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En el plano de las ideas etéreas, no habría posiblemente mejor forma de gobierno que el de la “democracia directa”; por más ella sea una idea cuestionable, entre otros factores, por el tamaño actual de las sociedades municipales, más allá de las dificultades técnicas de su aplicación.

Todo ello en cuanto se parte del argumento y sus derivaciones que, en el peor de los casos, brinda a cada cual la posibilidad de ser escuchada su postura acerca de cualquier materia de interés común.

A su vez, una condición de peso decisivo en la aplicación del tipo de instrumento gubernamental participativo a los que nos referiremos a continuación -al menos en el caso de la mayor parte de las localidades de nuestra provincia- se trata de la formación de grupos deliberativos de tamaño reducido, que reunirían a los que viven cerca y tienen entre sí, por esa circunstancia, un “conocimiento cara a cara”.

Es por eso que, para nuestro objeto, se trataría respecto a la población de una localidad y de la zona de quinta y de su ejido, se fuera más allá de los previstos constitucionalmente mecanismos de la denominada democracia semidirecta, como son el caso de la iniciativa o consulta popular o la revocatoria popular, los que por otra parte son de escasa cuando no nula aplicación.

Ni siquiera tenemos en cuenta a las asociaciones barriales, muchas de ellas institucionalizas, cuya labor en la mayoría de los casos merece ser destacada por su aporte.

Contamos con el antecedente de un concejal de Villaguay -se trataba de Patricio Dunne- que en su momento dio a conocer un proyecto de carácter provincial, por el cual a los efectos de la elección municipal de concejales, partía de la división de cada municipio en tantas circunscripciones como el número de concejales a elegir, circunscripciones que llevan a una elección uninominal por cada una de ellas.

Nuestra propuesta es más modesta, y está enderezada a que en grupos itinerantes -ahora que se ha puesto de moda hablar de los “gobiernos itinerantes” o de “capitales alternativas”- se fije un calendario permanente en el que un número a precisar de concejales -que puede ser inclusive uno solo-, junto a funcionarios municipales de número y tipo también a precisar, circulen por el municipio escuchando los problemas y propuestas que le hagan conocer los vecinos de las manzanas, quintas o concesiones próximas al lugar de reunión, que puede ser inclusive la casa de un vecino que se preste a actuar como anfitrión.

Una manera de actuar que vendría a dar una justificación a la dieta que perciben, y a estos y a los funcionarios permitir un contacto más frecuente con la población. Ya que la pregunta que cabe formular, es si una vez siquiera recibió la visita de un concejal para conversar de problemas propios o del vecindario que hagan a la acción -o su falencia- de la municipalidad o inclusive de algún vecino.

Cuántas cuestiones menores y a veces hasta nimias podrían resolverse con un esfuerzo nimio, mejorando de una manera enorme que no es proporcional al esfuerzo, actuando de esa forma.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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