Un grupo que se había transformado en un conjunto de enajenados, ya que no solo de idealistas juveniles se habían convertido en narcotraficantes sino que, como prenda de rescate imposible de aceptar, exigían poco menos que un salvoconducto para comerciar drogas por corredores que cruzaban territorio ecuatoriano.
Una demostración de que la de periodista se ha convertido en una profesión cada vez más peligrosa. No solo en las zonas más calientes del planeta, sino porque, a decir verdad, todo el planeta se ha transformado en una zona caliente.
Y al honrar a Rivas Ortega y Segarra, lo estoy haciendo de manera sesgada a todos los verdaderos periodistas. A los que saben de lo que hablan porque, al mismo tiempo que lo conocen de primera mano, tienen una formación acabada que les permite demostrarlo objetivamente con justeza. O sea que ni confunden ni mal interpretan lo que ven, y además ni mienten ni se venden.
Periodistas de los cuales hay muchos. Aunque lamentablemente todos no lo sean.