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Nació el 20 de junio de 1919 y, 100 años después, se encuentra siendo madre de 3 hijos, abuela de 11 nietos y bisabuela de 22 bisnietos. Se trata de la elisense Siomara Treboux de Sotelo, quien recibió a El Entre Ríos para conversar del centenario de vida que acaba de celebrar.

“Me parece mentira tener 100 años. Todavía camino sola, despacito y con mucho cuidado, pero a veces tengo la cabeza medio ida, me faltan algunos dientes y tengo cataratas en un ojo, pero ya no creo que me opere porque me da miedo”, comenzó bromeando.

¿Hay algún secreto?, fue la primera pregunta. “Mastico todos los días una hoja de aloe vera de mi propia planta, que es rico y buenísimo para todo: para sanar las quemaduras ni que hablar y después también para limpiar el organismo”, respondió con convicción. “Aparte, leí que ahora están fabricando medicamentos a base de aloe vera para vender en las farmacias. Así que cómanlo tranquilos porque hace bien”, recomendó.

Además de aloe vera, ¿con qué se alimenta? “Como cualquier cosa. Tengo un buen estómago y siempre estoy con hambre, así que como bien y nada me hace mal. Igualmente, por recomendación de la doctora, ahora estoy cuidándome un poco de las harinas, pero de tanto en tanto me hago una escapadita”, confió la cumpleañera.

¿Actividad física?, otra de las consultas. “Ejercicio hacía escavando la tierra y cuidando mis plantas, pero ya no me dejan hacerlo sola. Ahora viene un podador que me ayuda con mi parral también. Pero siempre me gustó tener las manos con tierra y matar los bichos dañinos que encontraba en las plantas: ¡un placer!”, afirmó.

¿Sufrió alguna enfermedad? “Tuve un mal que al final el médico me terminó curando sin saber bien qué era, pero desconfiaba de brucelosis o mal de Chagas”, reveló Siomara. “Pero fuera de eso, no tengo ninguna operación ni quebradura porque siempre fui bastante rústica. Solo me tengo que controlar la presión y tomar una medicación por recomendación de una neuróloga que me atendió hace años, que no la dejo por nada”, añadió.
Salir a la vida
“Nací en la colonia, a 5 kilómetros de Villa Elisa, donde todavía está mi casa. Éramos doce hermanos, uno tras otro: ¡pobres esos viejos de antes con tantos gurises!”, contó la cumpleañera, antes de tomar un portarretratos con sus propias manos y presentar con nombre y en orden cronológico a cada uno de sus hermanos.

El trabajo en el campo era tan rústico como sacrificado. “Criar gallinas, cuidar los cerdos, deschalar el maíz y ordeñar las vacas, eran tareas cotidianas que había que hacer. Además, para mantener doce hijos, mis padres hacían un gran esfuerzo porque eran pobres y económicos de guardar cada centavito, ¡porque 5 centavos en el tiempo de antes tenían un tremendo valor!”, destacó. “Como las mayores éramos mujeres, no nos quedaba otra que colaborar en la chacra o cortando espinas que salían en el campo. Todo sacrificado y con mucha dificultad”, agregó Siomara.

“Iba a la escuelita 125 que estaba yendo para Hoker. El edificio todavía está, pero la escuela ya no funciona hace años por falta de alumnos. Nada más que hasta 4º grado había ahí, así que esa es toda la educación que tengo: se enseñaba de todo, pero dentro de todo, poco. Como nosotros quedábamos cerca íbamos a pie, pero teníamos compañeros que llegaban a caballo, a veces entre el barro los días de lluvia”, relató.
De ayer y de hoy

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“Antes no había las maquinarias que hay hoy en día y había que hacer todo a mano. Si lo pienso ahora me doy cuenta que antes era todo más sacrificado, pero uno en ese momento no conocía otra cosa como para comparar y no se quejaba”, dio a conocer Siomara.

“Todavía conservo una rueca que era de mi mamá, por ejemplo, porque nosotras mismas hilábamos y tejíamos para toda la familia. Desde ropa de abrigo hasta cubrecamas hacíamos, porque mi papá tenía ovejas y nos apartaba la lana más linda cuando se esquilaba. Uno, obligadamente, aprendía a hacer de todo”, reflexionó.

Costumbres de antaño que dejaron de implementarse. “Cuando moría un familiar había que estar cierto tiempo de luto, algo que ahora prácticamente no existe. Muere alguien y para ir al velorio se ponen ropa roja, mientras que antes se respetaba medio luto o luto entero, dependiendo cuán cercano se era del difunto. Y de salir a los bailes o de fiesta, ni hablar como por tres meses”, sumó como dato anecdótico.

“Antes de venirnos a Villa Elisa, con mi marido cuidábamos la estancia en San Miguel de la familia Girard de Colón, que era gente toda profesional y que recuerdo tenían una tienda. Era todo ajeno, pero había que trabajar y cuidar las cosas como propias. Nos rebuscábamos como podíamos. Con los años me quedé sola porque mi marido murió joven, pero igualmente siempre traté de vivir feliz”, terminó diciendo la centenaria cumpleañera.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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