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Desde los tiempos prehispánicos, numerosas comunidades originarias de Latinoamérica destacaron los beneficios de la miel de la abeja yateí, una especie sin aguijón que habita sobre todo la parte noreste de la Argentina, en provincias como Chaco, Formosa, Misiones y parte de Corrientes; además de encontrársela en Brasil y otros países, hasta México.

Se le atribuyen propiedades medicinales para tratar principalmente afecciones respiratorias, oftalmológicas y de la piel, y a pesar de que se utiliza hace siglos y hoy se comercializa como un producto artesanal, recién en mayo fue incluida en el Código Alimentario Argentino, generando una gran posibilidad para las economías regionales.

Si bien no hay registros formales de su presencia en Entre Ríos, en abril del año pasado Adrián Wittman, un vecino de Crespo, descubrió una colmena de yateí en esta localidad. Le llamó la atención el tamaño de los insectos que salían de una piquera y comenzó una apasionante tarea de investigación en la que descubrió las virtudes de las abejas meliponas y sobre todo de esta especie, de la que en la zona aún se sabe muy poco.

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“Las descubrí por casualidad. Al principio pensé que eran moscas o mosquitos, pero me sorprendió que llevaban polen y eso me dio la pauta de que eran abejas. Desconocía totalmente que existía esta especie y fui averiguando en Internet, primero en páginas de Brasil, donde tienen mucho conocimiento sobre el tema, porque allá hay más de 300 especias de abejas sin aguijón. Luego encontré un grupo de WhatsApp de gente de distintas provincias que colabora para que se las conozca”, contó.

Wittman también se puso en contacto con referentes en Entre Ríos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y le sugirieron que consulte con las dependencias de las provincias del noreste: “En el norte se las conoce porque ya la utilizaban los habitantes originarios, pero en Entre Ríos no encontré gente que tenga criaderos de yateí y esté produciendo su miel”, señaló.

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Entusiasmado con su descubrimiento, contó que logró capturar una comunidad y obtener miel: “Después de averiguar y asesorarme, logré cazar un enjambre en diciembre del año pasado. Se fabrican unas trampas específicas, muy fáciles de hacer y económicas. Pude usar el sobrante de la miel que produjeron, la consumí y es muy rica. Tiene un sabor afrutado, no tan dulce, y es mucho más húmeda y líquida que la miel de la abeja Apis, que es la que comúnmente conocemos”, afirmó.

Si bien es un misterio cómo llegaron a Crespo, Wittman aseguró que pudo observarlas en ciertas plantas, diseminadas en toda la ciudad, aunque con menor presencia que otras especies: “Hasta el momento he averiguado con apicultores de la zona y no la conocen, o al menos no he llegado a la persona que sepa sobre el tema”, aclaró.
La sorpresa de quienes la estudian
Quienes sí son expertos en abejas meliponas son Fernando Müller, técnico apícola, y Celso Limberger, rector del Profesorado de Ciencias Agrarias y Protección Ambiental (Procaypa) de la localidad de Capioví, en Misiones, donde han logrado notables avances en la investigación, el manejo y la protección de las abejas nativas, entre ellas, la yateí, cuyo nombre científico es Tetragonisca fiebrigi (o Tetragonisca angustula fiebrigi).

Sobre el hallazgo en Crespo, Müller se mostró sorprendido y señaló: “No son abejas nativas de Entre Ríos, sino de la zona noreste de Argentina. Son características de las zonas tropicales y subtropicales como Chaco, Formosa, Misiones y parte Corrientes, y no de regiones templadas. Es una incógnita cómo llegó a Crespo, pero ha pasado que como es inofensiva y llama la atención, hay gente que se las quiere llevar y tal vez alguien la transportó a esa zona”. No obstante, aclaró: “Es importante resaltar que como se trata de fauna nativa, no está permitido trasladar colmenas de una provincia a otra”.

A su vez, analizó: “Como Entre Ríos un lugar que no le es original a la abeja, quizás pueda permanecer un tiempo, pero después será un problema su reproducción, porque necesitan un cierto nivel de temperatura promedio. Y para que se mantenga una genética, debe haber varios nidos en la zona, porque sino va a haber consanguinidad y va a dificultar el desarrollo de este tipo de abeja”.
Desarrollo comercial
Müller resaltó que a pesar de que en el noreste del país siempre fue utilizada la miel de yateí y hay gente que cría estas abejas desde hace mucho, que se la haya incluido en el Código Alimentario Argentino –a través de su artículo 783 Bis– en mayo de este año significa un paso importante para su comercialización, aunque aclaró: “Nosotros desde la provincia impulsamos un proceso de trabajo relacionado al cuidado del medioambiente de las abejas. Para protegerlas, la semana pasada se creó el registro de meliponicultores de Misiones, impulsado por nuestro Profesorado”.

Sobre este punto, explicó: “Ahora que se va a generar una mayor demanda, los productores van a querer aumentar la cantidad de colmenas. Si bien hay muchas en Misiones en estado natural, lo que no queremos es que se avance sobre los árboles nativos, el monte y las zonas boscosas para obtener nuevas colonias, y propusimos un trabajo de recuperación de los nidos que están en zonas de apeo autorizadas, en industrias de la madera como carpinterías y aserraderos. Lo importante de este trabajo es que está dentro ámbito del Ministerio de Ecología, que tiene la facultad de autorizar estos manejos racionales del monte”.

“Nuestros pueblos originarios ya reconocían las propiedades de la miel de las abejas nativas y hacían más bien una cosecha extractiva. Hoy se le reconocen muchas propiedades medicinales y por eso tiene un valor que supera ampliamente al de la abeja Apis, que llegó 100 años después de la conquista del continente”, mencionó.

Sobre este punto, Limberger comentó que se la suele conseguir a 3.000 pesos el kilo y refirió: “Son abejas mucho más pequeñas y por lo general producen entre un kilo o un kilo y medio de miel por año por colmena, dependiendo de la floración. Todavía no hay volúmenes importantes de producción y es un proceso que se está iniciando”.

Por último, contó que están trabajando en red con varias escuelas en un programa de desarrollo regional apícola y con cinco comunidades guaraníes: “Es un pueblo originario que utiliza muchísimo este tipo de miel no solo por las cualidades medicinales, sino fundamentalmente para ritos religiosos que hacen a la cultura”, concluyó.
Fuente: Uno Entre Ríos - Vanesa Erbes

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