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La anécdota que da pie a la utilización de esa pregunta como título es la que, según nos afirman fuentes que nos resultan confiables, tuvo como marco uno de esos programas televisivos de preguntas y respuestas.

En el que el interrogado, un adolescente que hacía ya tiempo que había dejado de ser un niño, respondió con un ambiguo “ese nombre me suena, es el nombre de una calle, pero no puedo dar más datos que ese”. Lo curioso es que ese suceso, aunque pueda ser puesto en duda, es totalmente verosímil si tenemos en cuenta nuestra crisis en materia educativa, la que no solo alcanza a las materias a las que se conocen como “ciencias duras” –como es el caso de la física o de las matemáticas- sino a las en apariencia más llevaderas, por ser menos intrincadas, como es el caso de la Lengua y Historia.

Materias de contenido humanístico, diríamos, a las que se puede “tener por fáciles”, pero en las cuales se puede derrapar en esa cosa abrupta en que se ha convertido la “comprensión de textos”. Expresión que otrora no exigía un tratamiento especial, porque una enorme mayoría de las personas “no comprende lo que se lee”, es lo mismo –debería de manera más adecuada decir que, aunque no es bien así- es casi lo mismo que no saber leer. Es que un estado de cosas como el que nos viene ocupando, no solo confirma los pobres resultados que los estudiantes de nuestro país, muestran en encuestas internacionales, y también –somos conscientes que nuestra manera de ver las cosas, hará que se le pongan “los pelos de punta”.

Ese desconocimiento de la descomunal personalidad de Sarmiento, es lo que hace no nos pueda resultar extraño que tampoco pueda resultar extraño, cual como sucede, observa la manera en que se vilipendia a la figura de Julio Argentino Roca, una de las personalidades más relevantes de nuestro país, al que no solo se lo considera que, como presidente de la Nación fuera quien consolidó a nuestro Estado nacional de una manera que entonces se tuvo por definitiva; sino que siendo Ministro de Guerra del presidente Nicolás Avellaneda, con la conocida como Campaña al Desierto, impidió que el territorio chileno avanzara hasta el océano Atlántico, ocupación de la Patagonia mediante. Algo que viene a explicar también porque quienes embardunan con brea la estatua de ese prócer existente en un lugar destacado en San Carlos de Bariloche. no sean precisamente mapuches, ni nadie que pertenezca a otro grupo, que en su caso válidamente pueda reivindicar la condición de “pueblo originario”.

Pero, no podemos culpar al chico de la anécdota relatada al principio de una manera exclusiva y excluyente, el ignorar quién era Sarmiento. Es que la situación de crisis en la que vive nuestro sistema educativo, es consecuencia, fundamentalmente, de la ausencia de políticas educativas sólidas y eficaces que tengan al Estado, como protagonista directriz. Eso es lo fundamental, aunque lo señalado no significa negar la importancia de destinar a la educación todos los recursos indispensables, para que su funcionamiento venga a resultar impecable y exitoso. Dado que de poco vale, de no darse el presupuesto primero –la presencia de ideas claras en la materia- considerado como principal en cuanto fundamental.

Es atento a esa circunstancia, que nos parece como por lo menos cuestionable, que en el primer lugar de “la lista de espera” de proyectos de ley a tratar en la Cámara de Diputados de la Nación, el que tiene por objeto la creación de nueve nuevas universidades nacionales, una de las cuales lo será en nuestra provincia – donde ya existe la UNER- mediante, en este caso, el descabezamiento de la universidad provincial, en lugar de destinar esos recursos tanto a los niveles de educación primarios y secundarios, como a las universidades ya existentes. Máxime cuando la inexistencia de políticas educativas a nivel universitario, se traduce en una cada vez más notoria proletarización de los egresados de esa categoría. Ello, sin computar los egresados que, con el título en la mano, se van del país en busca de perspectivas que no se dan en una sociedad como la nuestra.

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