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El éxito de la restructuración de la deuda depende de la buena fe con que se encare el proceso y del valor de la propuesta

La cobertura que los medios y muchos analistas realizan del proceso de restructuración de la deuda argentina se enfoca en lo anecdótico y no en lo fáctico.

Si uno se quedara en las notas de prensa que resaltan la cordialidad de las reuniones con Merkel, Macron y el Papa y sus promesa de ayuda (¿?) parecería que estamos ante un asunto sencillo. Como si bastaran esas reuniones, o la bendición del Vaticano, para que un piadoso grupo acreedor accediera a aprobar el acuerdo que el país ofrezca.

Lamentablemente, las reuniones “positivas” o “constructivas” mantenidas en Europa son apenas señales de que no habrá animadversión por parte de los gobiernos y, en el mejor de los casos, del FMI para con las negociaciones que deban encararse en dicho organismo. Pero no indican que sea posible firmar una postergación de pagos a cambio de nada. Mal que nos pese, habrá FMI y deuda pública para rato en Argentina.

El mercado ha enviado mensajes claros a la provincia de Buenos Aires y al gobierno nacional al rechazar sus propuestas

Una negociación exitosa (más aún una restructuración de deudas) contiene características que exceden lo anecdótico. Una es que no se puede llegar a un acuerdo cuando una las partes no negocian con buena fe. Otra es que esa buena fe es necesaria pero no suficiente para resolver un problema de dinero, que sólo se resuelve con dinero. Eso de que "es sólo una cuestión de negocios” no es una frase de películas.

Esta columna insistió en que era errónea la estrategia de la provincia de Buenos Aires para posponer el pago de capital que finalmente hizo el miércoles pasado. Pretendió imponer de manera unilateral un cambio en las condiciones de pago, y pretendió hacerlo a cambio de nada. Hace una semana, esta columna explicó por qué no hacía sentido aceptar las nuevas condiciones. El final de la historia es conocido, y más allá de los memes no es gracioso.

Curiosamente, el martes, un día antes del pago de la provincia de Buenos Aires, el Tesoro Nacional generó su propio acto fallido: ofreció canjear el bono Dual que vence el jueves próximo por bonos de mayor plazo. Pero ofreció hacerlo de forma tal que lo que se recibiría tendría un valor inferior al precio de mercado del bono Dual. El resultado, también conocido, fue que sólo 10% aceptó la oferta. Probablemente hayan sido inversores cautivos. El viernes por la tarde se supo que los mismos títulos que antes se ofrecían en canje serán ahora ofrecidos a precio de mercado. Corolario: habrá que emitir más bonos que los que algún genio imaginó posible el martes pasado.

Cabe desear que la oferta de canje del bono Dual haya sido un error involuntario. Si los trascendidos son ciertos, unos pocos fondos concentrarían un gran porcentaje de los bonos argentinos. Sin su aceptación, el proceso, y algo más, quedaría trabado. Es evidente que el gobierno ha apostado mucho de su futuro al éxito de un proceso que ofrece poco margen para desviarse de las reglas. La alternativa del default podría llevarnos a un futuro más azaroso.

El éxito de la restructuración no dependerá de las buenas ondas que nos deparen los líderes internacionales o de las plegarias que nos dedique el Papa

La buena fe no es una cuestión abstracta. Esta vez, los acreedores no son buitres. Gran parte de los bonistas son fondos mutuos entre cuyos inversores hay inversores minoristas, fundaciones, compañías de seguro o fondos de becas de universidades. No es hostil su pretensión de cobrar lo poco que queda de una mala apuesta por un país siempre hostil a la hora de pagar.

Muchos fondos confiaron en Argentina y compraron bonos argentinos en pesos a la par, con una tasa de interés bajísima, que al subir desplomó el precio de sus bonos. Por tratarse de inversores extranjeros, la devaluación deprimió el valor en dólares de sus tenencias. Y para consumar el latrocinio, el control de capitales no les deja sacar los dólares que en su momento ingresaron. La propuesta de canje del martes pasado les debe haber parecido otra innecesaria mojada de oreja, con poco contenido de buena fe.

El mercado ha enviado mensajes claros a la provincia de Buenos Aires y al gobierno nacional al rechazar sus propuestas. Por nuestro bien, cabe esperar que los mensajes hayan sido recibidos.

El éxito de la restructuración no dependerá de las buenas ondas que nos deparen los líderes internacionales o de las plegarias que nos dedique el Papa; dependerá de la buena fe para negociar y del valor monetario de la propuesta que se haga. Como en toda cuestión de negocios.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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