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Rubén Comán/EER.
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Un llamado de la Patria, el valor de la palabra empeñada y la imagen del hijo entonando el himno con orgullo durante la despedida.

Un juramento a bordo de un barco, un monumento para 649 héroes y 96 tumbas que ahora tienen nombre.

Todo eso y mucho más es Malvinas para los familiares de los caídos en combate. Puro amor, pura entrega. Saber que lo ocurrido fue muy triste pero sentir que no fue en vano.

De lo turbulento de la guerra a la paz que transmiten María Fernanda –hermana del soldado colonense Elbio Eduardo Araujo Penón y presidente de la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur- y María del Carmen, su madre. Juntas reconstruyen esta historia para El Entre Ríos.

-¿Cómo fue el comienzo de la Comisión de Familiares de Caídos?

Fernanda: -Nace ni bien termina la guerra, buscando respuestas. Nuestros padres, madres y los hermanos que eran más grandes, fueron los fundadores; yo tenía 10 años. Surgió la necesidad de llegar a las islas. En esta unión de familiares, que todavía no estaba constituida como comisión, gestionaron un barco que se llamaba Lago Lacar, donde viajaron alrededor de un centenar de familiares de todo el país, entre ellos mi papá. Cuando faltaban algunas millas para llegar, hubo una advertencia de Gran Bretaña de que si pasaban unas millas más entraban a la zona roja y los bombardeaban. Detuvieron el barco y allí hicieron un juramento de crear esta institución, dijeron que regresarían, llegarían a las islas y levantarían un monolito, porque en ese momento se enteran que había un cementerio argentino en las Islas Malvinas. Bajo ese juramento se crea esta comisión, y cuando llegaron a puerto comenzaron a trabajar para que esto se haga realidad.

Comenzamos con las reuniones, yo iba a jugar con los otros hermanos menores, pero uno piensa que los chicos no escuchan nada y no es así. Yo crezco en esta institución, hay padres que amé con toda mi alma y ya no los tenemos.

En 1991, la Cruz Roja Internacional –de acuerdo con los dos países- realiza el primer viaje a las islas, al que fuimos papá, mamá y yo. En ese viaje nos enteramos que no había una cruz con el nombre y el apellido de Eduardo.

María del Carmen: -Cuando llegamos al cementerio y sabiendo que no estaba su nombre, nos juntamos con las dos mamás de los soldados que sabíamos habían caído con Eduardo. Elegimos tres cruces y las hicimos nuestras, donde rendíamos homenaje cada vez que íbamos.

Fernanda: -Los caídos son 649, en el cementerio hay 230 cruces, de las cuales 121 en inglés llevaban la leyenda “Soldado argentino conocido por el Señor”, que son las palabras que puso Geoffrey Cardozo (oficial inglés que hizo el cementerio de Malvinas). Como otra parte de los familiares también tenían necesidad de llegar a un lugar, “la meca” como le llamamos nosotros, empezamos a pensar en aquel monolito que se había jurado en el barco, y pensamos por qué no un monolito que lleve los 649 nombres. En el Crucero Gral. Belgrano tenemos 323 tripulantes muertos, más de la mitad, más los aviadores que se volatizaron en el aire y tampoco tienen una tumba, entonces ese monumento es para la familia un lugar donde honrarlos, y que además todo argentino que vaya tenga los 649 nombres.

Entonces del monolito nació el monumento. En el ’98 comenzamos con el proyecto. Un arquitecto nos ayudó a hacer el bosquejo con la placa grande que dice: “El Pueblo de la Nación Argentina que le rinde homenaje a nuestros muertos en el conflicto armado de 1982. Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur”.

