serían joint ventures sociales.

En el marco del programa de reconstrucción, los gobiernos también pueden financiar la compra de compañías por parte de negocios sociales y asociarse con empresas necesitadas para transformarlas en empresas sociales. Los bancos centrales pueden permitir que las empresas sociales, como cualquier otra empresa, reciban financiación de las instituciones financieras para invertir.

Aparecerán muchas oportunidades durante el proceso de reconstrucción, y los gobiernos deberían involucrar a tantos actores de la empresa social como sea posible.
¿Quiénes son los inversores de impacto social?
¿Quiénes son los inversores de impacto social? ¿Dónde los podemos encontrar? Están en todas partes. No los vemos porque nuestros libros de texto de economía no conocen de su existencia y, en consecuencia, no estamos preparados para reconocerlos. Los cursos de economía empiezan a incluir algunas reflexiones sobre temas como la empresa social, el inversor de impacto, el impacto social, las organizaciones sin fines de lucro, etcétera, como cuestión secundaria, inspirados por la admiración global hacia el Banco Grameen y el microcrédito.

Mientras la economía siga siendo una ciencia para maximizar el lucro, no podemos confiar plenamente en ella para el programa de reconstrucción, que está basado en la conciencia social y medioambiental. La estrategia a seguir sería la de ampliar la proporción de las empresas sociales en la economía total a medida que la economía crece. El éxito de las empresas sociales será visible cuando su proporción crezca con respecto a las empresas tradicionales y haya un rápido crecimiento del número de emprendedores que estén haciendo ambos tipos de negocio. Esto señalará el principio de una economía impulsada por la conciencia social y medioambiental.

En cuanto las políticas de los gobiernos empiecen a reconocer a las empresas sociales y a los inversores de impacto, estos darán un paso adelante con entusiasmo para desempeñar el rol social que les ofrece esta oportunidad histórica. Los emprendedores sociales no son miembros de una pequeña comunidad de benefactores. Se trata de un significativo ecosistema global que incluye a enormes empresas multinacionales, grandes fondos de inversión de impacto, CEOs con mucho talento, fundaciones, entre otros, con muchos años de experiencia en la financiación y la gestión de empresas sociales, tanto a nivel local como global.

Cuando el concepto y las experiencias de las empresas sociales empiecen a recibir la atención del gobierno, muchos de los que hoy solo piensan en la obtención de beneficios personales se convertirán en exitosos empresarios sociales y jugarán un papel clave en momentos de crisis económicas y sociales como la crisis climática, el desempleo, la concentración de la riqueza, etcétera.

Nacemos emprendedores, no buscadores de empleo.
Fuente: Cinco Días – El País

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