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No es que quiera parafrasear a Lenin, pero es una pregunta que hoy muchos nos hacemos en Argentina.

Por Bernardo Salduna

Nunca fue más patética que hoy la famosa expresión de don Leopoldo Melo, aquello de la “encrucijada alevosa del cuarto oscuro”.

Me lo preguntan en la calle, en el café, en las tertulias familiares o de amigos: “usted que sabe”…

Y más de una vez tengo ganas de invocar la máxima Socrática de “solo sé que no sé nada”…

Me acuerdo haber leído alguna vez aquello de la “apuesta dramática” de que hablaba Blas Pascal: como no es posible, por métodos racionales probar la existencia de Dios, no tenemos más remedio que apostar: existe o no existe.

Si lo hacemos por la existencia y fallamos, no perdemos gran cosa, “apenas unos pobres placeres humanos”, decía el gran filósofo. Pero si es al revés, y resulta que existe, entonces sí estamos jodidos, porque se nos viene la condenación eterna.

Entonces, lo mejor sería no apostar nada. No, pero como estamos embarcados en la vida, no podemos eludir la gran apuesta.

Bueno, me da la impresión que ahora la “segunda vuelta” en las elecciones nacionales nos mete en un dilema parecido: nos guste o no, como dijera Pascal, tenemos que “apostar”.

Las opciones vuelven a ser dos. ¿Tenemos una tercera?

Ya veremos.

Vamos a analizar las posibilidades a la vista, lo más objetivamente posible, incluso a veces, haciendo de “abogado del diablo”.
Votar a Massa
“Massa -nos dicen, entre otras cosas- es la continuidad del kirchnerismo. Esto es, la perpetuación del modelo populista cleptocrático. La impunidad de la corrupción, el avasallamiento de las instituciones republicanas, el intento de manipular la Justicia (juicio a la Corte). Asumió hace un año el ministerio de Economía, una especie de superministro, y los resultados son desastrosos: inflación imparable, gasto público descontrolado, pobreza e indigencia llegando al 50%, deuda triplicada, casos escandalosos de corruptela, como el de Insaurralde”. “Si llega a ganar, va a ser difícil sacarlo, marcharemos a ser algo como Venezuela”.

Sí, -argumentan otros- “pero hay que tener en cuenta que Massa no es propiamente k. Ya en el discurso después de las PASO, ni nombró a Cristina, ni a Néstor. En muchos aspectos parece diferenciado claramente, por ejemplo, en política exterior, con Cafiero en el tema Medio Oriente. En cuanto a corrupción, Massa no es la Madre Teresa de Calcuta, pero hay probabilidad de que sea un poco más prolijo que los K. Respecto a las instituciones, por de pronto con respecto a la Justicia, parece tener algún cable tendido hacia la Corte, recuerden el discurso de Rosatti días pasados, que parecía calcado al del superministro. Hay coincidencia con los radicales en algunos aspectos como defensa de la educación pública, hasta recita, como Alfonsín el Preámbulo. En cuanto a su desempeño ministerial, si bien los resultados hasta ahora distan de ser positivos, hay que reconocer que ha sabido “muñequear” bien la cuestión para que la economía no le estalle, que muestra un “manejo de calle”, respecto a la rebeldía social. Y, mal que mal, la negociación con el fondo y los acreedores externos se va llevando”.

“Además, aunque gane, en su gobierno el poder va a estar repartido: hay diez gobernadores y jefes de gobierno, que responden a Juntos por el Cambio, cerca de quinientos intendentes, más de cien legisladores de oposición, incluidos los de LLA, (aunque estos no sabemos para qué lado patean). Es decir, un cierto equilibrio para evitar o controlar excesos o desviaciones”.
Votar a Milei
“Es un loco, desequilibrado, lunático. Dice cosas que demuestran que no está en sus cabales, como que habla con el espíritu de su perro muerto. No es un liberal, sino un fascista autoritario de extrema derecha. Ataca lo que llama la “casta” política, pero hace pactos con lo peor de esa “casta”, como se vio en el caso Barrionuevo. Propone cosas irrealizables, o perniciosas, como la dolarización o el cierre del Banco Central. O barbaridades como la venta libre de órganos, la compraventa de niños, la renuncia a la paternidad, los “vouchers” para ir a la escuela, la venta libre de armas. Reivindica la dictadura, declara descargar sus traumas apaleando la figura del padre de la Democracia. Y una larga lista de “etcéteras”

Bien, -dice el “abogado del diablo”- todo eso es cierto: ¿es loco, o funge de tal, porque le viene bien? Convengamos que ese discurso desmesurado, esa retahíla de exabruptos,- sea por causas sociológicas o culturales que no es el caso aquí examinar- , le ha sido muy conveniente a la hora de atraer votos, sobre todo entre la juventud, o gente con mucha bronca.

