Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
Cuando yo era chico, de inocentón por no decir medio bruto que era, estaba convencido de que los gallegos eran los habitantes de un país, cuya principal manera de ganarse el sustento era pasarse largas jornadas, día tras día, imaginando chistes, que luego vendían para que se publicaran y terminaran trasmitiéndose en forma oral por el sistema boca-oído-sonrisa o risa-boca-oído, todo ello hasta el infinito…

Al crecer vine a darme cuenta que había vivido inmerso en el error, y que los gallegos eran en realidad los habitantes de Galicia, o sea una especie del Gales británico, aunque mucho más hermoso. También que los gallegos no eran productores de chistes, sino que los mismos eran, al parecer, un deporte que nosotros y vaya a saber cuántos pueblos más practicaban: inventar chistes que los tenían por personajes.

Se daba así el mismo caso que en los Estados Unidos, donde según me dicen no existen “chistes de gallegos” sino “chistes de polacos”. Dicho en forma más clara, que así como nosotros nos reíamos de las “burradas” que atribuíamos a los gallegos, los yanquis hacían lo mismo con los polacos.

Es bueno contar chistes, sobre todo cuando se trata de un buen chiste. Porque los chistes hacen reír, y es bueno tanto hacerlo como encontrarse con quienes lo hagan, máxime en estas épocas en que lo corriente es toparse con caras hoscas, cuando no de alunados.

Pero con una advertencia, que si bien podemos reírnos de chistes en los que gallegos y polacos sean sus personajes, mejor cuidarse de pretender tomarlos por tales a unos y otros en la vida real, porque podemos, de ser así, toparnos con una sorpresa que, cuando no desagradable, resultará por lo menos costosa. Es que tanto en Galicia como en Polonia pasa como en todas partes, que hay algunos premiados por “la natura”, y otros a quienes todo lleva a pensar que esa misma natura se ha olvidado de ellos. Un consejo útil, sobre todo para nosotros los argentinos, que nos creemos vivísimos, o “re piolas” como ahora se dice, y que así nos va, hasta el punto de que si nos reímos de las cosas que nos pasan, es para evitar ponernos a llorar a gritos.

Volviendo a los gallegos de los que me estaba olvidando, y para dejar establecido lo equivocado que estaba quien los tuviera por gente de escaso seso, debo contarles que en Galicia acaba de dictarse una ley por la cual en un principio todos los edificios públicos, o aquellos a que el público tenga acceso, que se construyan de aquí en más, deberán “contar con cambiadores de bebés en los aseos masculinos”. Una manera de decir, que junto a los baños de varones o formando parte de él, deberá haber un lugar en que los padres de hijos pequeños les puedan cambiar los pañales, como por nuestra parte se los ve aquí hacer con cada vez mayor frecuencia, hasta el punto de que me he atrevido a pensar que el cambio de pañales será una tarea exclusivamente masculina, algo que pensándolo bien no estaría del todo mal, con tanto varón que parece paraguayo, con perdón de estos por utilizarlos como ejemplo.

¿Un avance más en dirección a la igualdad de géneros? Si se miran las cosas de este modo, se me ocurre que es una innovación muy limitada. Porque acaso ¿no sería mejor que hubiera, como en el caso de las peluquerías, baños unisex en los que podrían entremezclarse mujeres, varones y otras categorías de género, y los padres de los bebés por supuesto. Alguien me preguntará: ¿y el pudor? Ante lo cual no sé si animarme a responderle que el pudor se ha perdido hace rato…
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

Enviá tu comentario