Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
Hubo un tiempo, en la época de mis abuelos, en la que según me cuentan, ir a la escuela y “sacarse un cuatro” en el boletín de clasificaciones no era ningún demérito. Ya que un cuatro, en lo que pomposamente podría llamarse “un sistema cuantitativo de evaluación de la labor escolar en una determinada asignatura, durante un determinado periodo de tiempo”, las notas en número -para decirlo de manera más comprensible y corta- equivalían en el que vuelvo a llamar pomposamente “sistema” -esta vez- cualitativo de evaluación a un “suficiente”.

Suficiente y basta. No se trataba de que las madres se desesperaran porque el hijito de la vecina que iba al mismo grado que el suyo, se paseara por los escalones de “los buenos, distinguidos y sobresalientes”. Porque un “suficiente” significaba que se estaba del otro lado de la raya, y ello bastaba, aunque podría ser mejor de haber sido menos burro o ponérsele a la cosa un poquito más de garra. Suficiente significaba seguir estando en carrera. Una forma de cumplir con lo menos que se puede cumplir.

Y lo mismo, o sea exactamente igual, pasaba con el “cuatro” como calificación numérica. Quedan todavía las mentas de la batucada que se armó en casa de mis abuelos, el día en que mi tío, entonces un pobre inocentón, llegó a su casa con un rosario de “cuatros” en el boletín; mi abuelo se desesperaba, él que quería tanto a su crío más chiquito, que era según dicen su debilidad y en su defensa sostenía que “sacarse un cuatro era sacarse una buena nota, porque un cuatro significaba aprobado”. Un suficiente, claro.

Entiendo que vivimos en otras épocas. Que ya nada es como antes. Que los chicos de entrada no más, nacen despiertísimos y desesperados porque les acerquen un celular para poder comenzar con los jueguitos, y con eso casi alcanza, porque para que ir a la escuela si las clases se dan salteadas y cuando la escuela se termina, lo que allí se pudo haber aprendido no sirve para nada.

Pero me parece que esa es una forma peligrosa de encarar, desde el vamos, la vida. Ya que no lleva a ninguna parte. Y me pregunto si lo que ha pasado con el “cuatro”, tiene o no tiene que ver con lo que pasa con el dólar. Porque para explicarlo claro, estoy segurísimo que al “cuatro” lo han devaluado. Y lo han devaluado tanto que ahora los “cuatro” son un regalo. Y que para desgracia, ni para eso sirven, porque ahora hace falta un seis, lo que quiere decir que hasta el cinco -ese ya bien parado cinco- tampoco sirve, porque el seis es la raya y debajo de eso no hay nada y solo existe un pozo negro lleno de una cosa pasmosa que no parece tener nada que ver con las notas, sino que los alumnos que no pueden agarrarse al seis recibirán el tratamiento de un procesado “en adquisición de conocimientos”. O sea que se lo deja “procesando” a la espera de que se llegue a no sé qué “resultado”.

Pero la cosa no es de asustarse. Porque me dice alguien que conoce del tema, que son tantos los papeles que hay que llenar para los “en proceso de apropiación” que los maestros terminarán haciendo un reparto de seis a diestra y siniestra.

Con lo que, de ser así, se podrá seguir escalando hasta terminar de cursar la escuela, trepados al seis devaluado. La cuestión es donde quedan los “conocimientos no apropiados”. Una pregunta que me hago, pero que no me animo a contestar, no por esos conocimientos que quedaron al garete, sino por la suerte que correrán esos egresados.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

Enviá tu comentario