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Ni los economistas se salvan de incurrir en lo que no es nada menos que una incongruencia. La cual es ponerse a pensar acerca de la forma en la cual se debe actuar en el año 2024 para poder reconstruir nuestra sociedad “desangelada”; entendiendo por tal, tal cual como es la nuestra. Donde sus integrantes se sienten, en menor o mayor medida, cada vez más solos, perdidos y abandonados.

Una incongruencia que tendría su explicación precisamente en la circunstancia que acabamos de señalar. Ya que el vivir de esa manera, lleva a hacerlo agobiado por una mezcla de desánimo y embotamiento; algo que a su vez hace que no se pueda pensar con claridad.

Es que, para ponernos a pensar qué se hará cuando el 2024 se haga presente, y con él otra administración, independientemente de quiénes sean los triunfadores en las próximas elecciones generales, todavía nos resta ver de qué manera nos arreglamos para llegar hasta allí. Ya que de otra manera parece ignorarse que se hace necesario prestar atención al hecho de estar obligados primero a transitar por todo lo que queda de este año, para luego hacerlo con el próximo, en su totalidad.

Diciéndolo de otra manera, ¿resulta razonable y responsable seguir “pateando” las cosas hacia adelante?; es decir, continuar emparchando de una manera repetida las políticas públicas, mientras el camino se va cada vez volviendo más angosto y nosotros de esa forma nos vamos también quedándonos sin márgenes de maniobra.

Se hace de estar de acuerdo en actuar de esa manera, una muestra de una total falta de responsabilidad que nos apunta a todos en distinta medida, ya que el comportarnos así no es sino el mantenernos impávidos, frente a lo que “se nos viene encima”.

Es que da la impresión de que entre los actores principales del drama que se vive en ese escenario, se está viviendo “un juego de amagues”. En el cual, la única coincidencia entre los contendientes está en la determinación de llegar hasta el final del mandato de las actuales autoridades, aunque más no sea arrastrándonos, en el caso que ya resulte imposible marchar, sino enhiestos, al menos utilizando los pies.

De allí en más aparecen las especulaciones y los cálculos divergentes entre quienes se encuentran en el gobierno, y los que los enfrentan desde la oposición.

Es así como desde el gobierno se piensa que, de alcanzar la victoria de una manera milagrosa, ya habrá tiempo para pensar cómo se recompone este gran “despelote” en medio del cual estamos viviendo, y de esa manera decidirse a buscar la manera de emprolijarlo todo. Y que, de no ser así, es a “los que llegan” a quienes se los mostrará obligados a “bailar con la más fea”, haciendo de esa manera el trabajo sucio que permitirá su regreso al poder.

Mientras, desde la actual oposición seguramente no son pocos quienes, sin decirlo públicamente, piensan que lo mejor es esperar que el fracaso ruinoso de los que nos gobiernan se vuelva patente, de manera que al arraigarse el mismo en la memoria colectiva, haga cualquier “retorno” de los que se marcharan imposible. Una muestra de un optimismo ingenuo, ya que es un comportamiento nuestro, el seguir tropezando una y otra vez, de una manera que parece ser cosa de no acabar, con la misma piedra.

De donde, lo que venimos a querer expresar, es que ya se nos ha agotado tiempo con el que enfrentar esta ominosa realidad, y que, como consecuencia, cada día que pase sin que reaccionemos de una manera conjunta y eficaz no haremos más que seguirnos desangrando y de esa manera hacer más difícil la recuperación.

Ello viene a significar que nunca más que ahora, resultan proféticas esas palabras del filósofo español con las que clamaba: “argentinos, a las cosas”. Y que nos encuentran en este momento, no solo sin comenzar esa tarea de recuperación, sino tantas veces entretenidos en el rebuscar en las basuras de la historia.

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