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La buena nueva en la materia, es que hubo acuerdo en una reunión de “paritarias”, en la que se los vio sentados a la mesa a representantes del gobierno provincial y los gremios docentes. Con la cual logró superarse el entredicho que enfrentaba a ambas partes, y se ha dado paso a una precaria normalización del servicio educativo.

Y consideramos que se trata de un acuerdo, el que en realidad no es tal, sino una tregua, ya que se dejó sentada una reapertura de esas mismas paritarias para agosto, con la idea que los salarios docentes superen a la inflación. En verdad, nada tenemos que decir contra esa notoria muestra de precariedad, consecuencia de un proceso inflacionario que hasta este momento no ha cesado de acelerarse. Y que provoca un estado de disolución que se extiende a los más diversos ámbitos de la sociedad. Como es el caso al que nos referimos, donde se da la situación señalada de una paritaria que en la práctica no se termina de cerrar, y que su virtual permanencia, viene a hablarnos de la desnaturalización de su razón de ser, aunque no sea ello culpa exclusiva de las partes.

Pero los hechos no sólo “cantan” sino que también “mandan”. “45.45” es la cifra mágica, que representa un incremento escalonado hasta agosto, donde se reavivará esas paritarias que permanecen hasta ese mes, en estado de hibernación, donde se “barajaría y daría de nuevo” atento a la marcha de la inflación. Con la ilusoria convicción de ambas partes que, de allí en más, podrán efectuarse ajustes positivos a las remuneraciones, que “les permita ganarle a la inflación”.

Una ilusión, tal cual como decíamos, porque es notorio que “siempre se corre por detrás a la inflación”, que la pretensión de anticiparse a ella no hace otra cosa que contribuir a incrementarla, y que la única manera de ganarle es la consecuencia de un combate arduo, que significa sacrificios que por lo general no se está dispuesto a asumir.

No resulta de interés señalar quién en esta ocasión “ganó la pulseada”, aunque la impresión primera es que fue “la patronal”. Aparece indirectamente cuestionada, al ver que en sus paritarias el resto de los trabajadores estatales, reclama “atar” los posteriores ajustes en sus remuneraciones, a los que se les conceda a los docentes. Una forma de continuar vinculando las remuneraciones que paga el estado, de manera que los ajustes en las de los distintos sectores, no puedan ser inferiores al del que resulta “más favorecido” en negociaciones de este tipo. ¿Un paso más en el camino a la consumación de un viejo sueño de quienes propugnan una “república de iguales”, por el cual la remuneración estatal mayor no puede superar al equivalente, del resultado de multiplicar por un número de veces a definir, el importe del salario mínimo vital?

Debe permitirse la alusión a la versión no confirmada de una anécdota que ha llegado a nuestro conocimiento: la circunstancia que un diputado provincial bonaerense, que había resultado electo diputado nacional, renunció a ocupar esta última banca, porque en su “colocación” actual, ganaba mucho más…

Retornando a la cuestión docente, luego de lo que se ha convertido en una larga digresión, se hace adecuado efectuar un llamado al gobierno y los docentes, que instrumenten reglas de negociación, que evite que las lógicas diferencias que se dan entre quienes defienden intereses distintos pero que, de cualquier manera, no pueden entenderse ni ser contrapuestos, escalen hasta conflictos, en los que los principales perjudicados son los alumnos.
Fuente: El Entre Ríos

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