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La verdad es que no se sabe dónde estamos parados. Algo que no lo digo por los ruidos y chisporroteos en nuestra economía, explicados sobre todo en la creencia que se está por venir “la maroma”, ya que el estar “maromaneados”, nos viene sucediendo ni siquiera de hoy, ni de ayer, sino desde hace mucho tiempo.

Porque como lo saben, para los argentinos, sobre todo los más viejos que nosotros, “maroma” es sinónimo de lío o desorden; mientras que en otras latitudes de habla castellana, con esa palabra se quiere indicar una cuerda gruesa de cáñamo u otras fibras vegetales o sintéticas. Y como ejemplo de la utilización de la palabra en este último sentido, se señala que “el pasamanos de la escalera es una gran maroma”.

De donde me doy cuenta que todo está dispuesto para que pueda ser utilizado en ambas formas el mismo término para hacer un juego de palabras. Que en mi caso, ingenioso como soy, llegó al máximo, ya que lo hago con su empleo en una sola frase, diciendo “como se vino la maroma, me tomé de la maroma de la escalera buscando rajarme lo más rápido posible”. Queda por ver si entienden este jueguito de palabras, ya que por mi parte apenas si lo hago.

Pero cuando digo que se viene la maroma y no puede ser de otra manera, es porque todo lleva a pensar que estamos dando un paso más en la transformación de una sociedad que se muestra muy complaciente con el crimen organizado y con el desorganizado también.

¿Qué quiero decir con esto? Que en un primer momento no hemos hecho sino lo que se conoce, hablando en difícil, como la “naturalización” de las conductas delictivas. Lo que significa que el comportarse como un delincuente es algo “natural” y, como consecuencia de ello, pasa a ser en la sociedad un comportamiento normal.

Es por eso que no es raro, aunque a mí me haga abrir los ojos bien abiertos por lo espantado que me siento, escuchar decir a alguien lo más campante: “¿Y por qué no? Si otros lo hacen, ¿por qué no lo puedo hacer yo?”. O también: “No tengo ninguna envidia con Tomasito, porqué él como dirigente que las tiene bien puestas, tuvo la oportunidad y la aprovechó”. Ni me sorprende lo que escuché de alguien que maltrataba a otro ensañándose “por qué en lugar de darse una buena vida mostrando todo lo que puede comprar y viajar después de quedar forrado, es tan tacaño que lo amarroca todo, por miedo a que alguien se entere”.

Y no hace falta decir a qué se referían los que se hacen escuchar.

Ahora, todo lleva a pensar que se ha dado un paso más en el mismo camino, “normalizando” lo que se había comenzado por “naturalizar”. ¿Y con esto qué quiero decir? Que se está buscando que los que delinquen, algo que en ellos es “natural”, lo hagan cumpliendo normas, o sea reglas que los muestren como... caballeros, que pretenden ser.

Así se ha escuchado a uno de los precursores de este tipo nuevo de sociedad, expresar que “mucho peor que ser torturador es ser buchón”. Y como es sabido, buchonear es lo que en el lenguaje de “la cana” se dice “cantar”, no importando lo desafinado que sea el que cante, siempre que se lo haga.

Mientras tanto, otro de los profetas de la nueva sociedad, ha dicho algo que más o menos suena así: “La cuestión pasa no porque se robe, sino en cuidarse que a quién se le roba no termine lastimado”.

El próximo paso es la instalación en lo que en mi inerudita erudición he dado en llamar una “sociedad de hampones falsamente adecentados”, que son en las que se empieza por no castigar y terminan por premiar a los ladrones, sobre todo cuando a los mismos se los ve ocupar altas posiciones en la función pública. Aquéllos que desde la escuela, o sea desde que son chiquitos, se les enseña a hacer este tipo de cosas, sin ponerse colorados.

Con un agregado, como se lo escuchó dar cátedra a uno de los promotores de esta novedosa moral, cual es que cuando la nueva sociedad se instale “ya no nos podrán victimizar, ni tendremos tampoco necesidad de victimizarnos, porque cada uno podrá hacer lo que se le ocurra hacer. Y hasta se acabarán los buchones, sin necesidad de exterminarlos, porque en la ‘nueva sociedad’ perderán su razón de ser”.

Oído todo lo cual, ¿no les parece que es cierto que una gran maroma se puede avecinar?
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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