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Adultos mayores en un banco, en España
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La palabra resfriado es engañosa. Evoca al frío, pero lo que causan infecciones son los virus (o bacterias), no los grados que marque el termómetro. La temperatura puede ayudar, pero no es decisiva para la propagación de enfermedades respiratorias; no al menos de forma directa. La clave es que en invierno nos encerramos más. Las estancias poco ventiladas son el caldo de cultivo perfecto para que se concentren y se propaguen enfermedades como los catarros y las gripes. También la covid-19, que tiene en el aire libre a uno de sus principales enemigos, por lo que se va descubriendo del SARS-CoV-2, sostiene el diario El País de Madrid.

Muchos epidemiólogos hablan de un rebrote de la enfermedad en el otoño español. Lo cierto es que puede suceder en cualquier momento, pero en verano parece menos probable, igual que es más complicado pillar una gripe. Mucho se ha especulado sobre cómo el calor puede afectar a la transmisión del virus, sin conclusiones determinantes, pese a que los países tropicales han demostrado que no es un factor decisivo. Si muchos expertos confían en tener un verano sin sustos es por el aire libre.

“El viejo dicho de abrir ventanas para que corra el aire es lo mejor para [luchar contra]el virus”, afirma Antoni Trilla, epidemiólogo y asesor del comité científico del Gobierno. En lugares cerrados, continúa, es más probable que se concentren partículas en suspensión y que sean inhaladas. “Si mantenemos distancias al aire libre, la posibilidad de contagio es muy, muy baja”, subraya.

Todo es cuestión de probabilidades. A poco que se salga a la calle, el riesgo cero no existe. Es posible cruzarse con una persona con la mala suerte de que esté infectada, inhalar una gotícula con virus y contagiarse. Pero la posibilidad de que esto suceda es remota. El riesgo de transmisión crece cuanto más tiempo se esté en contacto con un enfermo, y cuanto más cercano sea este contacto, ya que la cantidad de virus inhalada influye en la probabilidad de contagio.

Los estudios que se han hecho sobre lugares de contagio indican que la gran mayoría han sido en sitios cerrados. Gwen Knight, del Centro de Modelos Matemáticos para Enfermedades Infecciosas, ha recopilado diversos estudios científicos (además de otro tipo de publicaciones). Como señala el divulgador Luis Jiménez, de los 188 focos que analiza, tan solo siete (el 3,7%) tienen como origen una actividad realizada exclusivamente en exteriores. “Desde el punto de vista del número de infecciones confirmadas, los casos de exteriores se relacionan con unas 150, mientras que los casos ocurridos en interiores se relacionan con más de 9.000”, señala Jiménez tras analizar los datos.

Ildefonso Hernández, catedrático y portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria, insiste en que en todos los estudios que se han publicado coinciden en que gran parte de los brotes han estallado en lugares cerrados: domicilios, empresas, restaurantes, tiendas, templos religiosos, hospitales, hoteles, funerales, conferencias. “En sitios abiertos también los puede haber, pero el riesgo es mucho menor”, sentencia.

Aunque las probabilidades bajen, sin embargo, “no son nulas”, recuerda María del Mar Tomás, microbióloga de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica. “No nos deberíamos relajar tampoco al aire libre. La epidemia va mucho mejor, pero hay que tener cuidado con la sensación de que ha pasado”, alerta.

Un buen ejemplo de esto es lo que ha sucedido en Lleida, donde una fiesta de cumpleaños con 20 personas (el doble de lo que permite en la fase 1, en la que se encontraba esa región sanitaria) ha originado un brote que puede retrasar el avance de ese territorio hacia la llamada nueva normalidad. Si todo iba bien, la fase 2 tendría que llegar allí el próximo lunes, algo que parece ahora improbable.

La recomendación de Tomás es no descuidar las distancias de seguridad tampoco en espacios abiertos, si bien cree que es mejor fomentar las reuniones con familiares y amigos al aire libre y no en lugares cerrados y, a ser posible, con un número reducido de personas. “La casa nos da una sensación de seguridad que puede ser traicionera. Si hacemos una fiesta en un domicilio, puede que nos relajemos, dejemos las medidas de prevención y puede saltar una sorpresa”, subraya.

Trilla llama a aprovechar las ventajas de un país “en el que se hace mucha vida en el exterior”. Porque llegará el otoño y volveremos a encerrarnos. “El frío seco seguramente no ayude, pero el principal riesgo es que estaremos en espacios cerrados, con poca ventilación, donde la posibilidad de contagio es mucho mayor”, señala.
Solo 43 de casi 10.000 infectados en exteriores
En la recopilación que ha hecho Gwen Knight sobre los focos de contagio, solo hay realmente dos que respondan con seguridad a espacios abiertos, según explica el divulgador Luis Jiménez: “Uno se refiere al mercado de Wuhan, el del posible origen del virus (con 41 infecciones), y el otro es el de los dos amigos corredores, en el que concurrieron circunstancias añadidas que aumentaron el riesgo: cercanía durante un tiempo amplio, acompañada de conversación y/o respiración intensa”. En total, 43 casos con cierta certeza de haberse contagiado en exteriores, entre casi 10.000 confirmados.

En la mayor investigación sobre focos de contagio, hecha en China, se rastrearon más de 7.000 casos de infecciones, buscando los focos de origen. “La gran mayoría se situaron en el hogar y en el transporte. Tan solo se detectó un caso de contagio en exteriores, con dos personas involucradas, que se encontraron en la calle y estuvieron hablando cierto tiempo”, señala Jiménez.
Fuente: El País de Madrid - PABLO LINDE

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