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Foto: Rubén Comán/El Entre Ríos.
Foto: Rubén Comán/El Entre Ríos.
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Raúl y César atravesaron el drama del alcoholismo en primera persona, pero decidieron no quedarse en él. Luego de una dura batalla lograron reconvertir esa experiencia en ayuda a los demás, y así como Alcohólicos Anónimos los ayudó a recuperarse, hoy son ellos quienes desde esta institución ayudan a otros a volver a vivir.

Lunes, miércoles, viernes y domingos se reúnen en un salón de la planta de la Parroquia Santos Justo y Pastor (ingresando por la esquina de Urquiza y Cot).

-¿Qué es Alcohólicos Anónimos?

R.: -Nuestro preámbulo dice: Alcohólicos Anónimos es una comunidad de hombres y mujeres que comparten su mutua experiencia, fortaleza y esperanza para resolver su problema común y ayudar a otros a recuperarse del alcoholismo.

El único requisito para ser miembro de A.A. es el deseo de dejar la bebida. Para ser miembro de A.A. no se pagan honorarios ni cuotas; nos mantenemos con nuestras propias contribuciones. A.A. no está afiliada a ninguna secta, religión, partido político, organización o institución alguna; no desea intervenir en controversias; no respalda ni se opone a ninguna causa. Nuestro objetivo primordial es mantenernos sobrios y ayudar a otros alcohólicos a alcanzar el estado de sobriedad.


Luego explica qué es el anonimato: El anonimato es la base espiritual de todas nuestras tradiciones, recordándonos siempre anteponer los principios a las personalidades. Esta es la garantía que le damos al mundo de que nadie utilizará el nombre de A.A. para obtener prestigio o influencia y que la identidad del recién llegado no será revelada. Algunas personas no quieren exponerse al estigma que se le atribuye al alcoholismo. Entendemos su situación, puesto que también la hemos atravesado.

También tenemos otro principio muy importante: Todo lo que se dice, se oye y se ve, aquí debe quedar cuando es una reunión cerrada.

Esta es una enfermedad del alma y acá somos comprendidos por nuestros hermanos de recuperación, ya que el camino del alcoholismo nos ha unido.

-¿Cuántos años hace que funciona el grupo en Colón?

C.: -30 años. Y a nivel mundial hace 64 años que existe.

R.: -Hay grupos en Concepción y Villa Elisa, pero Colón fue el primero y el más grande de la zona.

-Cuéntennos cómo es la dinámica cuando una persona llega al grupo.

R.: -Le preguntamos qué le está sucediendo. Nosotros no consideramos alcohólico a ninguno que venga, sino que se tiene que considerar él. El primer paso habla de que si no podemos poner límite al alcohol, si este nos ha invadido, ya comenzamos a ser un bebedor problemático. La gente bebe y no quiere decir por eso que sea un alcohólico.

-¿Qué le da indicios a una persona (o a su entorno, que muchas veces se da cuenta primero) que va camino a ser un alcohólico?

R.: -El primer paso habla de cuando nuestra vida, por culpa del alcohol, comienza a ser ingobernable. Comienza diciendo: Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables.

Es difícil el reconocimiento de que uno se ha convertido en un alcohólico. Yo creía que el mundo estaba equivocado, no yo. Y sin embargo, a los 53 años tuve que admitir, cuando llegué al grupo, que mi vida estaba desordenada y el alcohol había tenido que ver con todo eso. El alcohol nos provoca un desorden mental, por eso desde 1936 la Organización Mundial de la Salud la declara una enfermedad física, mental y espiritual.

-Ustedes no diagnostican, sino que ayudan a la persona a darse cuenta en qué situación está.

R.: -Así es. Le decimos que si considera que es alcohólico, está en el mejor lugar. Si quiere, acá verdaderamente sale. Don César tiene 11 años en el grupo y yo hace 7 años que estoy en recuperación, nunca hemos tenido una recaída. Es un programa de obediencia sugerida, nadie da órdenes, nosotros somos servidores.

C.: -Yo llegué de grande y no me animaba y me explicaron que tenía que venir por mí. Estoy tan agradecido.

-El primer paso de A.A. no hace referencia a la cantidad ni a la frecuencia con la que se bebe. No es un detalle menor.

R.: -Yo, si bien tomaba más seguido que antes, no tomaba todos los días, sino de vez en cuando, a lo mejor una vez por mes. Pero cuando tomaba una gota no podía parar por tres días. Ahí estaba la enfermedad.

-Este no poder parar es un indicativo. ¿Otro puede ser que sistemáticamente uno se predisponga a beber en determinadas circunstancias? Por ejemplo, cuando debe enfrentar un problema o quiere tomar coraje para afrontar una situación.

R.: -Así empiezan de jóvenes. Me acuerdo que tenía vergüenza y el alcohol me desinhibía. Por ejemplo, me quería parecer a un amigo que hablaba con las chicas, las sacaba a bailar. Después se va instalando como una forma de vida y parece una herramienta que uno utiliza para enfrentar esos momentos difíciles, sin darse cuenta que la enfermedad es lenta y progresiva. Con los años uno se encuentra en un lugar que no se esperaba; es una trampa. Yo pensaba que tomando me iba a ir bien, pero se convirtió en una enfermedad que desordenó mi mente. Por eso es importante decir no a la primera copa y venir al grupo para ir recuperando el sano juicio. Muchas personas terminan en el manicomio o mueren sin llegar a A.A.

