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Carmen hizo el viaje que esperó toda su vida. Fue hasta Malvinas y pudo reconocer la tumba de sus hijo caído en la guerra:

Viajo al Sur enfundado en uniformes verde oliva sin decirle bien adónde iba y por qué. El último recuerdo que tiene es el de los chicos arriba de un camión militar. Algunas mamás pudieron darles un abrazo de despedida, otras tuvieron que conformarse con un saludo a la distancia. Carmen, como otras madres, debió esperar 36 años para hacer el viaje que esperó toda su vida. El 26 de marzo llegó hasta el cementerio de Darwin, en las Islas Malvinas, y pude reconocer la tumba de su hijo caído en la guerra. Por primera vez, este Día de la Madre la acompañará la certeza de saber que su hijo descansan en paz, allá en el lejano Sur.

“Siento que lo vuelvo a tener”. Cierra los ojos Carmen (82) y jura que lo ve. No le hace falta observar el cuadro que tiene colgado de su hijo en el comedor, ese que ahora aprieta fuerte contra el pecho. Solo le basta con oscurecer la mirada y es ahí entonces cuando aparece él, Eduardo Araujo. Intenta imaginarlo cómo sería ahora de grande, pero no puede. Lo ve como lo vio la última vez, cuando él tenía 19 años y para despedirse levantó sus dos dedos pulgares y le dijo: “Va a estar todo bien”.

Esta historia que termina hoy, comenzó el 2 de abril de 1982. Primero la incertidumbre por la poca información con la que contaban esas madres mientras sus hijos se dirigían a las islas. Luego la comunicación a la distancia, a través de cartas escritas a la luz de las velas, con los estruendos de las bombas que explotaban como banda sonora. Al final, el silencio de décadas por parte de los diferentes gobiernos y del Ejército. ¿Qué pasó? ¿Cómo murió? ¿Dónde está? Eran las preguntas que esas mujeres se hicieron durante muchísimos años. Una dictadura militar acorralada intentó desesperada un éxito patriótico sobre el Reino Unido que fue un desastre. Mandaron a la guerra soldados tan poco preparados que muchos no tenían siquiera una placa de identificación en el cuello. Por eso en Darwin más de la mitad de las tumbas figuraban sin nombre.

Fue recién en diciembre del año pasado cuando el Comité Internacional de la Cruz Roja y el Equipo de Antropología Forense después de un trabajo de excavaciones y rigor científico, comenzaron a llamar a los familiares que cuatro años antes habían llevado su muestra de ADN para la localización de los cuerpos. Carmen supo que su ‘Eduardito’ yace bajo la cruz número 16 del Sector B3 en el cementerio de la Isla Soledad.

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Carmen en ese mismo momento también recuperó las pertenencias que descansaron durante décadas junto al cuerpo sin localizar de su hijo. Esas que ahora guarda en un folio como un tesoro: una postal con la imagen de la virgencita de la Merced, una pulsera de plata, una libreta del Ejército, una factura del pago de la cuota de una materia que debía del secundario y una cédula de conducir casi sin estrenar.

Este Día de la Madre será para Carmen, como también para todas aquellas quienes volvieron a recuperar la identidad de sus hijos fallecidos en Malvinas, una oportunidad para el alivio definitivo. Lejos de esa placa fría que identificaba a 123 tumbas con la frase “Soldado argentino solo conocido por Dios”, ahora será para ellas su soldado argentino reconocido por mamá.

En los Araujo, la noticia movilizó tanto a toda la familia que hoy se reunirán en Colón, Entre Ríos. Allí los otros nueve hermanos (junto a sus hijos) que tiene Carmen se juntarán para comer un asado y recordar a Eduardo con brindis por la certeza.
Fuente: Fragmento: Clarín

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