La pregunta fue formulada por Benjamín, mi hijo de 4 años, mientras mirábamos la tanda del “Fútbol para todos”. “Esa señora” es la presidente Cristina Fernández de Kirchner.

Para tener un panorama más o menos claro de cómo observa su entorno un niño de 4 años les comparto un par de detalles: la relación del tiempo y el espacio es algo inquietante y complicado de entender perfectamente a su edad. Así, por ejemplo, suele decir: “me gustó cuando mañana fuimos a la pileta” o “vamos a Uruguay (por la histórica Concepción del Uruguay)” donde viven dos de sus tíos como si fuera igual a “preparemos el mate, guardemos la bici en el baúl y paseemos por la costanera”. Para el resto de las actividades (incluido el hecho de mirar televisión), avanza y absorbe conocimiento aceleradamente.

Confundirse una cosa por otra no le es frecuente, pero claro que puede ocurrir. Sobre todo, en tiempos donde el todo y las partes suelen entenderse como lo mismo, especialmente en los ámbitos de poder (cualquiera sea su tipo). Los “personalismos” del siglo XXI merecen una columna aparte, que le dedicaré en otra oportunidad.

"En su momento, el fútbol se organizaba muy bien sin la intervención y la manipulación del gobierno nacional", dijo Mauricio Macri, la semana pasada, en diálogo con radio Mitre. Y se desató la polémica que, este fin de semana, las propagandas de las transmisiones futboleras se encargaron de alimentar.

El eje dominante de la propaganda estatal giró en torno a las bondades del nuevo formato de transmisión televisivo del fútbol de Primera y Segunda División, en desmedro del fútbol codificado que se ofrecía anteriormente. Libre y gratuito, frase de cabecera del “Fútbol para todos”.

El “qué” considero, humildemente, no está en discusión. Es decir, quién no quisiera seguir disfrutando gratuitamente de todos los partidos en vivo y en directo del fútbol grande de Argentina. Hasta es posible ver en simultáneo dos o más partidos, incluso en plena definición de campeonato. ¿Quién, en tanto simple espectador, quisiera en cambio volver a la tardes de “la radio que se” y estar 90 minutos viendo imágenes de la tribuna?

En rigor, hay muchas bondades más: en general, los partidos empiezan y terminan a la hora señalada. No hay que esperar a que el árbitro recibiese el ok del productor de TV ubicado al borde del campo de juego. ¡El entretiempo dura 15 minutos! Tampoco es necesario esperar a la noche para ver si el delantero estaba o no adelantado. La tecnología (de primer nivel mundial) está al servicio de la trasmisión, casi en tiempo real. En cada descanso, además, se disfrutan de los goles del resto de la fecha ¡y a hasta de Leo Messi anotando de a montones en Europa! Aspectos históricos de los clubes y su labor social más los pintorescos testimonios de hinchas sentados frente a un televisor en cualquier parte del país enriquecen cada emisión. Excelente!!!

Entre los aspectos negativos hay algunos que llaman la atención: de pronto, casi de la noche a la mañana, el fútbol argentino está plagado de simpatizantes y policías más gentiles y pacíficos que un templo repleto de carmelitas descalzas. Es casi imposible ver la imagen de los hinchas arrojando, alocadamente, una piedra o lo que tenga a su alcance a la parcialidad rival, a futbolistas propios o ajenos o, incluso, entre ellos mismos. ¿En qué emotivo y valorable momento la Policía dejó de repudiar con balas de goma y gases lacrimógenos a los que intentaban ingresar a una cancha? Entre otras cosas, ¿Es necesario que el relator y/o comentarista repita varias veces que el actual senador Aníbal Fernández estará como invitado en el programa que sigue al partido que están trasmitiendo. ¿O será que, de ahora en más, el resto de los presidentes (Fernández está al frente del Quilmes Atlético Club) de los clubes de Primera serán invitados al mismo programa?

Repito, el “qué” no debiera cuestionarse. Es el “cómo”, estúpido, parafraseando a Bill Clinton y su decisiva frase de campaña: “es la economía, estúpido”. La verdadera discusión es si deben destinarse millones de pesos a ese fin o priorizar otros objetivos.

Que el actual jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires defiende un modelo de país con fuerte presencia de capitales económicos privados es posiblemente tan cierto como que el formato televisivo llamado “Fútbol para todos” es el mayor aparato propagandístico que se haya montado en el país.

El fútbol aquí y en la China (precisamente en este país pagaron una fortuna para contratar al marfileño Drogba) es un negocio redondo. Mueve millones, es una mina de oro. La presencia del Estado es clave para sostener la bandera de lo libre y gratuito, pero ¿por qué no buscar que sean las empresas privadas las que lo sostengan económicamente? ¿Cuándo disfrutaremos de un espacio publicitario y no del actual “inicio del espacio propagandístico”?

Mientras tanto, seguiremos corriendo el riesgo de que cada día haya más “benjamines” que crean que Gobierno y Estado son lo mismo. O lo que es aún más grave, considerar que Gobierno y Argentina toda son lo mismo.

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