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Romina Picolotti
Romina Picolotti
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En un currículum digital puede leerse que Romina Picolotti es asesora principal en el Instituto para la Gobernabilidad y el Desarrollo Sostenible (IGSD), con sede en los Estados Unidos. A su vez es también representante de diversas ongs en la Coalición Climática para el Aire Puro (CCAC) y presidente y fundadora del Centro de Derechos Humanos y Medio Ambiente (CEDHA).

Debe destacarse la importancia de su participación en la segunda de las organizaciones nombradas (CCAC), dedicada al estudio y amortiguación de los efectos de los "contaminantes climáticos de vida corta"; que son agentes que tienen una vida útil relativamente breve en la atmósfera, de unos pocos días a algunas décadas, y una influencia sobre el clima que los calienta.

Tal el caso de los principales contaminantes climáticos como son el carbono negro, el metano y el ozono troposférico, que son los contribuyentes más importantes para la potenciación humana del efecto invernadero global después del anhídrido carbónico.

A desempeñar esas funciones la llevó el haberse recibido de abogada en la Universidad Nacional de Córdoba; lograr una Maestría en Derecho Internacional de Interés Público de la Facultad de Derecho de Washington en la American University, Washington, DC. También que sus logros en protección climática le han valido el Premio Sophie por su destacada contribución al desarrollo sostenible en 2006, el Earth Care Award de Sierra Club en 2007, otorgado a CEDHA y el Premio de protección climática de la EPA de los Estados Unidos en 2008.

El mismo texto señala que la nombrada es autora de numerosos artículos y libros, incluidos Derechos humanos y medioambiente en Argentina: "Una propuesta para una agenda nacional" (Córdoba, 2005), "El costo humano de defender el planeta: Violaciones de los derechos humanos de los defensores del medio ambiente en las Américas" ( CEDHA, 2004), Enlazando los Derechos Humanos y el Medio Ambiente (Arizona Press, 2002); así como varios escritos que ofrecen un nuevo razonamiento jurídico que cambió la forma en que la Corte Interamericana de Derechos Humanos entendió los inseparables vínculos entre la protección del medio ambiente y los derechos humanos.

Ese currículum mientras tanto está referido a la misma Romina Picolotti que en nuestro país fuera Ministra de Medio Ambiente de Argentina (2006 - 2008), cargo al que fuera catapultada, luego que el entonces gobernador de nuestra provincia Jorge Busti la ubicara con el objeto de que le asistiera en ocasión de la conmocionante reacción de los habitantes de Gueguaychú, como consecuencia del entonces posible funcionamiento de una pastera en Fray Bentos, obras actualmente "clonadas" en otras instaladas también en tierra oriental. Se trataba de una situación que le explotara en las manos, pero que tuvo la suficiente habilidad como para derivársela al gobierno nacional de ese entonces; el que hiso uso y abuso de ese problema con el propósito de obtener réditos políticos, sin lograr ningún resultado que, sin recurrir a piquetes y demandas judiciales, no se hubieran podido lograr apelando a otros mecanismos menos onerosos y más sensatos.

Fue dentro de ese cuadro donde la nombrada, de una manera fortuita y casi como quien cae en paracaídas, se introdujo en el gobierno de los Kirchner, en los que hizo buenas migas con Alberto Fernández –no confundirlo con Aníbal- hasta que en un momento dado, como resultas de las tensiones de la funcionaria con intendentes del conurbano poco amigables del medio ambiente, la señora Kirchner la "echó". Con esas palabras, porque de ello se habló en la neolengua puesta en uso, por la cual al "cesar" un funcionario político en sus funciones no "se le pedía la renuncia" que él mismo presentaba, sino que se llegaba al mismo resultado acompañando esa determinación con un maltrato.

Pero esta relación de la vida de la exfuncionaria, debe proseguir luego del paso por el gobierno nacional, y de haber vivido junto a nosotros jornadas que nos provocan sentimientos encontrados; no se explica porque de improviso nos halláramos acordado de ella. Sino por cuanto de acuerdo a información fresca, ahora se la ve emerger súbitamente por circunstancias menos gratas. Es que ahora se anuncia que un tribunal federal el año próximo la someterá a juicio oral por el mal manejo de fondos durante su gestión ministerial.

La lista de cargos hasta provoca una sonrisa –en el actual contexto de investigaciones de defraudaciones multimillonarias a diestra y siniestra, entre las cuales las poco menos de cien mini-rapiñas del último intendente cristinista del partido bonaerense de Quilmes parecen no otra cosa que . . . "haberse quedado con un cambio".

Ya que según las fuentes informativas mencionadas, Picolotti está acusada de haber dispuesto -durante su paso por su gestión- de fondos públicos para pagar gastos personales. Que irían desde regalos de lujo a doscientos sesenta pasajes en avión para ella y familiares; en todos los casos a destinos sin ninguna relación con las funciones de su competencia. A lo que se agrega, en el contexto de corrupción a que nos referíamos, un gasto de 77,5 pesos en "Hooters", un bar que era atendido por mujeres semidesnudas ( Este comprobante – según pudo leerse en el recorte de un diario de la época- posee escrito en su parte superior ¡Muchas Gracias! Así con signos de exclamación, a modo de cómplice agradecimiento por parte de quien concurrió al local e hizo los consumos con dinero público, según lo habría indicado la jueza que envió la causa a juicio oral).

En procura de ser ecuánimes, tenemos por un momento que dejar en paz a la funcionaria, para hacer referencia a que se asiste una vez más a lo que pasa por ser una norma de conducta –la que no tiene nada que ver con lo que dicen las leyes, en material judicial- cuál es la larga demora con la que llegan las sentencias, no importa si son o no con condena, ya que esa mora es en ambos casos de similar gravedad. Norma no escrita que parece hacer que una persona tenga que esperar una década para que vea declarada su inocencia, o igual periodo de tiempo cargando el fardo de la incertidumbre de terminar condenado y hasta preso (¡!)

Mientras tanto, para Romina Picolotti esperamos–sea cual fuera el resultado del juicio- lo mejor. Porque quisiéramos creer que lo que hizo no fue sino "un pecado de juventud", producto de la embriaguez que tanto o más que el poder provoca el pasearse por alfombras rojas. Y que lo que le ha ocurrido le sirva de permanente advertencia de la necesidad de moverse siempre entre las dos líneas blancas de la ruta y de no irse a la banquina.

Aunque queda una pregunta: ¿qué dirán a todo esto los asambleístas de Gualeguaychú, viendo a Picolotti con su familia viviendo en Miami en casa propia y vista al mar, mientras que ellos al acercarse al río se topan con la mole de la pastera?

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