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Este trabajo sale a la luz por pedido del Centro Cultural J.J. de Urquiza. Comenzando por aclarar que no soy historiador y menos académico, soy un simple abogado con las limitaciones naturales que tengo para los tratamientos de estos temas.

Por Héctor Fidel Rodríguez - Centro Cultural J.J. de Urquiza

Simplemente intento comprender la historia argentina, particularmente el periodo entre 1851 y 1930, en el que el país llegó a ocupar los primeros lugares en el mundo tanto por su acelerado desarrollo económico, el nacimiento de una nueva clase social y principalmente por su sistema educativo, que despertó admiración en el mundo, por su calidad, carácter inclusivo, igualdad de oportunidades, etc. que permitió combatir exitosa y rápidamente el analfabetismo.

Fue una educación pública y gratuita de más alto nivel que la privada y estaba al alcance de toda la sociedad, sin distinción de clases sociales, razas o credos.

Por primera vez en este periodo, se aplicaron en la argentina las que hoy se denominan políticas de Estado de mediano y largo plazo y que permitieron transformar prácticamente un desierto en un país próspero, deformado , muchas veces por la obsesión que tenemos los argentinos de revisar nuestra historia y adaptarla a nuestros intereses, de esa manera dirimimos nuestros conflictos casi de manera futbolística , Rosas Vs. Urquiza un clásico de la historia argentina, simplificación que es producto de una pereza mental; una mirada maniquea, binaria, y simplista de la realidad que al pretender sentar una verdad absoluta atasca la posibilidad de pensar , de argumentar de cotejar razones y verificar el enunciado en la realidad.

Estos hombres tuvieron enorme poder político, militar y económico, hombres de acción y pragmáticos porque precisamente para ellos el poder no era teórico. No lo acumularon, ni almacenaron ni guardaron para después; no separaron palabra y acto, ni estas fueron vacías y lo complementaron ambos con gran riqueza material.

Este trabajo parte entonces de un costado no siempre tenido en cuenta, que es la del poder y la forma en que es utilizado, siguiendo en este punto las enseñanzas del filósofo Sergio Sinay.

Este notable autor hace hincapié en la diferencia entre el poder sobre y el poder para; el poder sobre se utiliza para someter a personas, imponer miedo y silencio, disparar arbitrariedades.

Precisamente el proceso histórico iniciado el 1º de Mayo de 1851 y el proyecto político del Gral. Urquiza tiene la segunda de las connotaciones, o sea utilizó todo su poder no para convertirse en un nuevo caudillo, como Bs As temía, sino precisamente para someterse a la ley, para organizar el país, darle una constitución, fundar un Estado republicano fuerte y eficaz, que aseguraba en general la libertad, el orden público, el respeto a la ley, la igualdad de oportunidades, con plena división de poderes. En esta forma de concebir el poder reside la grandeza de Urquiza, por lo que merece tener un lugar entre los padres de la patria.

Sin embargo su actuación mereció ataques furibundos, no solo de Bs As, sino también de muchos comprovincianos, que provinieron de sectores del revisionismo histórico y ultraconservadores. Su gran obra, sus propósitos y logros son desvalorizados, de ahí el objetivo de nuestro centro cultural, que tiene como meta principal en colocar a Urquiza en el justo lugar histórico que se merece y defender los valores que su trayectoria política encarna ¿Cuáles fueron y son las causas de estas actitudes y posiciones? Son muchas las hipótesis, sin dejar de reconocer sus errores que resaltan como en toda obra humana, sus aciertos, entre sus causas menciono una que en mi opinión sobresale, la del temor y desconfianza de algunos sectores de la sociedad, que se sintieron desplazados por los profundos cambios producidos, el aluvión inmigratorio, que hizo tambalear los cimientos de lo que se consideraba la identidad nacional, y el fenómeno de la separación de la iglesia y el Estado.

Las inseguridades, desconfianza e incertidumbres que este proceso trajo aparejado contribuyeron a la formación del mito del buen caudillo, que solucionaba los problemas de manera paternalista, que tomaba decisiones por el pueblo; que los liberaban de toda responsabilidad, al que nos sometíamos incondicionalmente, buen caudillo que en definitiva no era comprendido, a odiar al otro, al ser diferente, a quien podría responsabilizar de todas las calamidades que sobrevenían a la sociedad.

Ello me lleva a la siguiente conclusión, Caseros no fue un simple triunfo militar, o el producto de rivalidades entre caudillos, sino de las ideas y de los nuevos tiempos políticos que el Gral. Urquiza supo interpretar. Se produjo entonces el agotamiento de una forma colonial de conducir el Estado, el fin de un ciclo histórico y el comienzo de otro.

Por último, no puedo dejar de resaltar que la pasión por la historia y la obsesión por revisar nuestro pasado, nos impide muchas veces prepararnos para el futuro, distrayéndonos de nuestros verdaderos objetivos que son los de enfrentar los enormes desafíos que tiene nuestra sociedad, como los son entre otros, los de promover la calidad institucional; lograr consensos entorno a las políticas fundamentales del Estado, el mejoramiento de nuestra educación y especialmente producir los avances tecnológicos, innovadores y científicos necesarios que impone el siglo XXI.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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