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Llegó un mensaje desde un número desconocido. En el interior del chat se distinguían un audio, breve, y una frase aún más breve pero contundente: “Me robaron el celular. Me apuntaron con un revólver y me lo sacaron”.

La que se comunicó con El Entre Ríos es Mabel Paiz, la mujer de 57 años que desde 2018 cocina la cena o prepara la merienda a decenas de vecinos de una de las barriadas más humildes de Concordia, ubicada al noroeste.

Su casa, C32 de calle 55 y Lieberman, en barrio San Francisco (oeste), es el punto de encuentro y de acceso a la comida para unas 45 familias (130 personas, aproximadamente) o el sitio de los festejos de cumpleaños, días del niño o la madre. Así como nadie se va sin su arroz con leche, un guiso, pizzas e incluso canelones, nadie se queda sin su regalo en esas ocasiones festivas.

Con el apoyo desinteresado de un puñado de concordienses, algunas empresas y el Estado; pero fundamentalmente de la propia Mabel, su familia y algunas colaboradoras, todo eso es posible. Paradójicamente, a la mujer que tanto da, hoy le tocó que le saquen algo.

Pero, sobre todo, le tocó sentir por unos segundos que toda la vida vivida y lo que comparte podía esfumarse. ¿Qué hubiese pasado si el arma era disparada? ¿Qué puede hacerse ante tan crítica situación?

“Yo estaba en Yuquerí y Lieberman, esperando el colectivo”, precisó la cocinera. “Llegaron 2 chicos en una moto azul de 110 centímetros cúbicos. Me apuntaron con el arma, me torcieron el brazo y me sacaron el celular y la plata que tenía”, lamentó.



Concluyó diciendo que, “por suerte estoy bien, acá en casa”. Ya había tomado la pastilla para controlar la presión, había recibido la acogida de su familia y renovado la certeza de que seguirá adelante, sin amedrentarse por lo que pasó este jueves.
Fuente: El Entre Ríos

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