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Los roces ideológicos que provoca la tragedia que vive el país de Bolívar

Coti Sorokin, cantautor muy conocido y con corazón en la entrerriana Concordia, está enojado y así lo hizo saber. Autor de la letra de la popular y muy querida canción ¨Color esperanza¨, Coti se tomó muy mal que Diego Torres, la voz que la ha inmortalizado, cantara el tema en el festival Aid Live Venzuela, realizado en Cúcuta Colombia, y donde un gran número de estrellas de la canción de América Latina se hicieran presente para recaudar fondos y apoyar el envío de ayuda humanitaria a Venezuela. Molesto con lo sucedido, Coti señaló que "como autor de ´Color esperanza´ les digo que es una canción que sólo está a disposición de la gente, no de políticos". "Partidos políticos de todos lados y colores me han ofrecido cientos de miles de dólares para usar ´Color esperanza´ en campañas¨.

Y no se quedó ahí su comentario. "La situación en Venezuela es muy delicada. No siento legítimo ningún bando, la verdad. Ojalá haya elecciones pronto para que la gente pueda votar libremente y elegir. Que se vaya Maduro, pero que no entre Trump con sus amigos. Por eso no estoy de acuerdo con que hayan usado hoy mi canción" agregó. Por su lado, Diego Torres evito la polémica y no hizo declaraciones. Del otro lado de la frontera, el gobierno de Maduro montó un contra-concierto, al que llamaron Hands off Venezuela. Entre los intérpretes de esta otra velada, que contó con muy pocos nombres rimbombantes, se destacó la banda argentina Bersuit Vergarabat. Según se desprende de las palabras de Coti, que su canción se hubiera tocado en este último concierto tampoco hubiera sido de su agrado.

Más allá del tinte ideológico que le pueda dar a la crisis de Venezuela el que Estados Unidos se involucre vía sanciones económicas para con el actual gobierno cívico militar venezolano -esto usando una definición del propio Maduro-, el análisis objetivo de la situación lleva a concluir que el gobierno actual de Maduro, no el anterior que finalizó el pasado enero, es ilegitimo y resultado de unas elecciones fraudulentas y carentes de toda legalidad. Maduro las ganó sin que la oposición se presentara, en medio de una crisis económica dantesca, y rehén de una impopularidad de proporciones – una desaprobación de su gestión superior al 70% entonces y más cerca del 90% ahora.

No importa lo que digan Estados Unidos, China o Rusia, el actual gobierno de Maduro es ilegitimo

Subido al legado de Chávez, Maduro, Diosdado Cabello, el general Padrino y los más de mil generales, almirantes y brigadieres que constituyen la plana mayor de las fuerzas armadas bolivarianas, han instaurado un régimen autoritario que maneja todos los resortes del poder, incluida la economía formal y legal, como el petróleo, y también la informal e ilegal como el narcotráfico. Sumidos en el hambre, la enfermedad, la desesperación y la desesperanza, casi 3 millones de venezolanos han dejado su país en el último tiempo, con Argentina recibiendo casi 10% de esa enorme y dolorida multitud.

Entonces, no importa el cristal con que se lo mire, es imposible aseverar y encerrarse en la neutralidad de que Nicolás Maduro y Juan Guaidos son lo mismo. Coti no debe de desconocer todo esto, pero seguramente lo que le nubla su análisis es escuchar que Estados Unidos ha decidido involucrarse, lo que pareciera deslegitimiza cualquier planteo opositor, el de la Unión Europea, o el de unos 20 países de la región que a través del Grupo de Lima le han sugerido a Maduro que llame a elecciones de forma inmediata. Solo Uruguay y México, como democracias plenas, y Nicaragua, Cuba y Bolivia siguen apoyando a los bolivarianos. Mientras tanto, Coti tal vez no sepa que el servicio secreto venezolano es manejado por Cuba, y que los principales sostenes económicos del chavismo devenido en madurismo son desde hace tiempo Rusia y China, los que ahora observan con cierta preocupación una debacle económica que haga que tal vez no recuperen nada de la plata prestada e invertida en Venezuela.

La imagen de Venezuela hoy es la de un país destrozado y sumido en la miseria, con tres millones de venezolanos que han decidido rehacer su vida lejos de casa

La imagen que aquel país muestra hoy al mundo no es amable ni placentera, solo la de un país destrozado por la hiperinflación y sumido en la miseria, donde por años se malversaron y se malgastaron todos los recursos del estado hasta quedarse sin nada. No importa, y esto es casi increíble, que el país este sentado sobre tal vez la reserva petrolífera más grande del mundo. Exprimido y apretado al máximo, el estado venezolano desfallece, y lo propio sucede con un sector privado ya reducido a una expresión mínima. Imposible continuar así.

Sin dudas es difícil dilucidar si Argentina se hubiera convertido en otra Venezuela de haber continuado con el camino que habíamos tomado, con conductas de despilfarro y fiesta eterna muy parecidas a las que hoy tiene a Venezuela de rodillas. Lo que sí está claro es que nuestra obligación es la de colaborar de la manera que sea para que aquel país deje de ser lo que hoy es. Lavarse las manos tomando una posición de equilibrista no le hace justicia a la desesperación venezolana. Y si Coti no lo sabe, seguro que se lo imagina.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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