También se hace una ermita donde se proyecta llevar la imagen de la Virgen de Luján. Elegimos esa imagen, primero porque somos un país mayormente católico y mariano, y la Virgen de Luján es nuestra patrona; segundo, porque la palabra que más se escuchó en combate fue “mamá”, entonces pensamos en una madre que los cuide y los cobije; y tercero, porque en su manto tiene los colores de la bandera. Seguimos gestionando que nos dejen tener en el lugar una bandera argentina; como todavía no tuvimos suerte con eso, de alguna manera nuestros colores están en el cementerio.

En ese momento el presidente y fundador de la comisión era el Sr. Héctor Omar Cisneros, hermano de Mario Antonio Cisneros, alias “El Perro”, para nosotros un caído emblemático en las islas. En 1999 Héctor viajó a Londres a encontrarse con los ingleses, quienes dieron el sí, pero nos faltaba un millón de dólares. Esta institución es una ONG sin fines de lucro, y había que juntar ese dinero.

En 2002/03 hicimos un acuerdo con la AFA, que nos dejaba ingresar a las canchas con una bandera de más de 20 metros. Era la época que iban también los visitantes. En un River-Boca, las dos hinchadas se ponían de pie, se sacaban las camisetas y comenzaban a revolearla entonando el himno. Un ejemplo de lo que significa Malvinas, uniendo a River y Boca. Lo único donde no hay división entre los argentinos es Malvinas.

En aquel entonces el embajador inglés era Robert Christopher y él sabía que nosotros necesitábamos ayuda. Lo trae de la mano al empresario Eduardo Eurnekian y él nos pregunta “¿qué necesitan?”. Le dijimos “un millón de dólares”. Nos dijo “tienen el millón de dólares”. Para nosotros fue un momento histórico. Cuando ya estaba listo para entregarnos el dinero, con la comisión directiva que yo ya integraba, decidimos no tocarlo, que Eurnekian nos financie y el monumento se construya en Buenos Aires. A él le gustó esa idea y decidió construirlo en Ezeiza, ya que muchas mamás entradas en años no iban a poder viajar a las islas. El material fue elegido por la comisión. En 2004, se cambia la placa a los pies de la cruz y se coloca la que verán en la parroquia, y lo que estaba en inglés se pasa al castellano y se le agrega: “Soldado argentino solo conocido por Dios, a las 121 tumbas que no estaban localizadas”. Al resto de las cruces se les puso su nombre y apellido.

La Basílica de Luján nos dona una imagen de la virgen que mide más de un 1,50 y antes de llevarla a Malvinas la llevamos a recorrer el país, desde La Quiaca hasta la Antártida, pasando por Colón. De cada lugar volvía con rosarios desde los más humildes hasta de plata y oro, una pareja nos dejó sus alianzas, dibujos, cartas. Fue una peregrinación maravillosa llevando y trayendo bendiciones. Eso es Malvinas: amor. El acto de amor más grande es dar lo más sagrado que tenemos: la vida. Jesús dio la vida por nosotros y ellos estuvieron a la altura de Jesús. Todo lo que hacemos desde la comisión es para ellos, pero es tanto lo que dieron, que siempre sentimos que lo que hacemos es poco.

-¿Cómo fue la llegada del monumento a Malvinas?

Fernanda: -Se empieza a emplazar a fines de 2003. Isleños trabajaron con muchísimo respeto, y luego se colocaron todas las lápidas. En 2004 queda terminado y al año siguiente los integrantes de la comisión directiva viajamos para hacer la fiscalización del final de obra. Fue otro momento muy emotivo.

-¿Cómo fue el proceso de reconocimiento de algunos de los cuerpos que finalmente se logró el año pasado?

Fernanda: -Lamentablemente al comienzo se tiñó de partidismo político, justamente en este tema que es sublime. Un grupo de excombatientes y un puñado de familiares con otros intereses, empezaron con la sigla NN, que fue utilizada para otra historia de nuestro país. Esa comitiva de la provincia de Buenos Aires viajó a las islas y apoyaron carteles en las tumbas con la leyenda: “identidad a los desaparecidos por la dictadura”. Nos manifestamos, porque nuestro límite es el cementerio, si vas tenés que ir con respeto. Dijimos que si el reconocimiento iba a ser con tinte político, no tocaran el cementerio. La comisión de familiares nunca fue consultada por el gobierno anterior.

