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La reforma política que ensaya el Senado apunta a garantizar ciertos acuerdos que poco tienen que ver con los cambios que empujaron el espíritu de una reforma cuando el tema se puso en discusión en 2015, tras la asunción al gobierno de Cambiemos. La ecuación de un piso bajo para la minoría abre escenarios complejos que se completan con el desdoblamiento. Una fórmula increíble de imaginar hace un año atrás.

El gobernador Gustavo Bordet hizo en este tiempo intentos que no llegaron a ver la luz. El urribarrismo en Diputados se plegó en contra de una propuesta que iba por la paridad y otras fórmulas y que dejó picando un dato: 15 por ciento para la minoría.

Ese punto, es el que sostuvo la Cámara alta para impulsar un proyecto propio, conocido en los medios como la reforma corta porque no aspira sino a nada más que asegurarle al gobernador la potestad para decidir la fecha de elecciones y a garantizar que el mínimo del 15 por ciento sea la base de los acuerdos que se tejen y destejen en el peronismo y en todos sus matices para alcanzar el desdoblamiento.

La Cámara alta propuso primero aprobar el proyecto sobre tablas esta semana pero los escenarios internos se complicaron y pasó de largo para la próxima quincena. Ese tiempo es vital para alcanzar nuevas alianzas que permitan a propios y extraños llegar al desdoblamiento mejor parados.

Afuera de la reforma corta quedó el financiamiento de la campaña o de los partidos políticos, un tema controvertido, ligado intrínsecamente a la transparencia pero que en Diputados podría tener un capítulo alternativo de la mano de un proyecto que plantea específicamente la cuestión.

Al margen de eso, la participación de las minorías en un 15 por ciento, no sólo es como ya dije antes, un traje a medida del actual presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Urribarri, sino un punto de choque con los que afirman que esa determinación compete a los partidos y no al Ejecutivo, culpa que también cargaban sobre la ley Castrillón por interferir, con su articulado, en las definiciones que le son propias per se a un partido.

El peronismo insiste en esa maña de inmiscuirse, pero a la luz de los resultados, al menos provinciales, no le va tan mal.

En quince días el Senado, de mayoría peronista, le prometió a Bordet una media sanción de la reforma corta. Atrás quedaron los escarceos por la participación plural en los debates de todas las fuerzas políticas, un eje en el que confluyeron todos los actores que son parte de la escena.

Al margen de estos detalles que no son menores, lo cierto es que ese porcentaje para las minorías, además de beneficiar a varios, espanta a muchos ya que a la hora de las listas, tendrán más chances los que vayan por la banca que los que pujen por un lugarcito en el gabinete.

Imaginar un escenario amplio en el que varios candidatos vayan por la gobernación en un comicio desdoblado es aritmética pura. Pensar en el resultado fragmentado de esa elección, bajo la ecuación de la reforma corta, le da más chances a los que acompañan en la lista como legisladores que a los técnicos que pretenden ser parte de un futuro gabinete.

La cuestión es que así, son pocos los que se conformarán con la promesa a futuro de un ministerio, espacio al que será difícil llegar en un escenario desdoblado donde el atractivo de los escaños cobra más color y también más posibilidades ciertas a la hora de asegurar el futuro político. Y de eso se trata cada elección.
Fuente: El Entre Ríos

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