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No lo podía creer. Al paso que vamos terminamos mal. Estamos hartos de reglamentos y prohibiciones -las que, por otra parte, nunca se cumplen y cuando se lo hace es en forma despareja, ya que hay hijos y entenados al momento de penarlas- que nos sofocan hasta no dejarnos vivir tranquilos.

Fue cuando llegó mi tío, al que lo veo entusiasmadísimo con eso de las posverdades, que según dice le da muchos temas. Una gran cosa para alguien como él, que lo único que sabe es charlar y charlar.

El cuento, la noticia o la posverdad con la que esta vez vino es que en un caserío del departamento Tala con nombre frutal -no me supo decir si era Durazno, o Ciruelón, la junta de gobierno del poblado había dictado una disposición por la que se lo declaraba “libre de ojotas”.

La verdad es que por un momento dudé, pero al final lo encontré bien. “Es una prueba que estamos volviendo a las raíces de la argentinidad, porque en realidad las ojotas son un calzado foráneo, difundido por las multinacionales, de allí que supongo que esa prohibición hará que volvamos a usar las auténticamente criollas alpargatas (¡!)”, le dije.

Pero mi tío no me dejó continuar. Me explicó que la decisión tomada no tenía nada que ver con la revalorización de la alpargata, sino que por instigación de un hijo licenciado en podología -lo que nosotros conocemos por pedicuros- que por casualidad, dicho esto sin ofender a nadie, del presidente de la junta o al menos está anotado como tal, el que contó a su padre que no es nada aconsejable, o sea que es desaconsejable el uso de ojotas, ya que pueden provocar caídas, cortes en la piel, problemas circulatorios y heridas entre el primer y segundo dedo.

El podólogo no se contentó con explicar eso, sino que después con más ínfulas, me contó mi tío, su uso frecuente podría ser la causa de un variado rango de enfermedades, como la fascitis plantar, la inflamación de los músculos o dolor de la parte baja de la espalda. Y que el podólogo filial tuvo también oportunidad de explicar que esto sucede porque la mayoría de las personas suele tensar los dedos del pie para mantener mejor la sujeción y la presión de los dedos añade estrés a la zona del tobillo y a todo el pie en general. Que precisión de leguaje, Dios mío.

Y no se trata de armar tanto escándalo, agregó, ya que hecha la ley, hecha la trampa. Una forma de decir acato, pero no cumplo, como una vez escuché, me dijo, de boca de un viejo profesor que decía que esa treta la habíamos heredado de los primeros españoles que llegaron a estas tierras habitadas por los que ahora se conocen como pueblo. Que lo digan los mapuches, si no.

Hecha la ley hecha la trampa, agregó. Porque si en Durazno, el Ciruelón, o como quiere que se llame, prohíben las ojotas, es cuestión de cambiarles de nombre y comenzar a vender la inmensa variedad de formas en que se las conoce, o sea desde chancleta a chinela pasando por chola, cotiza, hawaiana, romanita o tres puntadas; nombres todos, si es que se me da a elegir, me quedo con hawaianas que inclusive es más paquete nombrarlas así que como ojotas.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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