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El invierno está por llegar a este rincón del planeta y lo único que no debería aflorar es la incertidumbre. El lunes, comenzó a circular una lista de “científicos” -término amplio y confuso- pidiendo que cierren las fronteras con Brasil para evitar la llegada de la cepa de Manaos. Por otro lado, mientras algunos vecinos consiguen dosis o vacunan a velocidad récord, la Argentina se queda sin stock y espera más vuelos de la vida con llantos y relatos épicos. ¿El resto del mundo? Las realidades varían. Actualizamos.

Diez millones de vacunados había prometido el Poder Ejecutivo Nacional para fines de febrero. Otra vez será. Por el momento, dos millones de personas recibieron, por lo menos, la primera dosis de alguna de las vacunas que nuestro país consiguió. Argentina tiene 3 desafíos de ahora en más: lograr que llegue una cantidad significativa de embarques con una cantidad significativa de dosis, acelerar el proceso de vacunación y lograr que la población de riesgo y el personal de salud (personal de salud en serio, no periodistas que cubren una vez por semana lo que pasa en las puertas de los hospitales) sean los primeros grupos en estar 100% inmunizados.

Mientras tanto, las urgencias reviven varios debates. La falta de las vacunas, el final del verano, las urgencias económicas, las elecciones y las experiencias pasadas llevan a pensar cómo actuarán los intendentes, gobernadores y el presidente frente a todo lo que pueda ocurrir. Algunos entusiastas se anticiparon, pidiendo cierres de fronteras, restricciones y una versión actualizada de la cuarentena, como ocurrió en Europa durante los últimos meses. Otros tantos advirtieron, de antemano, que un nuevo intento de cuarentena no serviría para nada, alegando que la estrategia de 2020 fue un total fracaso.

De todas formas, el mundo no es Argentina. No somos ni los peores ni los mejores. Varias regiones de Italia, en las que vive el 75% del total de su población, vuelven al confinamiento estricto. En Francia aún evalúan retomar ciertas medidas restrictivas. La Unión Europea y su huérfano, el Reino Unido, mantienen medidas sanitarias preventivas. Buena parte de los habitantes de estos países continúan aterrorizados mientras varios otros -en su mayoría jóvenes- salieron a protestar en el último mes y medio contra el encierro, declarando que es tan dañino como el virus en sí.

Ahora bien, en medio del terror general que afecta al Viejo Continente, la nueva víctima es la vacuna de Oxford-AstraZeneca, a pesar de que sigue siendo defendida por la Agencia Europea de Medicamentos. Si bien tuvo mucho éxito en el Reino Unido, logrando que baje drásticamente el número de muertos y de internados en terapia intensiva luego de vacunar a más de doce millones de personas, una serie de casos de trombosis, supuestamente provocados por la vacuna, hicieron que, en Dinamarca, Noruega, Alemania, Francia, Italia y otros países, se suspendiera la vacunación con las dosis del laboratorio británico. Entre las suspensiones y lo reacio que son los europeos a vacunarse, el panorama dista de ser alentador.

El número de casos de vacunados con trombosis es bajo si se tiene en cuenta la cantidad de gente que recibió la dosis de este laboratorio ¿Boicot? ¿Miedo? ¿Inspección veloz? Europa debe definir qué hará con las vacunas de AstraZeneca que tiene en su haber. Frente a esto, no tardaron en llegar los comentarios en redes sociales de compatriotas, que entienden de estadística, diciendo que una buena estrategia, frente a la escasez de vacunas, es la de comprarle a Europa el sobrante que no utiliza por precaución. Resta saber si el gobierno nacional tendrá esto en cuenta, y se adelanta como alguna vez lo hizo con la Sputnik V, o si esperará por los lotes que le prometieron y aún no les entregaron.

Las demás regiones o continentes del mundo también dan que hablar. Australia y Nueva Zelanda siguen aprovechando que se encuentran alejados del resto, viven como si nada ocurriera y acuden a cuarentenas extremas cuando hay muy pocos casos. Los países africanos, salvo excepciones, otorgan pocos datos o datos imprecisos, por lo que es difícil entender qué ocurre allí.

Los países asiáticos, en general, vienen venciendo a la pandemia gracias a controles extremos y otros motivos difíciles de explicar, como ocurre con India. Recientemente circuló un video de centros de aislamiento chinos, donde los ciudadanos deben estar haciendo cuarentena durante tres semanas en caso de que estén contagiados. No solo que tienen que solventar ellos mismos los gastos, sino que además son encerrados en lugares que poco le pueden envidiar a los campos de concentración y que hacen quedar a los señores feudales de la Argentina como carmelitas descalzas. El país que desató el desastre, y parecía controlar bien la situación, tiene mucho por detallar.

Medio Oriente es un enigma, salvo por Israel, que tuvo el plan de vacunación más exitoso del planeta. Un país desarrollado que pagó lo que tenía que pagar, adquirió rápidamente las dosis de Pfizer, instaló un programa híper efectivo para inocular a su gente y logró, después de mucho tiempo, volver casi a la normalidad. Siguen allí los debates sobre la vacunación de los palestinos, pero eso se lo dejamos a los expertos. En cambio, Irán, el mayor enemigo de Israel, ya prevé una cuarta ola o años de lucha contra esta pandemia.

De este lado del océano, si hay un país que disfruta de la caída estrepitosa de casos, de internaciones y de muertes, es Estados Unidos. Claro, tiene dosis por doquier y tanto el sector privado como el público tienen la capacidad para armar un calendario de vacunación. Además, le juega a favor el clima, ya que allí se está terminando el invierno. Los más de 100 millones de personas vacunadas en dicho país esperanzan a los que están demandando las dosis que provienen de los laboratorios Pfizer, Moderna o Johnson&Johnson. Una vez que los norteamericanos ya las hayan adquirido, el resto accederá con más facilidad a ellas.

Chile también puede salir airoso en esta lucha. Consiguió muchas dosis a tiempo, tanto de Pfizer como de Sinovac. Pero no es solo eso: inocula mucho más rápido a la gente que cualquier otro país de la región. Una buena noticia para el país andino, que este año tiene varios desafíos a nivel económico (como todos) y elecciones que serán vitales para definir el futuro modelo del país.

La realidad en el resto de los países de Sudamérica varía. Las recientes compras de Brasil (100 millones de dosis de la vacuna Pfizer) o de Uruguay, que gracias a su demografía podría terminar rápido con el trámite, demuestran que no somos los únicos desesperados por terminar con esta locura.

Aquí y allá, en países desarrollados y en países subdesarrollados, lo que importa es que la gente tenga la garantía de poder vacunarse. Los costos por pagar parecen altos, porque hasta la dosis más barata cuesta mucho dinero, porque a veces hay que pagar de más para tener el pase rápido y porque el plan que hay que montar para administrarlas requiere de gente realmente preparada. Los costos de no hacerlo han sido mayores. Una campaña de vacunación veloz y pragmática ahorra muchos problemas y muchas discusiones en torno a debates como salud-economía, hermetismo sí-hermetismo no, toque de queda o libertad, entre otros que solo generaron catástrofes.
Fuente: El Entre Ríos

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