Cuando asumió el nuevo gobierno, en diciembre de 2015, nos recibe el Secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj. Al comienzo fuimos muy ásperos porque estábamos enojados. Con su santa paciencia nos escuchó y entendió que decíamos que no por nuestras dudas y nuestro dolor. Nos sentamos todos los familiares en una mesa de la que participó gente de la embajada británica y nos respondieron todas las dudas. Ahí vimos que todo iba a ser para bien.

Un día el psicólogo me dijo que me corra del lugar de presidente de la institución y me preguntó qué pensaba mi mamá de esto. Me quedé sin respuesta. Otro día me senté con mamá, le dije que me corra a mí y piense solo en Eduardo y ella, y le pregunté si le gustaría realizar el reconocimiento. Me respondió que no lo necesitaba, que sabía que su hijo estaba en Malvinas y que sabía que Malvinas era su hijo. Se quedó pensativa y me dijo: “Pero otras mamás sí lo necesitan y para que ellas sepan tienen que tocar a mi hijo”, porque se estaba hablando de presentar recursos de amparo para que no los tocaran. Y pensé “qué corazón, otra vez está entregando a su hijo”. Lo hablamos con los otros papás y todos entendieron lo mismo.

En junio del año pasado comenzaron los trabajos en el cementerio. Al estar tan bien construido, las sepulturas eran buenas y los cuerpos se encontraban en un estado que ni los médicos forenses se imaginaban, así que el trabajo fue más rápido de lo esperado.

El 6 de diciembre de 2017 diez familiares de la comisión decidimos estar juntos, más allá de que fuimos entrevistados individualmente. Nosotras convencidas de que nos iban a decir que no lo habían identificado, hasta que le dije al psicólogo de la secretaría que nos diga de una vez, porque hacía como tres días que estábamos sin dormir. Agarró una carpeta y dijo: “El soldado Araujo fue identificado”. Luego me dijo que había pertenencias de mi hermano y vi su imagen en la licencia de conducir que estaba impecable. Se la pasé a mamá y ella se la apoyó en la cara. Nadie recuerda qué dijo, pero le habló y mucho.

María del Carmen: -Ahí lo tuve de nuevo.

-¿Cuántos fueron los soldados identificados?

Fernanda: -Hasta ahora son 96. Un porcentaje altísimo porque son 122 restos.

-¿Cómo fue el momento en que Eduardo es convocado a participar de la guerra?

Fernanda: -Eduardo hizo el servicio militar obligatorio en 1981. El 20 de junio juró defender a la Patria y la Bandera hasta dar la vida, y en marzo del ’82 le dan la baja. Cuando convocaron a la guerra de Malvinas él dijo “me tengo que presentar”, porque papá siempre nos inculcó el valor de la palabra. Él sintió el llamado de la Patria y dos días después le llegó la notificación; estaba feliz. Ingresó al regimiento el 9 de abril, un Viernes Santo.

María del Carmen: - El domingo 11 de abril lo despedimos en la plaza de armas y Eduardo me dice “mamá, me voy a poner el birrete así le hago el saludo militar al himno”. Y todo el tiempo hizo ese saludo… Cada vez que suena el himno, tengo esa imagen…

-¿Qué piensan de esa guerra 36 años después?

Fernanda: -Cualquier guerra es nefasta, no gana nadie. El otro día me sentí mal porque alguien nos acusó de que nosotros somos amigos de los asesinos de nuestros hermanos. Si los ingleses son asesinos entonces mi hermano también, porque seguramente algún inglés se llevó puesto, y lo que menos Eduardo tenía en su corazón era ese sentimiento.