-Además, se predisponen para un montón de situaciones de riesgo como accidentes de tránsito, riñas callejeras o cometer delitos.

R.: -La onda expansiva que emana el alcohólico es tan potente que destroza todo lo que tiene alrededor. La más perjudicada es la familia, la esposa, la madre, los hermanos.

-¿Cuán importante es esa familia en la recuperación?

R.: -Es muy importante. Yo me recuperé sin la ayuda de mi familia porque me dieron la espalda, pero el deseo profundo de dejar de beber fue por mis hijos. No se ayuda consintiéndolo, a veces hay que soltarle la mano para que toque fondo. La derrota absoluta. Cuando uno empieza a estar bien, todos se alegran y se vuelven a acercar, y como este programa trabaja por atracción, a mí que me han visto tomar tantos años, cuando me veían bien, distinto, me preguntaban qué estaba haciendo. Entonces uno dice ‘estoy en Alcohólicos Anónimos’, se siente orgulloso de estar acá y hay quien dice ‘si a él le fue bien, puedo ir yo también’. Y así llegan a esta recuperación que es maravillosa, que nos ofrece una nueva vida.

-Tengo la impresión de que en los últimos años el alcohol ha ido ampliando su campo de influencia. Quizá es un prejuicio, porque antes no había tanta información y problemas como estos se ocultaban, pero estaba la idea de que el consumo excesivo se limitaba a los hombres de mediana edad e incluso parecía circunscribirse a determinada clase socioeconómica y cultural. Ahora la problemática se visibiliza cada vez más en niños, adolescentes, mujeres y en todas las clases sociales.

R.: -La enfermedad no discrimina. Ahora el alcohol se ha sociabilizado convirtiéndose en una pandemia. En toda reunión se destapa una botella y se bebe, parece que si no no se pueden divertir ni tener una conversación, y la vida es maravillosa sin alcohol. Hay personas que van a salir libres de esa situación, pero hay otras que tienen problemas, como me sucedió a mí. Nosotros estamos trabajando para dar información a los jóvenes de qué es el alcoholismo. Alcohólico hoy, alcohólico para siempre.

-No se cura.

R.: -Se puede detener, pero no se cura. El alcohol es un síntoma de una enfermedad más profunda, como la fiebre que avisa que hay otra cosa. El alcohol pierde a la persona y A.A. la recupera para la sociedad.

-¿Dan charlas en colegios o clubes?

R.: -Sí, tenemos programadas charlas en escuelas. Es lindo porque es parte de la recuperación.

-A.A. forma parte del Consejo de Adicciones creado por ordenanza. ¿Están conformes con el trabajo?

R.: -Sí, nos ayuda mucho porque no tenemos otro grupo de A.A. cerca. Nos permite insertarnos en la sociedad y compartir con otros grupos que están en la misma problemática. Se hace más dinámico y útil. Además, nos hacemos eco de lo que está pasando con las otras drogas, la adicción a los celulares o las bebidas energizantes. Todos juntos hemos pedido para el hospital psicólogos y psiquiatras. Solos no lo hubiésemos podido hacer.

-¿Se aprende a convivir con el alcohol?

R.: -Decimos que para recuperarnos tenemos que entregarnos a un poder superior, según cada uno lo conciba, puede ser Dios o lo que sea. Esa entrega absoluta hace que nos fortalezcamos y, después de un tiempo, a mí me pasó alrededor de los cuatro meses, se me evaporó el deseo de beber. Tuve los cuidados que hay que tener, para estar atento de no caer en la trampa. No tengo necesidad, a mí el alcohol me hace daño, no puedo garantizar que voy a tomar y voy a volver al grupo; puede que vuelva a la vida que llevaba antes.

-La sugerencia es no volver a consumir, entonces.

R.: -Claro, por eso es una enfermedad para siempre.

-Quien quiera sumarse al grupo, ¿cómo debe hacer?

C.: -Puede venir directamente.

-¿En qué días y horarios funciona el grupo?

C.: -Lunes, miércoles y viernes a las 20 y los domingos a las 10 de la mañana.

-¿La participación es gratuita?

C.: -Sí, totalmente.

-¿Hay grupo de familiares?

R.: -Sí, los lunes a las 20, en forma paralela. Inclusive si no puede o no quiere venir el alcohólico puede venir un familiar y le va a ayudar a entender de qué se trata esta enfermedad. Y quién dice que un día venga él también.

Es maravilloso que una persona se dé una oportunidad. A mí esto me salvó la vida, literalmente.

-Hay que decirle a quien está pasando por este flagelo que se anime porque se puede. Y vale la pena.

R.: -Vale la pena, sí. Si siente que tiene problemas con el alcohol, no tiene que dejar de venir.

-Que no esperen una confirmación o un diagnóstico, sino que si algo les hace ruido de su relación con el alcohol, vengan.

R.: -Como dice el primer paso, mi vida se va a haciendo ingobernable. Si parece que tiene que estar el alcohol, sino no puedo, ya no soy yo; es el alcohol. El problema es seguir tomando, lo demás son inconvenientes de vida que tenemos todos.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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