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Con la firma de Daniel Enz, la Revista Análisis revela detalles de la vida de Gustavo Alfonzo, desde sus orígenes en Concordia, su paso luego por Paraná, La Paz, Colón, y de nuevo en la capital del citrus.

Queda claro que este personaje detenido por la Policía Federal por presunta explotación sexual de una adolescente actuó siempre cobijado por el poder político, desde el montielismo hasta el peronismo. Y a ello se agrega otro dato clave: un Jefe policial amigo.

Entre Colón y Concordia

De La Paz se fue a Colón y allí Gustavo Alfonzo fue asesor de prensa y político, en campaña y durante la gestión del actual ministro de Turismo, Hugo Marsó, en su último período como intendente (2007-2011)”. La amistad -por lo menos hasta que duró- no era solamente con Marsó, actual ministro de Turismo, sino también con el ex diputado provincial Rubén Francisco Adami (PJ-Colón) y varios de sus principales referentes. “Su obsesión era transformarse en un tipo influyente en Colón, hablando de grandezas sobre sí mismo y arrimándose a gente con poder”, se indicó. O sea, siempre los mismos recursos. Algunos hombres de la Policía Federal de la zona comenzaron a ponerlo en la mira por supuestas vinculaciones con el narcotráfico, pero nunca lograron nada concreto para detenerlo. Alfonzo comenzó a sentir que tenía sus días contados en el lugar y más aún cuando se ufanaba de tener poder de decisión en la Fiesta de la Artesanía de Colón y en el manejo de algunos dineros de tal encuentro. Marsó no dudó en sacárselo de encima.

La vuelta al pago

Alfonzo regresó con las manos vacías a su Concordia natal. De hecho, su última actividad en Colón fue la de vendedor de panchos en la costanera, pero pronto se dio cuenta de que no le daba el glamour que pretendía para su vida, siempre vinculada a la farsa, la estafa moral y los negocios de baja estofa. Quien lo terminó de convencer en cuanto a la necesidad de volver fue su amigo, el comisario Sergio Mendoza, nombrado subjefe departamental de la ciudad a mitad de la primera gestión de Sergio Urribarri. El propio oficial le pidió al dueño de la FM Stéreo, Horacio Maciel (síndico de la Cooperativa Eléctrica de Concordia) que lo sumara para algún programa de radio.

Lentamente, Alfonzo comenzó a recuperar los contactos que tenía en ámbitos de la noche y en especial de la mano de gente ligada al carnaval de la ciudad. El año pasado dejó su bajo perfil (se lo veía activo en alguna propuesta boxística) y apareció cubriendo todo el carnaval, manejaba promotoras y vendía todo el tiempo su agencia de marketing y eventos. Las pibas eran reclutadas en la radio y en los boliches; a otras también las reclutaba por Facebook. No pocos funcionarios políticos y empresarios se mostraban en las noches de carnaval con jóvenes que se sabía que Alfonzo les proveía. Es decir, un mecanismo parecido al que había instrumentado, con bajo perfil, en Paraná, aunque ahora profundizó el negocio. Las chicas eran reclutadas en Concordia, donde hacía eventos de fotos y books en un hotel céntrico, para trasladarlas “como modelos”, supuestamente, a Capital Federal. “En el ambiente de la noche, todo el mundo sabía de sus actividades con las chicas y muchas de ellas, menores”, indicó a ANÁLISIS una fuente conocedora del tema. Y se sentía impune. Prueba de ello es su supuesta vinculación con el dueño del departamento que alquila en Concordia y donde tenía secuestradas no solamente a la menor que se recuperó tras una denuncia, en los primeros días de noviembre, sino también a otras, que el operativo policial nunca se enteró de que estaban también allí. Al parecer, el departamento sería de un funcionario judicial.

Alfonzo terminó preso en los primeros días de noviembre, después de la denuncia de la madre de una de las jóvenes reclutadas, que el productor publicitario tenía de alguna manera secuestrada, en el departamento de la ciudad de Concordia. Fue el propio Alfonzo quien recibió a la comisión de la Policía Federal y reconoció que la joven de 16 años (madre de un niño) se encontraba allí desde hacía varias semanas, aunque dijo que era su “empleada doméstica”. La chica revelaría luego en Cámara Gesell que Alfonzo la obligaba a prostituirse en fiestas que se organizaban en lugares determinados de la ciudad, donde participaban por lo menos “10 chicas” y donde concurrían políticos y empresarios de la zona.

Alfonzo estuvo por pocos días detenido. Inexplicablemente, el juez Federal Pablo Seró, de Concepción del Uruguay, hizo lugar a una petición de los abogados del estudio jurídico de Concordia –que defiende a Alfonzo- de beneficiarlo con prisión domiciliaria, pese a que no tiene ninguna enfermedad terminal ni supera los 70 años, como establece la ley para situaciones especiales. La medida –ante una denuncia de trata de personas, que fija penas de 4 a 6 años de prisión efectiva- cayó muy mal en ámbitos concordienses y se supo que la fiscal Milagros Squivo apeló la medida ante el juez.

Alfonzo sigue sonriendo en su domicilio, donde vive con su madre, a la espera de otro guiño de la impunidad con la que siempre se movió. Queda en manos de la Justicia la decisión de ubicarse de un lado o del otro. Como para que las medidas judiciales en contra de la trata de personas no queden en mero relato y no se haga diferencia de categorías para quienes son sus ejecutores, porque en el medio siguen estando las víctimas.
Fuente: Revista Análisis

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