Entonces le pregunté a Geoffrey Cardozo si en la guerra había asesinatos, y me respondió “en las guerras no hay asesinatos, en las guerras hay muertes. No gana nadie. Porque nosotros ganamos la batalla, pero hay madres como la tuya y hermanas como vos, inglesas, que también lloran a sus familiares”.

Lamentablemente cuando dos países no se ponen de acuerdo, suceden estas cosas. Pero cuando se dice “esa guerra nefasta” o “esa guerra injusta”, nos duele, porque mi hermano murió en esa guerra. ¿Injusta cuando fuimos a recuperar algo que nos corresponde? ¿Entonces fue en vano su muerte?

-¿Cómo fueron esos meses para ustedes como familia?

Fernanda: -Terribles. Eduardo es nacido acá, criado en Capital Federal, pero venía a Colón a pasar los veranos. Como era muy sociable, por donde pasó marcó. Le han enviado cientos de encomiendas. Yo no tengo lindos recuerdos, porque no quería que mi hermano se vaya.

-¿Hubo comunicaciones, cartas?

-Sí, tenemos tres cartas y dos telegramas que enviaba después de cada ataque grande.

-¿En alguna de esas cartas se mostró arrepentido de su decisión?

Fernanda: -No, al contrario. Todas las cartas son hermosas, pero hay una que es emblemática, porque dice: “Disculpen la letra, les escribo a la luz de los fósforos pues la situación así lo impone”, estaba en su pozo de trinchera, en Monte Longdon. “Quédense todos tranquilos que el Soldado Araujo monta guardia por la Argentina, la de todos, próspera y soberana y que le es fiel a su juramento”.

O sea que no solo no estaba arrepentido, sino que seguía afirmando su convicción con su corta edad.

En las cartas se refería mucho a la camaradería, al amor al compañero. Entre cinco romper una galletita en cinco pedazos.

-¿Cómo fue el final de la guerra y no encontrarlo?

Fernanda: -Fue el momento más triste de nuestras vidas. Ahí comienza la odisea de la familia. Al no tener información, mamá y papá comenzaron a buscar desesperados y nadie les informaba nada. Hasta les llegaron a decir que Eduardo estaba vivo, herido en Campo de Mayo. Entraban al hospital y como escuchan a una mujer gritaban “mamá”, ella iba contenta y cuando llegaba no era su hijo. En terapia intensiva papá encontró al cabo de mi hermano al que le habían dado la orden de no decir la verdad, sino decir que lo había dejado muy mal herido. Él estaba herido por la misma bomba que mató a Eduardo y le dijo a su jefe que no lo quería recibir a papá porque no le quería mentir, pero lo obligaron. Cuando papá salió de ahí entendió que con las palabras le había dicho una cosa y con la mirada otra.

-La gesta de Malvinas fue determinante para el fin de la dictadura. ¿Qué creen que esta democracia les adeuda a estos héroes?

Fernanda: -Reconocimiento en todo sentido, a los héroes y a las familias. Fijate que 36 años después nos siguen llamando familiares de excombatientes y es por la falta de información, por desidia. No tuvimos ayuda de ninguna índole. Siempre digo que si mamá y papá hubiesen tenido ayuda profesional la vida de ellos hubiese sido distinta; por ende, la mía también.
Charla con los alumnos y entrega de la placa
El viernes, María Fernanda Araujo Penón brindó una charla a alumnos de la Escuela de Educación Técnica N° 2 de Colón. En tanto, este domingo –día en que Elbio Eduardo Araujo Penón hubiese cumplido 56 años- participó junto a su familia de la entrega en resguardo de la placa que estaba sobre la tumba de su hermano, el soldado colonense caído en combate. Fue a las 11, al finalizar la celebración de la misa, en la Parroquia Santos Justo y Pastor.

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Alumnos de la Formación Platero Orfebre del Anexo Formación Profesional de la misma escuela, confeccionaron dos rosas de alpaca y latón cinceladas: una será destinada al cementerio argentino y la otra al cementerio inglés.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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