“Magda, recordé más cosas del ataque e intenté quitarme la vida. Estoy internada. Un beso”. Iara.
En vísperas del Día Mundial de la Prevención del Suicidio recibí este mensaje.
Para quienes no lo recuerden: el 5 de octubre pasado, Iara fue golpeada y atacada ferozmente en las calles de Colón, apuñalada con un destornillador en su cuerpo y cabeza, perdiendo piezas dentales. Una vecina pidió ayuda y la Policía llegó a tiempo. Su atacante habría intentado darle muerte.
Iara tiene 20 años y los ojos cansados. La habitación del hospital huele a desinfectante y humedad, pero ella se entretiene buscando formas en la pared descascarada, como alguna vez hizo con las nubes. Me lo muestra con las manos, una sola, porque en la otra tiene el suero que le roba el gesto.
—No quiero quedarme, Magda. No quiero la vida. Me quiero ir. Quiero que se acabe.
Las palabras caen como piedras. Las piernas le duelen, están lastimadas, y se acomoda la manta deshilachada donde mi anillo y mis privilegios se enganchan. El tiempo parece no correr, como si ese cuarto fuera un limbo. Pienso qué decirle, me esfuerzo en buscar palabras —yo que siempre las encuentro— pero siento ganas de llorar.
Le pregunto por sus gatos, de los cuatro que tanto ama. Le conté chistes torpes para arrancarle una sonrisa, y por un momento lo logré: se rió bajito, como si la vida todavía pudiera tener un resquicio. Le dije que faltaba poco para el juicio, para que empezara el calor, el sol, el verano. Ella ama el verano.
—¿Sacamos una foto? Como cuando nos conocimos. no aguanto más, Magda.
Lo dijo como sonriendo, con la serenidad de quien ya no tiene nada para negociar.
—Dale esa tregua a la vida. El verano Iara.
Seguimos hablando de otras cosas, como si ninguna supiera la razón real por la que estábamos allí. En el pasillo alguien ríe fuerte, y esa carcajada ajena se mezcla con el olor áspero del hospital. Vida y muerte compartiendo el mismo aire. Había pasado bastante tiempo y su hermana Agustina entró con el mate. Me tengo que ir. La abrazo. Me despido.
—Magda.
—¿Qué? —le respondí.
Ella me miró con un hilo de voz, y dijo:
—Un verano más.
Iara se encuentra internada en el Hospital San Benjamín de Colón. Necesita de la ayuda de todos. Necesita sostener un psiquiatra que pueda probar otra medicación. No tiene recursos económicos. No puede trabajar.
Si podés elevar una oración por ella, un pedido, lo que tu alma resuene o ayudarla económicamente a su alias iaritaju.mp, todo será un gesto de vida.
Mirá a tu alrededor. Ayudá a quien lo necesite. Todo tiene impacto: lo que hacemos y lo que no.
—No quiero llegar a juicio sola. Quiero que ella quiera quedarse.
Solo se gana lo que se da, solo se pierde lo que se guarda (Antonio Machado).