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Ana María Martínez sacude un poco el árbol de la memoria y los cuentos conmovidos caen como frutos maduros. La artista se asombra de cada instante, por eso encuentra honduras a cada paso. Este jueves, 1° de agosto a las 19:30, presentará en la Biblioteca Popular del Paraná su nueva obra. Cuentos imperdibles y el canto de María Silva.

Como algunos de sus lectores le conocemos el temple, entonces la letra nos viene acompañada de otros códigos, con lo que entendemos y lo que conjeturamos, y porque nos gusta saber con qué satisfacción la autora cierra el relato que le ha dictado el corazón para abrir el siguiente, a veces “a cara e’perro”, como se llama su dirección en Internet.

Sus cuentos dicen jallalla, por la vida. En su caso, el compromiso social es también una vía de comprensión, un ida y vuelta. Imaginamos que los relatos le ayudan a Ana María (como nos ayudan) a conocer, y eso le da pie a otras piezas.

Dice la autora que el jueves será redondito porque a las 19.30 presentarán Mujeres del verano, con canciones de María Silva en la Biblioteca Popular, y un rato después estará el Dúo Enarmonía en el Teatro 3 de Febrero, que queda a pocos pasos.

Este libro de Ana Editorial viene con dibujos de Estrella Castro, que le agregan, por si falta, una pizca de cariño. Nos adelantó la autora que, en honor a la fecha, no faltará caña con ruda. Allí estaremos para verificar, claro… además de escuchar algún relato en su propia voz y algunas canciones en la voz de María Silva, nada menos.
Basta un párrafo
Leemos en Doña Ramona: “Salías a trabajar, lo dejabas atado sobre el patio de tierra del fondo, bajo la parra, con la radio prendida y el ojo desatento de la vecina que seguramente se olvidaba de vos, Doña Ramona, ni bien dabas vuelta en la esquina. Soñabas cemento para ese patio, para poder baldearlo cuando fuera necesario y mantenerlo fresco y libre de las moscas que lo invadían todo en la villa y soñabas un buen cerco con plantas para alegrarlo, soñabas un alero para las siestas insoportables del verano, pero apenas si alcanzaba para aquellas sopas de pata y aquellos guisos de arroz y lentejas que, además, compartías conmigo...”.
¿No nos basta este párrafo para conocer a Ramona, a su hijo, a la vecina, al barrio?

El cuento sobre la familia Iturain da para un capítulo aparte. “Era ella, nació junto con mi hijo y la mató la policía, por orden de algún superior. Era ella, la hija mayor del Pita, mi compañero, la hija de un obrero municipal que seguramente, con el alma partida en dos, recupera la dignidad y sacando fuerzas, levanta su cabeza. A marcar tarjeta que la Vida sigue. Aunque la niña que lo llenó de sueños hace quince años atrás ya no esté...”.

La obra se titula Cuento tardío de Navidad, con un homenaje: “A la memoria de Romina Iturain y de todos los muertos del Argentinazo”, y será presentada en público justo ahora, cuando el papá de Romina acaba de morirse por un tremendo accidente que nos dejó a todos sin aire esta semana. Qué coincidencia más cruel. ¿Lo habrá leído el papá en borrador? Suponemos que no, y es una pena, porque este es uno de los relatos firmes de Ana María Martínez, un abrazo cálido para las víctimas del sistema.
Como ese cardenal
Dice Julieta Villarroel: “desde la alegría compartida (El Nacimiento) hasta el pensamiento más profundo (El Destino), las Mujeres del Verano son, finalmente, en una sociedad que se cae a pedazos, un poco de Ternura, de Libertad, de Esperanza nacidas entre Violetas y Estrellas”.

Dice Jesuina Sánchez: “En Mujeres del Verano’, Martínez lanza un grito estridente y rebelde, jugando con lo real y lo ficticio, llamadas de alerta y relatos plenos de ternura. Su ser mujer, y mujer madre, cobran fuerza y se derraman en palabras de fuertes y sinceros contenidos que nos hacen vibrar con su lectura”.

Dice Felipe Nicolau: “Ojalá las lectoras y los lectores de este libro sean como ese cardenal que dibujó Estrellita, que salta de página en página y puedan entender la Vida entre silbos, soles, ríos oscuros y arroyos de aguas claras y también entre las agudas espinas de los talas a la vera de caminos extrañamente accesibles”.
Charrúas
Ah, los cuentos de Ana María. Nuestra autora se sabe con abuelos del espinal como le dijo su padre, Miguel Ángel, el Zurdo, y eso quizá, esas raíces milenarias le den savia fresca en cada mañana para afrontar asuntos complejos que le deparó el destino, pero además esa savia moja cada renglón del libro.

“Yo nací en una jaula. Mientras mi madre me paría yo ya venía gritando desde sus entrañas. El hombre que la amaba me recibió, lavó mi cuerpito cubierto de sangre y grasa y buscó darme calor en un rinconcito de su brazo mientras que, con la mano libre ayudaba a su compañera entre entuertos y pujadas. Sí, yo nací en una jaula. En un Equinoccio de Otoño cuando debió ser de Primavera. Y allí permanecí un tiempo casi tan asustada como ellos que se iban muriendo de pestes y de tristezas. El hombre que me recibió recién parida huyó conmigo una fría mañana de febrero”. El cuento sigue, claro, y no es cuento, qué terrible nuestra historia.
Fuente: Uno Entre Ríos

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