Sin embargo, en cuanto los resultados electorales le han sido relativamente favorables, hemos comprobado la verdad del famoso “teorema de Baglini”: la realidad impone sus fueros, ahora sus expresiones se moderan y relativizan, el “León de la Motosierra” va metamorfoseando, de a poco, en gatito faldero.

Por lo demás, no olvidemos su carencia de respaldo político: aunque gane la presidencia, no contará con mayoría en el Congreso, no tiene ningún gobernador, ni intendente. El que le puede aportar algo de aparato de respaldo es Mauricio Macri, pero no gratis. En todo caso, tendremos un gobierno de derecha, pero con poder muy limitado como para pretender llevar a cabo las medidas estrafalarias que propuso de entrada. Otros,- ya en la escuela de Maquiavelo-, aportan: “Hará (Milei) algunos ajustes duros, pero en todo caso, será el “trabajo sucio” para ordenar algunas cosas en el país, que “alguien lo tiene que hacer”, y es preferible lo haga este loco”. Se lo emparenta con Bolsonaro o Georgia Meloni, es cierto que estos pueden tener mentalidad fascista, pero necesariamente deben moverse dentro de un esquema democrático institucional que no les permite desbordes. Lo mismo pasará con el “libertario”
La tercera vía
Y bien, ¿qué nos queda si no queremos entrar en la “opción diabólica”?

Descarto en mi caso la posibilidad de hacer uso del privilegio que me da la edad: buena parte de mi vida la pasé bajo gobiernos o sistemas que no me daban la posibilidad de elegir, o me anulaban el voto.

Me he juramentado y así he recomendado a mis hijos, que mientras me queden fuerzas para trasladarme no dejaré de concurrir al comicio.

En esta circunstancia hay entonces dos probabilidades: votar en blanco o anular el voto (metiendo en el sobre un papel blanco, una boleta no oficial, etc.)

El Radicalismo en su origen rememora largas épocas de abstención comicial.

El Peronismo, por su parte, en los tiempos de la Libertadora o después, cuando no le permitían o le retaceaban elegir sus candidatos, votaba en blanco.

Lo reconozco, en esta coyuntura aparece como una opción negativa y antipática: porque ahora no nos inhabilita una dictadura o un gobierno de facto, nos “proscribe” el pueblo.

Algunos esgrimen objeciones: Massa sacó el 36% y Milei el 29%, la abstención significa favorecer, al ganador. Como si los votantes quedaran cristalizados, cuando hemos visto cambios sorprendentes en los últimos resultados de Provincias.

Por el otro lado argumentan: Milei está primero en algunas encuestas: entonces, votar en blanco lo favorecería.

A pesar de todo, la “no decisión”, si bien, repetimos, no satisfactoria, no es del todo descalificable.

Un escrutinio de un millón o dos de votos en blanco o anulados, no deslegitimaría al gobierno que resultare electo, nadie podría desconocer que es constitucional o democrático.

Sin embargo marcaría que una parte no desdeñable de la ciudadanía se niega a otorgarle un cheque en blanco. Que desconfía y permanece atenta y está dispuesta a vigilar y controlar sus actos futuros, sobre todo aquellos que excedan el marco de la Constitución y la ley.

Hasta aquí he señalado, con la mayor honestidad, las posibilidades que se presentan al elector del 19 de noviembre.

Se impone la pregunta forzosa de más de uno (me la han formulado): ¿y usted, qué aconseja hacer?

Es que yo, sinceramente, no me atrevo hoy a aconsejar algo de lo que ni yo mismo estoy convencido.

Podría contestar, al estilo pedantesco, como Jorge Luis Borges “todavía no me ha sido revelada esa decisión”.

Más modestamente, mi duda es la de muchos, aún estoy meditando cuál de las tres apuestas resultará menos riesgosa.

Está entre las posibilidades que lo decida pocas horas antes, y aún, dentro del cuarto oscuro.

En todo caso, y, salvando las distancias con el Gran Capitán: “si mi almohada sabe mi secreto, a mi almohada la quemo”.
Fuente: El Entre Ríos

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